lunes, 29 de junio de 2020

Bitácora

De lo banal y otras fiestas

Por Pedro Conrado Cúdriz

Hay cosas banales, explicables. Y hay otras que son inexplicables. Cosas. Por ejemplo, ver todos los días al Presidente Duque salir en el marco de la televisión nacional a la misma hora todos los días, así como lo hacen los periodistas de los noticieros nacionales. 

Y todos sabemos – bueno, no todos-, en qué terminan los mismos en la mañana, en la tarde y en las noches. Verlo vestido de Presidente y como si fuera para una fiesta, me regresa a mi infancia. Verlo me recuerda mi época de niño y me lleva a las imágenes de alguna fiesta programada en el barrio. Mi madre me programaba para la fiesta. Sí, me programaba. Por la tarde, todas las tardes, se destaca el sonido de la voz presidencial, voz calmada –no se ven las partículas salivales brotando de su boca, veneno contagioso de palabras. Me impresiona su banalidad y su encartonada indiferencia por aquellos que viven y lo ven del otro lado del estudio que emite su voz y su imagen fiestera. Usa una máscara invisible que le oculta su profunda identidad y también su verdad. La verdad de todos. Parece un verdadero periodista de opinión. Enfrente de él puede tener un telepronter, una máquina para las simulaciones. Y hay, además, otras cosas inexplicables, banales, la audiencia mansa, por ejemplo, todos los aparatos de los televisores prendidos a la hora de siempre y su imagen monopólica y estrambótica –dependiendo del tamaño del televisor- queriendo escapar de la trampa de la vida. Es raro ver todos los días al Presidente Duque en la televisión nacional. Se parece al presbítero García Herrero, aquel viejo cura de las siete. Su audiencia la conforma la mayoría de las gentes que no leen nada y creen en los verdaderos milagros de la caja del televisor. Esos mismos colombianos que tienen dificultades para subsistir biológicamente y que ahora respiran con dificultad el aire contaminado de coronavirus. Esta gente pobre, jodida, y que a pesar de todo, el presidente los pone en peligro con el invento de los tres días sin IVA. Gente que ignora el valor de las ganancias de los capitalistas dueños de los centros comerciales en el primer día de IVA: cinco billones, absolutamente. Y cero pollitos para el gobierno. Esta misma gente que organiza miles de fiestas en domingos y en los días de fiestas de guardar, porque creen que el desorden viene de arriba, de los 1.600 contratos de todo tipo que investigan la Procuraduría, la Fiscalía y la Contraloría General de la Nación para atender las múltiples necesidades de la pandemia. ¿Quiénes son? 

Algo huele muy mal en la política nacional. Hay que cubrirse la nariz para entrar a otra porqueriza de la nación. Cuando creí haber terminado este artículo, mi sobrinito Juance, me preguntó si ahora el presidente Duque hace de periodista de la televisión. “¿Tío, es cierto que ya no es presidente?”  

miércoles, 17 de junio de 2020

Bitácora

Carta a los niños del futuro

Por Pedro Conrado Cúdriz 

“Los sueños se marchaban de viaje. Helena iba hasta la estación del ferrocarril. Desde el andén, les decía adiós con un pañuelo.” Eduardo Galeano, El adiós de los sueños. El libro de los abrazos.

No sé cómo decirlo, pero quizás cuando vengan al mundo con su carga de adversidades y animales salvajes de todos los tipos, éste será tan pobre y desigual que alguien podrá observar o pensar que todo fue calculado como ocurre en las matemáticas. Habrá Estado, pero no habrá País. Una turba de hombres venidos del inconcluso y oscuro presente - que arrasó con lo que la tradición llamó institucionalidad, que no es otra cosa que la decencia de un mundo apreciado -, harán añicos los sueños de todas las generaciones contemporáneas que ya nacieron o están por nacer. En ese mundo del pasado figuraban mal que bien la delicadeza, la honorabilidad y la vergüenza.

Apellidos históricos como los Vargas Lleras, Los Ospina, los Santos, los Pastranas, los Gavirias, los Uribe… bestializaron lo poco que quedaba del país, y han sido tan traumáticos y dramáticos y arrolladores todos estos gobiernos, que ustedes, niños del mañana, no podrán sobreponerse a la muerte del hombre, de Dios y la esperanza.

