lunes, 28 de enero de 2013

Bitácora

áDOSSIER K

Pedro Conrado Cúdriz

Del libro del premio Nobel Imre kertész – Dossier K – posiblemente lo impresiona a uno no sólo la atmósfera interna y existencial del mismo, sino también los hilos dictatoriales que se cruzan entre el pasado narrado y discernido y nuestra realidad presente. El miedo del que habla el autor de “Sin destino” [“Es probable que pasara miedo (…) Mucho más importante fue, sin embargo, otro sentimiento, algo así como una toma de conciencia que logré formular,, muchos años después, en “Fiasco”: “Había entendido el simple secreto del universo que me había tocado: el de poder ser fusilado en cualquier sitio, a cualquier hora".] Es el mismo miedo que hemos sentido los colombianos sin la necesidad de estar recluidos en un campo de concentración como los que tenían los alemanes en la segunda guerra mundial. Cuántos de nosotros hemos pasado por ese sentimiento de nimiedad y negación humana originado en el régimen, en un sistema que nos aplastó o nos puede aplastar a voluntad sin que pase nada, absolutamente nada. Porque su poder ha sido tan desmesurado y arbitrario que la impotencia humana por transformar las cosas, no sólo ha sido la parálisis corporal, ha sido también el estatismo del espíritu por el físico miedo. Y se podrían colocar varios ejemplos que la nación conoce, pero prefiero la memoria viva del lector para que vaya soltando las imágenes y los hechos terribles de nuestra realidad cotidiana y absurda, después de todo.

      Sin embargo, hay en este libro apasionado y lucido (uno le siente la pasión y el placer de su construcción y escritura en cada una de sus páginas) algo que llama poderosamente la atención: el desborde de toda lógica en la violencia ilimitada de Auschwitz. Dice el autor: “Donde empieza Auschwitz, se acaba la lógica (…) Y ahora busco ese hilo, ese razonamiento del desequilibrio que hace que el absurdo parezca necesariamente como una lógica, ya que no tenemos otra opción en la situación de trampa que es Auschwitz" Y aquí estamos nosotros intentando no salir de la trampa de la violencia paramilitar y parapolítica, enredados en elucubraciones que más bien son las telarañas de la sombra ideológica del sistema, refundido en paramilitarismo, narcotráfico, parapolítica y corrupción, estructura detrás de la cual está no sólo el poder mediático, sino también la aspiración presidencial de volver eterno lo temporal, infinito lo fugaz, inmortal lo efímero, lo absurdo normal y lo inconstitucional constitucional.

      Y he aquí el lazo que Irme Kertész comienza a trazar entre Auschwitz y todas las formas de las dictaduras humanas, los lazos de la esencia humana, las manzanas que se pudren en el corazón humano, porque si la razón no tiene compasión, el corazón tampoco. “La vivencia –dice el autor también de “Liquidación”- de los campos de exterminio deviene en experiencia humana cuando descubro la universalidad de la vivencia. Y esta es la ausencia de destino, ese rasgo específico de las dictaduras, la expropiación o estatización del destino propio, su conversión en destino de masas, (como las encuestas) el despojamiento de la sustancia más humana del hombre (…) después de Auschwitz toda dictadura lleva inherente la virtualidad de Auschwitz (…) he dicho que  bajo el régimen de Kádár entendí con claridad mis vivencias de Auschwitz, que no habría entendido nunca si me hubiese criado en una democracia.”

      Y esas vivencias tienen relación con la búsqueda de una respuesta a la esencia humana que es el descalabro auténtico de la historia del hombre, porque el conocimiento de la misma hacía y hace previsible todos los Auschwitz de la tierra, sin excluirnos a nosotros que nos hemos refundidos en un pozo sin fondo de violencia, irracionalidad y absurdo histórico. “Después de Auschwitz, dice Kertész, resulta superfluo emitir juicios sobre la naturaleza humana,” de tal manera, que el misterio de esa racionalidad son los actos absurdos mismos; para decirlo con la voz de Irme Kertész, “El misterio del mundo sigue siendo una espina torturante como siempre". ¿Por qué jugar fútbol con la cabeza cercenada del tronco de la víctima? ¿Por qué desde el poder de estado se auspicia la carnicería humana? ¿Quiénes son estos hombres que hablan por la TV con la mayor normalidad del mundo?

      Y a veces uno se siente deshumanizado dentro del propio mundo que habita, o a veces regresando de esa tarea lectora y deshumanizante de la cultura de masas, que el autor del Dossier K confiesa: “resulta extraño regresar al mundo humano”, a ese extraño mundo que aceptó la sociedad, convivió con él y además compartió la basura de los campos de exterminio allá, acá nosotros las moto-sierras y la avidez de la sangre en el terreno de las masacres. El absurdo, convertido en vida cotidiana, en besos y abrazos, en comida imposible de compartir después de tanta miseria humana. En perdición, porque el hombre se haya hoy extraviado de sí mismo. “Creo, dice Kertész, que esa era la sustancia de la historia, como también de mi vida: me perdí. No tenía ante mí ningún modelo para la vida".

      El clímax del libro está concentrado en aquello que nosotros también hemos elevado a  duda existencial y cultural, razón por la que kertész ha creído universal la experiencia de Auschwitz: “Si el asesinato en masa puede llegar a convertirse en un ejercicio diario, es más, en un trabajo cotidiano, como quien dice, habrá que decidir si es válida esa cultura cuyo sistema de valores ilusorio se enseñaba aquí en Europa a todos, tanto a los asesinos como a las víctimas, desde la escuela primaria". Es decir, sin las pretensiones de la grosería cultural: ¿Es válido que siga existiendo Dios, la Iglesia, la escuela después de Auschwitz y la Rochela, Tres Esquina, Segovia?

El último bufón

El último bufón 

Por Hugo León Donado

Ya para los primeros días de diciembre, nos obstante la anunciada navidad, el cuerpo de los propios carnavaleros empieza a segregar una hormona que se llama carnavalina, para esta ocasión que cuento, estaba yo en Madrid cuando me sorprendieron esos metabolismos. Terminaba el otoño y me agobiaba la resaca que me había dejado la noche anterior el trote sobre la rumbosa pernoctada madrileña. Ya no pensaba sino en el fantasioso sueño de crear el disfraz que luciría el sábado de carnaval, cuando retumbaran los tambores por toda la ciudad y los palcos de la Vía 40 temblaran de emoción al paso estremecedor del primer desfile; “La batalla de flores”. 

