miércoles, 23 de enero de 2013

Impresiones

La discriminación racial

Por Nadim Marmolejo Sevilla

El Racismo es una herencia maldita que ni siquiera el espíritu humanista que caracteriza a nuestra época ha podido erradicarla por completo. Sólo basta ver lo que le pasó hace poco a la sanandresana Jackeline Howard en el aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena o enterarse uno de que el afamado cantautor Alfredo Gutiérrez dijera “estoy más contento que negra paría de blanco” —tras recibir una condecoración en Sincelejo la semana que acaba de pasar— para darnos cuenta de ello.

      Es como si el hecho de haber superado el sedentarismo intelectual que promovía la Iglesia en el pasado y haber logrado que la ciencia haya puesto al alcance de todos sus deslumbrantes hallazgos, no fuesen suficientes elementos de juicio para comprender que toda persona tiene los mismos derechos y libertades, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, o de cualquier otra índole.

    Una de las cosas que aún persisten, rabiosamente, inclusive, es la resistencia de muchos a reconocernos como mestizos —ya sea por la sangre o por la cultura— como lo hizo Bolívar cuando pensó en la necesidad de independizarnos de España. Fue de los primeros en concebir que ya no se podía hablar de un continente indígena o africano o de blancos europeos, sino de un continente americano.

      Y eso es América en general. Un tejido humano hecho con las agujas dolorosas de las tragedias que nos tocó padecer. Una sociedad enriquecida para siempre con los aportes de la historia que nos correspondió en suerte y las corrientes de intelectualidad que inundaron estas tierras.

      El hecho de que la esclavitud se hubiera dado en este terruño, es bastante razón para desterrar, de una vez por todas, la discriminación racial. La ciencia, la filosofía, y la experiencia de nuestros ancestros, nos han demostrado que se trató de la peor equivocación cometida por la humanidad.

      “Fuimos educados desde tiempos inmemoriales en la peregrina idea de que hay una ortodoxia sexual de la que sólo se apartan los pervertidos y los locos y enfermos, y hemos venido transmitiendo ese disparate aberrante a nuestros hijos, nietos y bisnietos, ayudados por los dogmas de la religión y los códigos morales y costumbres entronizados”, ha dicho el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

      Y agrega que “le tenemos miedo al sexo y nos cuesta aceptar que en ese incierto dominio hay opciones diversas y variantes que deben ser aceptadas como manifestaciones de la rica diversidad humana. Y que en este aspecto de la condición de hombres y mujeres también la libertad debe reinar, permitiendo que, en la vida sexual, cada cual elija su conducta y vocación sin otra limitación que el respeto y la aquiescencia del prójimo".

      Por eso, hay que sacar de nuestra memoria aquellos conceptos impuestos por las cúpulas sociales de antaño —y las que subsistan al presente— que consideran el color de la piel como factor determinante de las calidades y cualidades de un ser humano. No es tiempo ya de estas distinciones absurdas.

      Nada como la reunión del color y del ritmo, de la energía y la esperanza, que se dio en este cruce de razas que hubo aquí para desprenderse de aquellos dogmas que aún no aceptan que es un error pretender desconocer que el ser humano es libre, un individuo inviolable, un ser soberano por naturaleza.

*nadimar63@hotmail.com

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