domingo, 30 de mayo de 2021

EL SUEÑO DEL ESCOLTA

  • El sueño del escolta

Por Luis Payares Mercado

Era el mes de mayo del año actual. Entre el olor inconfundible del café hervido y el trinar de uno que otro pájaro, en una mañana, el escolta del ministro relató lo del golpe que había sufrido en una de sus mejillas:

Dormía yo anoche, en mi hamaca, después de haber revisado cuidadosamente sus ligues a los horcones. Entre ladridos de perros callejeros que la noche lamía en la oscura espesura, me fui cayendo en los brazos de Morfeo.

De un momento a otro yo estaba en la protesta y un hombre con vestiduras blancas como las que usan los indígenas de la Sierra Nevada, organizaba el pueblo.

Primera línea, decía, los jóvenes; segunda línea, los niños; tercera línea, los ancianos; cuarta línea, las madres; quinta línea, los solteros adultos; sexta línea, los padres no viejos… 

Yo estaba al lado del ministro Uve Elle, lo protegía como si él fuera yo. 

Un periodista se acercó al hombre de vestiduras blancas y le preguntó: ¿Por qué los niños en la fila, no es un peligro para ellos? El hombre con ojos francos y voz certera le contestó: No conozco a ningún pueblo, que se pueda llamar pueblo, si no tiene niños. Los niños son la amenaza más segura para un gobierno injusto. Olvida usted a Herodes, el Grande; que un niño, solo un niño era la amenaza para su corrupto gobierno.

Con una mirada preocupante, busqué a mi protegido y descubrí que había otras líneas detrás de mí. 

Primera línea, ordenaba un hombre con vestiduras verde oliva, los ministros; segunda línea, el presidente y el vicepresidente; tercera línea, los expresidentes; cuarta línea, los jueces y magistrados…

Cuando yo vi esto, grité y gritaba con todas mis fuerzas: ¡Media vuelta! ¡Media vuelta!...

El ministro Uve Elle me dio tremenda cachetada… Y aquí, fue cuando se partieron las amarras que sostenían mi hamaca.