      En una de las ventillas del rastro, un mercado al aire libre, en torno a La Plaza de Cascorro, que está especializada en la venta de ropa underground y accesorios, encontré un gorro de bufón que sugirió la honrosa dignidad de representar este personaje en las fiestas del Dios Momo bajo la canícula Caribeña. Así fue, que en aquel recorrido fascinante tuve la oportunidad de completar todo el disfraz. Me zambullí en la acuosa Venecia mientras repasaba sus callejuelas de encanto palaciego, me paseé por la plaza de San Marcos imaginando al bufón en medio de aquel palomerío impresionante  resbalándose en sus deyecciones y descarté por compasión, recrear al truhán en mi disfraz de igual manera a estos desgraciados engendros que servían de entretenimiento a una sociedad corrompida. No obstante la idea del bufón de las cortes europeas fue tomando forma y a la final incorporarlo al bullicioso carnaval caribeño no me fue pareciendo una ocurrencia tan traída de los cabellos. Todo nuestro carnaval agota una vocación ecléctica donde convergen rezagos de diferentes procedencias culturales. Ah, Venecia! Así como suspiraban los reos tras las rejas al ver la ciudad cuando eran sentenciados en el callejón de los suspiros también suspiraba yo, pero sumergido en el encanto inspirador del ceremonioso y místico carnaval veneciano, mientras me probaba una máscara que se ceñía perfectamente a mi rostro y desvirtuaba cualquier asomo de mi propia identidad; era de rombos rojos, negros y blancos, perfecto ensamble para el sombrero del bufón, que desde ese momento acababa de adquirir su alma.

     Cuando llegas a Barranquilla percibes de inmediato una tibieza que enamora… es un no sé qué! Si eres de acá y has pasado un tiempo afuera, esa sensación te permite confirmar que esa es la tuya; tú ciudad… pasa como cuando en uno de esos deslices vuelves con tu pareja y la sientes más tuya que nunca! Aja! así es acá… Llegué a Barranquilla cargado de regalos que había acumulado durante el viaje y que obedecían a los antojos de la gente que amo; bisuterías, emocionantes maricaditas que compré con todo el amor del mundo. Ya la gente estaba prendida de carnaval y en el paisaje los árboles estaban florecidos en su inmensa calidez… La ciudad era un primor. Los pre-carnavales se disfrutan con la misma emoción que la fiesta mayor, solo que apenas son los ensayos. Cuando llega la víspera y la comparsa toda esta expectante y nerviosamente emocionada, se promete la consigna de no beber, ni desordenarse mucho durante la noche del viernes para amanecer en condiciones físicas respetables y ofrecer un buen rendimiento a la hora del desfile. Pero ese año mis buenas intensiones se fueron al traste, desviadas por un grupo de amigos que llegaron de afuera y no aguantaron las ganas de anticipar el goce. Yo que soy tan débil, caí en la trampa fatal de la inconsciencia. 

      A un rato me había sumergido en la baraúnda de la “Troja” y cualquier intento escapatorio era indeseado, la descarga de salsa retumbaba en mi corazón embelesado y vibraba al son de una multitud ardiente que en excitante frenesí, abarcaban todas las humanidades. El sudor ajeno, los cuerpos palpitantes, lo roces del sex-appeal y la lujuria inyectada, me abarcaron en sus efluvios hasta el amanecer. El sol radiante y quemador me sorprendió con mi atuendo de bufón puesto, absolutamente sofocante en los temblores del guayabo. Me quería morir; apenas se abría el carnaval y yo ya había pasado en jornada continua dos noches en desorden. El cuerpo resentido se resistía a los embates del jolgorio. Así amanecido, los amigos que me ayudaron a disfrazar habían logrado un trabajo perfecto, bajo la máscara de bufón se dibujaba además un maquillaje impecable que ya empezaba a hervir bajo el sol de medio día. Casi muerto, ahí estaba yo; ansioso, esperando la orden de marcha hacia la gloria.

    Realmente estaba exhausto, me había preparado para este momento con entusiasmo apasionado, y ahora no salía de mi espasmo, traté inútilmente de incorporarme, de salir de aquella “pálida” incapacidad No solo se trataba de mi propio goce, sino el compromiso de liderar en parte una intensión colectiva con serias responsabilidades logísticas. Sonaba la banda musical que nos acompañaba, todos me rodeaban bailando, yo lo hacía y nadie se podía imaginar que bajo el disfraz estaba un muerto. No obstante que me empiné varias veces una botella de ron, todos los intentos por salir de aquel trance pavoroso eran fallidos. De diferentes procedencias me brindaban rones, aguardientes, tequilas, cervezas y un exquisito brebaje de ron y aguas de coco que es la bebida oficial que se surte a los danzantes. Cuando dieron la orden de marchar, la multitud espectadora se me vino encima, todos vitoreaban y cantaban enloquecidos y yo en el vórtice de mis emociones había colapsado. Tenía bien claro que no podía dejar el desfile, pero ya no contaba conmigo.

      Me escurrí entre la gente casi arrastras y cuando ya estaba a punto de desmayar advertí aquel muchacho entre la gente, tenía la misma contextura que yo, la misma altura, me acerqué rápidamente a él, me miro con una cara de conmiseración, le dije: esto es una asunto de vida o muerte! me fui quitando la máscara, los guantes, el disfraz completo, saqué de mi mochila carnavalera media botella de ron que me quedaba, le advertí que tomara un trago grande, lo hizo casi de mala gana. Miré hacia atrás y el espectáculo era alucinante, esplendido: Los bandereros danzaban sincronizados enarbolando la dignidad y la gloria de la comparsa. Los músicos sintonizados en rítmica sonoridad alzaban al aire las trompetas, sonaban los cueros, casi medio millar de disfrazados en el umbral de su belleza contorsionándose de dicha… todo el mundo deliraba. Como ante un espejo en caleidoscópica figura miré asombrado al bufón, me percaté de que exhibiera en su pecho la credencial que le acreditaba como miembro de la comparsa donde se leía con claridad mi propio nombre, dí un último retoque con mi mano temblorosa al maquillaje de su cara, le advertí que no debía hablar con nadie… - tú solo baila, baila como nunca has bailado! Y lo vi alejarse bailando con gracia, aproximándose al desfile, se dio vuelta hacia mí, sacó de mi mochila la botella de ron, se la empinó emocionado, me miró concupiscente haciendo una seña de feliz complicidad desde mi propio frenesí.

      La banda El Milagroso de San Benito de Abad tocaba el tema: “Vámonos caminado”… papara pa pa pa pa papa pa pa pa.. todos esperaban a Hugo el bufón que se extendía precioso en la vertiente del jolgorio… Me animó saber en medio de la maluquera, que apenas era sábado de carnaval. Ya me las desquitaré! pensé, mientras asumía mi carnestolendica ubicuidad.

viernes, 25 de enero de 2013

Hispanorama

Ser mujer en el siglo XXI

Por Alicia Rosell*

Ser mujer en un mundo competitivo y profesional significa que nunca podemos bajar la retaguardia, que seguimos teniendo que demostrar mil veces más que lo hace un varón, que somos tan válidas como ellos en todo.