Van a crecer en medio de las ruinas físicas y espirituales de las ciudades a pesar de la opulencia, porque cada hombre será un espejo dramático de sí mismo y campeará el cinismo, el individualismo, la pasión egoísta, el narcisismo y la Sociopatía. Nadie será espejo de otro y de aquel mundo ruin saldrán los hombres a devorarse como supremos enemigos. Sobrevendrá el caos como la marca de los tiempos. Y solo sobrevivirán los más adaptados. Es decir, los más malos.

Entonces verán crecer en la multiplicación de los panes, la envidia, la pasividad, la estupidez y el crimen organizado. Nadie podrá entonces controvertir al gobernante de turno. Y los medios de prensa y el gobierno estarán definitivamente al servicio del capital y los capitalistas. Los políticos ya no serán políticos sino burócratas alquilados al capital. Los criminales reemplazarán a los tecnócratas y conjuntamente con los banqueros organizarán un régimen plutocrático y cleptócrata. Este será el presente que les espera a los niños en el porvenir. Si no hacemos nada hoy y aprovechamos el movimiento de rebeldía contra el racismo mundial en época de Covid-19, no habrá otra oportunidad sobre la tierra para amansar esta soledad que nos gobierna.

martes, 9 de junio de 2020

Por el ojo de la cerradura

Diario de emociones, Confinamiento y Coronavirus


Por Tito Mejía Sarmiento

                                                        “Solo son flujos en el  acontecimiento de la palabra” Andrea Crespo Granda

El sociólogo, escritor y poeta amigo  Pedro Conrado Cúdriz, desde hace más de 49 días ininterrumpidos se ha venido convirtiendo en una máquina impresionantemente admirable en cuanto a lo emocional,  para fabricar palabras que plasma en su muy apetecido  blog “Piel de hierro”, el acontecer no solo nacional sino internacional a raíz del Covid 19, fenómeno que nadie tenía previsto. 

Y eso como él mismo me lo manifestara  por teléfono, lo hace demasiado feliz en la ciudad interior de su imaginación, y que además, como dato curioso, la lectura y la escritura lo han salvado de la locura pandémica, ya que son sus hábitos favoritos, que lo transportan a nuevos y viejos territorios,  amén de transformarlo  en un ser abstracto –no invisible, es decir, en un ser socialmente liberado.

Yo, que he tenido el placer de andar junto a él en tantas actividades culturales y de ver crecer de cerca su talante como escritor, crítico literario y sociólogo, invito (y no es por sobar chaqueta) muy respetuosamente,  no importa que cualquier día parezca en estas etapas lunes, no importa que nos miremos más en el espejo o que el sueño nos sacuda la última canción de la noche en medio de una vela encendida,  a que sirvan de multiplicadores de este proverbial  proyecto, de las sugerencias emocionales diarias de Pedro, en “Piel de hierro” (Facebook), ahora precisamente cuando el relevo generacional asido a la esperanza, parece abrir bien los ojos como una acertada respuesta ante las vicisitudes de los movimientos de la sociedad mundial. Al respecto, Conrado argumenta con atenuante dolor en uno de sus diarios:  

-“Hoy el color del aire que respiramos es negro.
-Amo el color negro, lo respeto, lo admiro, lo quiero por diferente, por raro.
-Si quiere ser como el hombre araña no se deje picar de la Viuda negra como lo hicieron tres hermanos en Bolivia. Se salvaron porque fueron llevados de urgencia a un hospital de la zona.
-La operación de la resta beneficia al capital. En Brasil murieron en un solo día pandémico más de 1300 personas.
-En Chile hace años un niño de cuatro años disfrazado de Superman se lanzó de un quinto piso pretendiendo volar como el héroe de las películas. No se pudo salvar.
-La vida siempre ha estado cargada de problemas. Y el nombre de esta complejidad es la Crisis. La piedra nunca ha tenido una crisis, nunca, aunque la partas o tritures”.

Entonces, ahí está la pluma de Pedro que sugiere, sentencia y recapitula todo lo humano de una realidad que nos consume el alma hasta los tuétanos, con un lenguaje coloquial, a veces retórico-anecdótico,  claro está, con la obstinación en lo habitual para que se estacionen en ella o huyan como el ave en busca de otro viento que perfile mejor su aleteo. Ahí está. 

¡Ahí está el detalle, manitos!, decía el genial humorista mexicano, Cantinflas.