Ser mujer en pleno siglo XXI es constatar que la historia de los logros de las mujeres se sigue escribiendo con sudor y lágrimas, con el trabajo incomprendido y el menosprecio de colegas o el de la propia familia. 
Es bello ser mujer porque yo soy una mujer. Aclaro que no soy feminista, sino fémina y femenina. Soy una sencilla mujer y nada más.

      Lo realmente difícil es lograr conciliar nuestra esencia de ser mujeres y profesionales en un mundo de hombres donde todavía nos cuesta dejar la impronta de nuestra huella sin pasar por la aprobación y el reconocimiento de algunos de ellos. A pesar de que se ha avanzado en este terreno, a las mujeres nos queda mucho por hacer y más que decir. Por bien de la humanidad. Porque hablo en su nombre y no solo en el propio.

      No nos quejemos, sin embargo: Las cosas han cambiado para mejor. La cuestión es que aún sigue existiendo desigualdad aunque no lo parezca, tanto en lo profesional como en la vida privada. Las mujeres más afortunadas tenemos mucho que aportar y luchar para que las demás mujeres del mundo puedan escribir en la historia sin dejar rastro alguno de regueros de sangre ni estelas de dolor. 

      El mundo sigue siendo un mundo de hombres porque aún se nos sigue mandando a callar y se nos pide más que a un varón por hacer lo mismo. Es una realidad palpable que apreciamos las mujeres del mundo desarrollado y en exceso, las mujeres de los países menos favorecidos. No es generalizar sino dejar constancia. Porque aún no ha acabado la lucha para quienes damos la vida al hombre, pariendo con dolor y sangre, dando nuestra vida solo por amor. Siempre por amor.

      No nos auto engañemos, mujeres de todas las condiciones. Mientras nos sigan mandando a callar o se ignore nuestra presencia e ideas, no habrá igualdad. 

      María Zambrano, en la foto, mi heroína, lo dijo en pocas palabras. Gran mujer. Ella dejó su impronta para las que vinimos después... "Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila". 

      Yo me hago eco de sus palabras y desde aquí, le rindo mi homenaje de mujer luchadora.

*Escritora y directora editoral de Iberoamericana de Ediciones "ALICIA ROSELL® Editorial" a través de HISPANORAMA (Group Hispanorama Audiovisuals, S.L. www.hispanorama.net)

jueves, 24 de enero de 2013

Vox populi

Historias de aparecidos:

El perdido más viejo del mundo
- Eduardo Patrocinio Muñoz Estrada, apareció después de sesenta años.

Por Alfonso Hamburger

Ni estaba perdido ni andaba de parranda, como muchos creen. Tampoco debe ser calificado como el sanjacintero más ingrato del mundo, todo porque haya demorado más de 60 años sin comunicarse con su familia, que ya lo daba por muerto. De todos modos, para sus parientes, ha sido el mejor regalo de diciembre y la mayor entretención para refrescar la lengua y la memoria en reuniones familiares, sancochos y parrandas de año nuevo.

      Eduardo Patrocinio Muñoz Estrada, a quien le habían buscado un reemplazo bautizando un hermano menor con su mismo nombre tratando de llenar el vacío de su ausencia, se fue de San Jacinto huyendo de los castigos de su padre, Eduardo Muñoz Castro, cuando sólo tenía once años e iba para los doce. La última razón que tuvieron de él fue a los veintiún años, cuando terminó de pagar el servicio militar en Bogotá, recibió su libreta de primera clase y desde allí perdieron su rastro, hasta que el pasado 30 de diciembre, cual Niño Dios, se presentó en casa de la familia Viana - Muñoz, con 80 años y un rictus risueño. Llevaba puesto unas gafas de montura gruesa, un sombrero llanero de ala corta y un maletín. Al salir de Arauca, donde ancló su barco andariego, sin mujer que le recriminare -pues su esposa murió- y donde levantó a sus cinco hijos, diez nietos y cinco bisnietos, su hija Marlene calculó que si sus familiares aún lo recibían, un alojo y un bocado de comida, “se le dan a cualquier peregrino” y se vino.

      ¿Qué le pudo haber pasado a un hombre para demorar más de 60 años perdido de su pueblo y su familia? ¿Qué cosas buenas, regulares y malas pasaron en el mundo y en su pueblo mientras anduvo de corredurías?

      Lo primero, antes de hacer un balance de los hechos, fue revisar casos parecidos, como el del guitarrista Camilo Cantillo, que fue a hacer un mandado en Sincelejo hace 50 años, desde su Calamar natal, y aún lo están esperando: A diferencia de Eduardo, sus familiares saben que Camilo está vivo. En el caso de Eduardo, había dudas, porque cuando salió del cuartel, fue enviado a zona de guerra, donde se sabía cuándo se entraba, pero pocas veces cuándo se regresaba.

      Otro celebre perdido del pueblo es Jaime Herrera Vásquez, que se fue de Bajo Granda a trabajar para aquel lado del río hace 40 años y se lo tragó la tierra. O el caso del popular jugador de fútbol  Nando Olivera, conocido como la Nigua, igualmente desaparecido. Son muchos los casos.

      No obstante el silencio y los años que casi todo lo borran, Aminta Muñoz Estrada de Viana, su hermana mayor, de 83 años, madre de once hijos -siete varones y cuatro hembras- aún conservaba sus cartas y guardaba una leve esperanza de que estuviera vivo. 

      La última noticia que recibió del andariego, fue al nacimiento de Nelson, el más polémico de sus hijos, destacado deportista y maestro de escuela, quien nació el 26 de julio de 1957. Aquella vez, su hermano se regocijaba en una carta del nacimiento de un nuevo varón, pues después del primogénito Oscar, que vive en Santa Marta, habían tenido tres niñas en fila india. Esa fue la última carta. Pasaron más de 56 años sin razones ni grandes ni chichas.

      Sus hijos, unos más que otros, aunque nunca lo habían visto, a veces sacaban a relucir la historia de aquel tío remoto, amorfo, imaginario, que un día se fue de casa huyéndole los lapos de su padre y no volvió. Leónidas, el más inquieto de todos, escritor de cuentos y amante de la virtualidad, prendió el motor de búsqueda apoyado de la Internet, pero no tuvo respuesta. Fueron tiempos en que cuanto Muñoz salía en la prensa revisaba a ver si era su pariente, como la vez que fue raptada una niña Muñoz, hija de un político, que resultó con ramales del Atlántico, pero nada.    De allá, preciosamente, de Piojo, Atlántico, provienen los Muñoz que un día se asentaron en San Jacinto, a finales del siglo XIX, por los lados del corregimiento de Arenas.

      Durante la ausencia de Muñoz Estrada, en Colombia pasaron por el Palacio de Nariño 19 presidentes y ocurrieron dos guerras mundiales. En San Jacinto hubo varias masacres, mataron alcaldes, concejales, un cura, un notario. Los Gaiteros le dieron varias vueltas a la tierra, ganaron un Grammy Latino y Congos de Oro. Rodrigo Rodríguez gana igual premio Gramy Latino; murieron Pepe Rodríguez, Toño Fernández, Andrés Landero, Juan y José Lara y Ramón Vargas.  
      Nunca supo de la muerte de su padre, en Barranquilla, ni del nacimiento de dos hermanos naturales, pues su padre tuvo dos matrimonios más. Su madre había fallecido cuando tenía cinco años, de modo que no soportó los látigos de su amargo padre y se fugó. Cuando eso sucedió, Alberto Lleras Restrepo regía los destinos del país, pero no sabe la fecha exacta. Sólo sabe que nació en la calle de la muerte, una cuadra antes del cementerio, un 12 de mayo de 1933. Se fue con 11 o 12 años y regresó casi de ochenta, con mucho recorrido, pero con un solo nombre.

- Cuando fui a sacar la cédula, decidí quitarme el Patrocinio, porque no me gustaba.
Ahora se llama sólo Eduardo Muñoz Estrada. Su pinta es la de un cachaco, un cachaco llanero, que habla con un dejo de grosura y pausado, que luce un sombrero negro de ala corta. Se fue costeño y regresó cachaco, después de ser uno de los soldados que participó en la captura del guerrillero Guadalupe Salcedo, de montar caballos y bailar joropos.

- Guadalupe se entregó con seis guerrilleros más, pero después lo mataron en Bogotá, señala.
Después de salir del ejército se quedó en los Llanos, porque allí se enamoró de la mujer que le dio cinco hijos, diez nietos y cinco bisnietos. En todos esos años hizo de todo y aunque pensaba en su pueblo, nunca se le ocurrió regresar.

El regreso

     El día que Aminta, su hermana mayor, habló por teléfono con él, después de sesenta y pico de años sin oírlo, la voz no le dijo nada. Al otro lado de la línea oyó la voz pausada de un cachaco viejo, algo así como la de un Gaspar Ospina anciano, pero estuvo a punto de morirse de emoción. Se puso a llorar. Ambos lloraron. Entonces decidió venir al reencuentro.

      Todo había ocurrido un mes antes. Su hija Marlene Muñoz caminaba por el centro de Arauca, cuando vio el letrero: “Panadería San Jacinto”. Fue donde se acordó que su padre era de aquel pueblo lejano del que le había hablado alguna vez. Se les prendió el sentimiento. Visitaron la panadería y se encontraron con un hombre jovial, dicharachero, afable, abierto y cordial, como todo buen sanjacintero. Podrá tener unos 52 años y se llama Luis Barrios. Los primeros contactos fueron un poco dudosos. Preguntó por sus familiares. Recordó sitios, calles, nombres de barrios, dichos como kaccula tú (que usa todo sanjacintero que se respete). Sectores como Miraflores, calles como Yuca Asa y La Fuente. Pintó en sus recuerdos la cuadra donde nació, con un puente de tablas para pasar el cañito de olores podridos, antes del cementerio y dio en el clavo. El pueblo estaba allí. Algunos de sus familiares viven bien, han progresado.

      Su sobrino Nelson Viana Muñoz, coincidencialmente, el motivo de la última carta que envió (que demoraban entonces 30 días en llegar) fue el primer contacto con la familia. Hablaron y se pusieron de acuerdo. El viaje de Arauca a San Jacinto, por carretera, es escabroso, dura por lo menos 33 horas.
      Llegó de madrugada, en medio de ese viento frío y el canto acompasado de los gallos, el pasado 30 de diciembre y desde entonces no han parado de hablar y de festejar, dando crédito a aquello que “habla más que un aparecido”.

      Los Viana Muñoz, hijos de Aminta Muñoz Estrada con Toño Viana, un campesino sin tierra de 94 años que hizo 11 profesionales exitosos, postergaron parrandas y citas callejeras, porque se dedicaron a compartir con el tío aparecido, para ponerse a paz y salvo con la distancia, el tiempo y los recuerdos. Con la jovialidad propia de la familia, el primero de enero, en la ya célebre parranda de integración en la finca Villa Luna, la figura fue el aparecido, que se convirtió en la vedette y motivo de inspiración de músicos y verseadores.

      De San Jacinto, el aparecido más viejo del mundo, prepara maletas para Barranquilla, donde están los otros hermanos y donde yacen los restos de su padre, aquel viejo amargo, Eduardo Muñoz Castro, por quien decidió abandonar su casa.
      La última vez que lo vio fue el día que lo mandó a la laguna a buscar unas bangañas de agua. El niño se negó, entonces el viejo salió persiguiéndolo por el camino real, más arriba del pueblo, por los lados de Arena, para castigarlo. Se escondió en unos arbustos y lo vio pasar resoplando con un rejo en la mano. El viejo siguió de largo, furioso, hasta llegar a la casa próxima en el camino, donde preguntó por el pelao rejugado y flojo y al no hallarlo regresó con las mismas. Una vez lo vio perderse en el camino, el niño tomó rumbo de San Jacinto, de donde se fue con unos primos como ayudante de cacharros. Llegaron a Barrancabermeja, donde volvió a quedar en el aire, pues su pariente Antonio Estrada, dirigente sindical, olió que lo iban a matar los del Gobierno, no espero que amaneciera y desapareció.
      Al quedar solo, en vez de regresar, Eduardo siguió para adentro, hasta meterse en el mundo del llano, donde hizo de todo para forjarse, hasta este diciembre, en que picado de nostalgia, retornó al pueblo que lo vio nacer.

miércoles, 23 de enero de 2013

Impresiones

La discriminación racial

Por Nadim Marmolejo Sevilla

El Racismo es una herencia maldita que ni siquiera el espíritu humanista que caracteriza a nuestra época ha podido erradicarla por completo. Sólo basta ver lo que le pasó hace poco a la sanandresana Jackeline Howard en el aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena o enterarse uno de que el afamado cantautor Alfredo Gutiérrez dijera “estoy más contento que negra paría de blanco” —tras recibir una condecoración en Sincelejo la semana que acaba de pasar— para darnos cuenta de ello.

      Es como si el hecho de haber superado el sedentarismo intelectual que promovía la Iglesia en el pasado y haber logrado que la ciencia haya puesto al alcance de todos sus deslumbrantes hallazgos, no fuesen suficientes elementos de juicio para comprender que toda persona tiene los mismos derechos y libertades, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, o de cualquier otra índole.

    Una de las cosas que aún persisten, rabiosamente, inclusive, es la resistencia de muchos a reconocernos como mestizos —ya sea por la sangre o por la cultura— como lo hizo Bolívar cuando pensó en la necesidad de independizarnos de España. Fue de los primeros en concebir que ya no se podía hablar de un continente indígena o africano o de blancos europeos, sino de un continente americano.

      Y eso es América en general. Un tejido humano hecho con las agujas dolorosas de las tragedias que nos tocó padecer. Una sociedad enriquecida para siempre con los aportes de la historia que nos correspondió en suerte y las corrientes de intelectualidad que inundaron estas tierras.

      El hecho de que la esclavitud se hubiera dado en este terruño, es bastante razón para desterrar, de una vez por todas, la discriminación racial. La ciencia, la filosofía, y la experiencia de nuestros ancestros, nos han demostrado que se trató de la peor equivocación cometida por la humanidad.

      “Fuimos educados desde tiempos inmemoriales en la peregrina idea de que hay una ortodoxia sexual de la que sólo se apartan los pervertidos y los locos y enfermos, y hemos venido transmitiendo ese disparate aberrante a nuestros hijos, nietos y bisnietos, ayudados por los dogmas de la religión y los códigos morales y costumbres entronizados”, ha dicho el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

      Y agrega que “le tenemos miedo al sexo y nos cuesta aceptar que en ese incierto dominio hay opciones diversas y variantes que deben ser aceptadas como manifestaciones de la rica diversidad humana. Y que en este aspecto de la condición de hombres y mujeres también la libertad debe reinar, permitiendo que, en la vida sexual, cada cual elija su conducta y vocación sin otra limitación que el respeto y la aquiescencia del prójimo".

      Por eso, hay que sacar de nuestra memoria aquellos conceptos impuestos por las cúpulas sociales de antaño —y las que subsistan al presente— que consideran el color de la piel como factor determinante de las calidades y cualidades de un ser humano. No es tiempo ya de estas distinciones absurdas.

      Nada como la reunión del color y del ritmo, de la energía y la esperanza, que se dio en este cruce de razas que hubo aquí para desprenderse de aquellos dogmas que aún no aceptan que es un error pretender desconocer que el ser humano es libre, un individuo inviolable, un ser soberano por naturaleza.

*nadimar63@hotmail.com

martes, 22 de enero de 2013

Vamos a andar

Delincuentes e indecentes

Rodrigo Ramírez Pérez

Mientras se siga haciendo apología a la delincuencia desde los medios de comunicación masiva, la sociedad colombiana tomará mucho tiempo para cambiar la cultura del dinero fácil.

Mientras se piense que el negocio del entretenimiento entre más lejos esté de principios y se conciba que la banalidad sea el mejor modelo para tener a las masas cautivas, no esperemos cambios sociales en el mediano y largo plazo.

      Mientras los realizadores de las series de televisión y el cine colombiano sigan creyendo que lo que más vende son los clichés del narcotráfico, la ilegalidad y la banalidad, será muy dura la tarea para que la formalidad en los negocios y el progreso con buenos principios sean los modelos de una sociedad equitativa.

      Mientras las estaciones de radio perpetúen la chabacanería como estrategia de rating y utilicen los concursos de sintonía para otorgar premios  estaremos perdiendo todo esfuerzo por tener una sociedad decente.

      Mientras el negocio de algunos medios impresos es vender la crónica roja por encima de los derechos de las víctimas y sus familiares, el respeto por la humanidad se desvaloriza más.

      En fin, es tan grande la labor que nos corresponde a los medios de comunicación masiva en el proceso de construcción de ciudadanía, que muchos de los que hacemos la tarea ni siquiera estamos consciente de lo que comunicamos y al servicio de quién estamos.

      Soy un convencido de que los medios de comunicación juegan un papel importante en la construcción de ciudadanía, no se trata de no contar las realidades ni esconderlas, se trata de darle el tratamiento responsable, donde no sea necesario el maniqueísmo, pero sí que quede presente la dignidad humana, y es esa, donde los productores y manipuladores de contenidos para los medios de comunicación en muchas oportunidades están al servicio de unos interés distintos al de la construcción de ciudadanía, y esa es la parte grave, porque lo que finalmente importa en esos segmentos es tener lucro sin asumir las consecuencias sociales de los contenidos estratégicamente elaborados con fines económicos.

      No estamos diciendo que se hagan productos hartos y aburridos para los medios de comunicación, lo que estamos planteando es que tengan el principio de la dignidad humana y los equilibrios, donde la sociedad pueda sentir que han recibido una información que les respetó y les enseñó.

      Hay buenos ejemplos de esos contenidos respetuosos y con dignidad humana sin ser hartos y aburridos, es el caso de, Yo soy, Betty la fea. El seriado de telenovela más exitoso en el mundo, visto en  más de 100 países y con 23 adaptaciones internacionales, lo que le valió en el 2010 su ingreso al libro de los records guiness.

      En esta serie no fue necesario hacerle apología a la delincuencia del narcotráfico o algo similar, fue sin duda una parodia cotidiana donde la dignidad humana se reflejó, y por eso, sus televidentes se vieron evidenciados en sus contenidos, he ahí el éxito.

      Entonces si hemos tenidos buenos ejemplo como esta serie, además de muchas otras, que también con dignidad humana, han puesto el nombre de Colombia en alto, y no sólo en televisión, sino en contenidos de radio y medios impresos, entonces por qué seguimos insistiendo en las etiquetas de delincuentes e indecentes.

lunes, 21 de enero de 2013

Desde el malecón

Acerca de Yolanda de los vientos, novela ganadora del premio nacional de novela Manuel Zapata Olivellla 2012.

Por Ignacio Verbel Vergara

Yolanda de los Vientos, la mujer sensual, la de armas tomar, la que no teme subir a la grupa del peligro en pos de la consecución de sus sueños o en la concreción de sus pálpitos…

Yolanda de los Vientos, un texto entre la crónica y la novela, entre el lenguaje periodístico y el lenguaje literario, con una estructura  cuasi circular.

      Yolanda de los Vientos, un acercamiento  quizá inintecional a la novela histórica, a la narración que hurga las llagas sociales y les exprime la pus en busca de una necesaria sanación, de una estación dichosa en que los alaridos, los asesinatos, las tropelías y los vejámenes contra la especie humana por parte de los propios humanos, lleguen a su fin, en que los personajes tienen asidero real aunque  el autor les maquille los nombres, la descripción de las fisitudes…

      En este texto, Hamburguer realiza vívidas y afortunadas descripciones del paraíso acuático de la Mojana, de las vivencias orgiásticas de muchos de los personajes, del sabor y color de la música y de las danzas del mundo Caribe. Con eficiencia nos retrata los aromas del chandé, del puyón, de la chona y además nos pinta con pelos y señales  el mundo de corrupción y de violencia en que politiqueros y asesinos se ferian los erarios de las regiones, la paz y la vida…

      Esta que pareciera ser la historia de Yolanda De los Vientos Pulecio Barrientos, “La Pulecio”, es más que eso: es la radiografía de una época, de unos escenarios trágicos, del alma satánica de unos personajes que sembraron los caminos de las sabanas de Sucre y Bolívar de sangre, llanto, escarnio y lágrimas…

      Con mano segura, el autor nos presenta la vida de ruinas, miserias, penas y equívocos mortales de algunos de los personajes o la vida ruin, monótona y deslustrada de otros.

      Para urdir esta historia, el periodista Santiago Valdés, especie de alter ego de Hamburguer, echa mano de la entrevista casual, de la entrevista planificada, de la lectura de un diario de la protagonista así como de sus propias observaciones.

      Partiendo del tema aparente del erotismo que desborda, Yolanda de los Vientos se nos introduce en espacios en que podemos develar:

1. Las liviandades de la época post moderna.
2. Las eternas ruindades propias de la condición humana.
3. Las terribles actuaciones del narcoparamilitarismo  y de la parapolítica.
4. Las prácticas libidinosas de gran parte del clero que predica contra la fornicación y en pro de la fidelidad y el sagrado amor.
5. Las secuelas culturales, económicas, políticas y sociales que la élite mafiosa deja en los distintos sectores de la sociedad.

      Pero Hamburguer se apropia también de las actitudes carnavalescas, hiperglósicas y dialógicas de los actantes para conducirnos a infiernos que se creían imposibles o ya superados.  El narrador quiere mostrar las relaciones eróticas como la posible salvación, como una forma de romper  el encerramiento de la conciencia transmutada por la violencia, pero ello tampoco es posible.  El mismo Santiago Valdés, periodista  encargado de escribir la historia, intenta en un inicio salir de su mundo de miserias, componendas y exclusiones a través de la posesión del cuerpo  casi perfecto de Yolanda, pero no lo consigue, Y la misma Yolanda, que se ufana de copular con tres varones alternadamente, tampoco se salva. Su infierno es la existencia dentro de un mundo ruin surcado por las mentiras y la coerción.

      El narrador nos dice que “mas que un novelista, es un cronista que ha querido llegar al alma atormentada insaciable en el amor”, pero de verdad que va mucho más allá y en ello reside el gran valor de este texto, pues a partir de la creencia de que  el núcleo narrativo se desprende  del postulado de que “Yolanda de los Vientos se había entregado a los brazos del mundo carnal”, se sumerge sin dilaciones ni deudas en la develación puntual del fenómeno criminal del paramilitarismo en los Montes de María y en el Golfo de Morrosquillo. 

      Con esta, su segunda novela, Alfonso Hamburguer enriquece mucho más la que se ha propuesto como novela de la violencia montemariana y nos ofrece una cauda de sucesos que configuran de por sí un intento de novela histórica, que hace de la crónica su herramienta configurativa. 

domingo, 20 de enero de 2013

Por el ojo de la cerradura

A propósito de  la novela: “Círculo en llamas” de la escritora Elvia Chadid Jattin 

Por Tito Mejía Sarmiento

Novela narrada como  una especie de anécdota costumbrista, sin perder el otro sí, de  la universalidad conceptual que va deduciendo el lector a través de unos caracteres técnicamente expresivos, con un estilo literario sencillo y algunas veces terso,(…teniendo como testigos el mar, que a esta hora su blanca espuma de las olas, borda de finos encajes la arena de la playa, y su vaivén se escucha igual a una electrizante y romántica melodía que llega al alma) es decir, la autora le apuesta más bien al valor de la comunicación que a la propia discrepancia experimental en que se debate la prosa hoy en día en nuestro país. 

      Esta novela “Círculo en llamas”, cuenta una bella, misteriosa y lúcida historia en 302 páginas, donde el lector se  introduce en lo más profundo de los entresijos del corazón de los personajes, especialmente de Elías, María, Antonieta, Francisco y Adonai, reflexionando sobre el estado psíquico y emocional de los mismos y, en quienes se agigantan sucesivamente las pasiones: el amor, el odio, la compasión, la traición, el desprecio, el entorno regional, el racial desdén al sufrimiento y hasta la propia muerte de muchos miembros de una prestante familia (Gebraim Abdías) venida del Medio Oriente, que tuvo asentamiento en una pequeña población del departamento de Sucre, Colombia hace muchos años: “En ese pueblo, Elías y María Gebraim Abdías abren un almacén con mercancía importada de Francia y trabajando de sol a sol, con inteligencia y tenacidad, amasaron una considerable fortuna hasta construir una especie de imperio. Se convirtieron en latifundistas con enormes hatos de ganado vacuno, grandes caballerizas, piaras de cerdos que crecían y engordaban libremente en las extensas y productivas tierras sembradas con árboles frutales de diversas variedades, amplios pastizales donde pastoreaba el ganado”. Personajes que sufren, sienten y padecen, pero que también sueñan y consiguen lo deseado. Personajes que tienen que salir de sus casas, de su ciudad, de su entorno y de su país, para poder vivir la vida como la sienten. Personajes emigrantes de sus cuerpos, de sí mismos y sus deseos.  Concretamente esta novela, nos mete de lleno en una barca cuya travesía enfrenta enredos aristócratas y enardecidas comparaciones teologales. La trama flota por los caminos de Dios y las trochas del diablo.

      La novela “Círculo en llamas”, como cualquier entelequia que se levante, será de todos modos,  relacionada con una muy subjetiva pureza de amor y odio que hará de una realidad, un vitral esparcido por todas las beldades inflamables que van pulverizando tiempo y espacio con su despiadada disolución de los perfiles preestablecidos: “Antonieta frustrada por su soltería, veía con amargura trascurrir los días, meses y años, en la intimidad de su alcoba maldecía por no haber encontrado al rey de sus sueños, tener por fuerzas que reprimir el deseo de ser poseída por un hombre que la hiciera estremecer hasta los tuétanos”.

      Si una novela como ésta tiene algún sentido, es que haya lectores que puedan escudriñar en sus páginas, respuestas a preguntas que todos nos hemos hecho en alguna ocasión en nuestro trasegar diario, es decir, encontrarán en ella un fiel reflejo de pronto de sus propias vidas: “Si alguna vez no actué con justicia, perdónenme. Mi fin está cercano, eso me impulsó a dejarles estas cartas, consérvenlas para que recuerden a este padre que quizás no les prodigó el amor, afecto y cuidados que debía; mi deber fue desempeñarme como padre y madre, por confiado no cumplí. Los amo con infinito amor, los bendigo y de nuevo les pido perdón. Atentamente, Adonai”.

      ¡Por último les digo, respetados lectores, métanse en el Círculo, que se quemarán de emoción. No habrá que echarle agua a las llamas!

Letras sin fronteras

Sobre mi olvido

Por: Irene Ángel Agudelo

Hoy me dio por escribir sobre mi memoria y el olvido, pues lo hago antes de que olvide lo que tengo que decir. Mi abuela sufrió Alzheimer, mi tía lo está sufriendo, y parece, dicen las malas lenguas, que sigo yo, pero estoy aplicando la de mi mamá, leyendo y releyendo para que no se me olvide nada, ella dice que así le gana la guerra a esta triste enfermedad, pero igual, cuando a los padres les llega o, cuando a mí me llegue, hay que saberla enfrentar, claro que cuando a mí me llegue, ya no recordaré que tengo que enfrentarla. 

      Escribo esto, porque ayer escuché cuando mi papá le dijo a mi mamá, “amor, cómo es que usted se llama”, mi mamá se puso triste y, nos pusimos a llorar, en ese momento nos dimos cuenta de que estaba perdiendo la memoria, y que mi papá se nos está yendo a pedacitos de olvido. Los médicos dicen que fue por dos isquemias cerebrales, pero que no es Alzheimer, eso me tranquilizó un poco, pero después mi memoria trabajó rápido y me recordó la herencia familiar, menos de mi mamá que dice que eso se alivia leyendo y, todos los días la veo ejercitando su cerebro, pues dice que ella no se va a dejar. No sé si algún día también le dará, pero a sus 80 años, se ve muy lúcida. A la que le ponen cuidado y mucho, es a mí, se me olvida todo, me dicen que vaya a la tienda naturista, que allá me pueden ayudar, entonces, hice caso y fui, pero luego se me olvidó tomarme la pastilla, que ahora no recuerdo su nombre, ni lo sé escribir, pero sé que suena a chino, y mis hermanas y mi mamá, son las que me recuerdan día a día, que es hora de tomarlas. No voy a decir que olvidé todo, pero veo que sí olvido eventos, que algún día a lo mejor, tuvieron su importancia, por ejemplo, hoy me encontré con una amiga que me preguntó si me había casado con Juan y extrañada dije, -yo nunca he tenido novios con ese nombre-, pues me juró que sí, y me fui tranquila, pensando que si pasó por mi vida, fue sin pena ni gloria, pero aún sigo pensando quién es Juan y qué hizo tan horrible, como para olvidarlo. 

      Otro encuentro con el muro del olvido, es cuando hablé con mi vecina, yo sí veía que me miraba y trataba de decirme algo, hasta que se decidió y me preguntó si no la recordaba, ella jura que salimos mucho a la taberna de un amigo, de la taberna me acuerdo y, de ella, no quedó registro alguno en mi memoria, pero cuando hablo con ella y la veo pasar, pienso que a sus veinte años, que dice teníamos, tuvo que ser muy buena “conocida”, la voy a llamar buena amiga para honrarla, pues ahora es muy buena vecina y estupenda conversadora, sí le expliqué decentemente que de las amigas no me olvido nunca. 

      Sigo contándoles, que hace poco tuve un encuentro literario con un amigo, me pregunta sobre mis lecturas borgianas y juré en ese momento que no recordaba, y releyéndolo, recordé que sí leí casi todos sus cuentos, pero lo recordé por una frase específica o cuando llegaba al final. Releo mucho, vuelvo y releo, todo lo que más pueda, no solo a Borges, sino los clásicos y los modernos, porque sé que dentro de dos meses me lo vuelven a preguntar y ya no lo voy a recordar. 

      Dicen que vaya al médico, que a lo mejor sufro de alguna enfermedad grave o estoy empezando a recibir la herencia, digo que soy joven aún, pero tengo que admitir que joven de espíritu, pues aunque de cara lo sigo siendo, (como dice un amigo, más de cuarenta, pueden ser cien), la documentación no miente. Así digo que tengo ticinco y que la vieja, es la cédula de ciudadanía.

      Por si los olvidó, no me olviden, que sigo en los grupos literarios haciendo las entrevistas, que he olvidado hacer y, las que tengo desde diciembre, juro que esta semana publico una de ellas, antes de que se me olvide.

jueves, 17 de enero de 2013

Arcoiris

Desde El Greco (-1548), Rubens (-1577)…Hasta Manga (-2013)

Por Yamile Aisa Quiroz

Nunca nadie se imaginó que los estilos representados tan bien visualmente por estos maestros de la pintura se expresaran simultáneamente hoy: Twggy y el Gordo Rodas.
Nuestras modelos de pasarela y muchas de esas tristemente modelos de anorexia para nuestras jóvenes inseguras de su ser femenino.
      
      Y por otro lado los obesos extremos, quienes para levantarse de la cama necesitan un malacate: también inseguros de su ser interno y eterno.
      Resultado fatal para unos y otros cuando se incurre en un procedimiento quirúrgico mal hecho: la liposucción. O cuando el organismo no responde por estar deprimido. 
      En qué momento nos desviamos del placer sano y vitalizante de una buena comida?

      Acaso al ver las personas de Biafra y las que tenemos al lado en las favelas y barrios de invasión, nuestras mentes quisieron hacer algo y al identificarnos con ellos, en lo profundo solo queda como reacción vomitar lo poco que se come?
      O por el contrario quisimos guardar suficiente  para no padecer como ellas y la despensa pasó a ser un hangar?

      Hoy al ver una mujer de veinticinco años a lo sumo, delgada, alta, elegante, ejecutiva?, recordé que de niña hasta los once años me acompañó la delgadez. Luego llegué rozagante a mi pubertad, luego de los quince años: delgada pero rellenita.
      Y siempre me sentí satisfecha hasta que médicamente me hicieron la siguiente observación: ¨hay que bajar de peso¨  y de pesos por consiguiente, pensé yo.

      Hoy habiendo pasando las puertas del 2000 y así mismo habiéndonos enfrentando a las profecías  del 2012 e iniciando el 2013,  nos asaltan las imágenes irreales de jóvenes de ambos géneros que han decidido parecerse físicamente a los muñecos-caricaturas-manga creados por un japonés, en los cuales se percibe un duende o una hada, ya sea con cirugías o con maquillajes, con los que logran una delgadez extrema, cambio de color de cabellos y ojos.
      Nuestra insensibilidad e inconsciencia personal y espiritual han permitido que nuestros jóvenes se sientan inseguros de su cuerpo, de su ser interno, de su mundo…
      Acaso porque estamos los adultos acabando con el planeta y antes de lograrlo, ellos intentan hacernos un llamado de atención desde su negativa a ser lo que son?  
      Es tarea de los padres, de las instituciones educativas incluso de dirigentes de las diversas religiones, ayudar a reorientar esta visión equivocada de la autoimagen en los jóvenes. Esta reorientación permitirá un(a) adulot(a) ajustado psicológica, emocional y espiritualmente. 

      Muchas de las actitudes que llevan a estas conductas equivocadas de los jóvenes hoy día, son Las Armaduras  Psicológicas. 
      Qué  símbolo representa la armadura oxidada que hay debajo de cada uno de nosotros, nos la podremos quitar? 
      Realmente toca hipotetizar, filosofar un poco y recordar psicología del inconsciente: Si está debajo de nosotros se supone que no está a la vista de los demás y en algunos casos ni de nosotros mismos.
      Si está oxidada representaría lo que no usamos muy frecuentemente, ni la engrasamos porque creemos que no la necesitamos, pero allí está.

      De todas formas lo que está debajo y está oxidado es lo que escondemos, no queremos ver o dejar ver, no usamos y pretendemos que los demás se olviden de ella.
      Pero sin embargo es tan importante que no la eliminamos, allí está, es una armadura, es protección, es grande, es gruesa, rígida, pero a veces también es cierto que nos puede incomodar, nos molesta para movernos más libremente para encontrar nuevas respuestas más dinámicas, más actuales, entonces qué debemos o podemos hacer?

      Recordar que es factible –seguro– que todos la tenemos allí de diferentes características según las experiencias, vivencias de cada uno y, según cada caso será más o menos difícil de quitar o,  por lo menos reconocer.
      Ese es un buen principio, reconocer que tenemos esta armadura, y poco a poco mediante la reflexión, acompañamiento con personas expertas, sean psicólogos clínicos, o psicólogos transpersonales, o personas que profundicen en la parte espiritual, se puede poco a poco ir conociendo, limando la armadura, su orín, para darnos cuenta qué tan brillante fue algún día, que servía así. Para eso fue. 
      Pero que ya no es necesaria, ya no necesitamos protegernos de nadie. Porque podemos tener una armadura más fuerte y con mayores elementos a compartir con los demás como son la comprensión, la tolerancia, y básicamente el amor. 
      El amor a nosotros mismos, que nos permite desde niños ser fuertes  y no requerir armaduras para defenderte  de los demás con una autoestima correctamente fortalecida sin llegar a un ego exagerado, seremos mejores personas y más tranquilas...  Sin necesidad de exagerar en la ingesta de alimentos, ya sea por exceso o defecto…

      Bien, ahí si te toca a ti.  Pero vamos a ver, no somos ni peores ni mejores sino complementarios... 

Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca.                                                                                     Proverbio sufi

Email: gitanamora.quiroz@gmail.com

miércoles, 16 de enero de 2013

Desde las troneras del San Felipe

Donde nacen las palabras

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

No se preocupe, es sin tilde (los cipotazos de la "seño" Dora me enseñaron para siempre el saber dónde va la tilde). Ahora que los académicos de la lengua nostra se reúnen en edificios modernos y cómodos, me interrogué por el origen de tanto vocablo nuevo y he llegado a la conclusión (una de ellas) de que la gente menos lega es la matriz de muchísimas palabras. 

      No son los académicos, todos ellos muy dados a mantenerse estáticos como guardas del Palacio de Buckingham; tampoco son la gran mayoría de escritores y poetas, medrosos ante el lápiz rojo del corrector o censor social; mucho menos los profesores de español, vigilantes gratuitos, para quien el español debe ser un fósil para mostrar en el Palacio de la Inquisición. Contrario a lo que podría creerse, el filón lingüístico se encuentra en el pueblo, que no sabe de Marroquín y su Canal de Panamá, de Caro y su Constitución nuñista, de Cuervo y su biblioteca, de Bello y su Gramática, de García Márquez y sus novelas. Los verdaderos padres del verbo son personas anónimas, que pululan por las calles vendiendo loterías, helados, repuestos de ollas y otros rebuscadores que desgastan los caminos de la ciudad con su hambre. 

      Seres preocupados por la subsistencia, que no saben de escuelas, ni movimientos literarios, de estadísticas del DANE, de neologismos ni arcaísmos, que machacan una palabra, la muelen, le sacan el jugo, la extienden, la planchan y luego le cogen el dobladillo y sueltan su golpe de aire con absoluto desparpajo, y viene el otro (que son muchos) y la repite mil veces hasta estamparla en todos los oídos. Luego la palabra no tiene dueño, y viene un padre putativo (en Cartagena hay muchos) y se la apropia como cosa suya, y se inventa orígenes griegos, etimologías y otras perversidades para dejar boquiabiertos a todos (aquí somos expertos en dejar la boca abierta), y esperan la “oportunidad única y feliz” y se llevan el derecho de ser creadores eméritos. Reciben un diploma de alguna universidad —proclives ellas a dar cartones a diestra y siniestra— y ya están hechos con su hoja de vida gorda para un cargo en el exterior. 

      Otro grupo destacado en la génesis de las palabras es el gremio de la “coletería". En él las palabras tienen otro significado: Azul no es un color, sino estar en el limbo; camufle, es irse a dormir; batallar, es molestar o irrespetar; pana no es una tela, sino un amigo; güiro, no es un instrumento musical, ni una planta, sino qué es tu "vaina", cuál es tu caballo de batalla, qué te traes; parcero es amigo. ¡Ah, y conste —bajo amenaza de demanda— que Siddartha no “mete” cannabis ni estuvo en Ultramar brincando "extasiado"!    

miércoles, 2 de enero de 2013

Edición N° 6

Letras sin fronteras
Irene Ángel Agudelo
Los abuelos nunca mueren

Impresiones
Nadim Marmolejo Sevilla
Diciembre llegó

El ojo de la cerradura
Tito Mejía Sarmiento
Luís Altamiranda Sandoval, todo un veterano de la radio

Hispanorama
Alicia Rosell
Rememorando los comienzos de la crisis editorial en primera persona

Bitácora
Pedro Conrado Cúdriz
El complejo mundo de las cosas

Arcoiris                                                              
Yemile Quiroz Quiroz                                                                                                                              
Adiós a los carros 

Mundo de palabra
Jairo Cala  sOtero
Del «árbol de la amistad» debe caer la fruta «podrida»                                               

Epona grita
Ruth Patricia Diago
Mejor tarde que nunca

Vox populi
Alfonso Hamburger
Ensalada española: una mezcla confusa sin conexión

Sería más fácil callar
Rosemary Maciá
Entendiendo a Gerlein

Desde el malecón
Ignacio Verbel Vergara
Ridíuko e indignante

Atapaz
Juan V Gutiérrez Magallanes
Navidad en el Barrio del Puente

Desde las troneras del San Felipe
Juan Carlos Céspedes Acosta
Identidad cartagenera