martes, 28 de octubre de 2014

El problema de los caballos cocheros en Cartagena

El problema de los caballos cocheros 

Por Santiago Villamil Bonfante

Cuando las personas van a Cartagena de Indias tienen una gran variedad de imágenes para llevar en su recuerdo: estas pueden ser sus murallas y casas coloniales para aquellos amantes de la arquitectura;  pueden ser playas, corales y manglares para aquellos amantes de la naturaleza; edificaciones modernas, hoteles de primera clase y discotecas ostentosas para aquellos amantes de lo que denominamos «darse el gustico»; y hay, por supuesto, caballos cocheros. Los cuales no sabría a sus amantes en cuál categoría clasificar, porque para amantes de los caballos dudo mucho que puedan llegar a ser. Al igual que la abrumadora diferencia social de esta ciudad, los caballos cocheros son una vergüenza de Cartagena, hacen parte de aquello que en un principio estuvo bien pero luego quiso revivirse para hacerse mal, y de mal en peor. 

Sin ánimo de darme atributos como historiador u otro calificativo de la amplia rama de las humanidades, interesadas en la no precisamente hermosa, pero interesante historia de Cartagena, dejaré claro ciertos puntos sobre el surgimiento de los coches y los cocheros en La Heroíca. Además de cierto problema semántico y chocante que tengo con la palabra «tradición». 

Los verdaderos coches cartageneros, y traídos por nuestro conquistadores, eran ligeros y de dos puestos. En el sentido común de los españoles, un caballo criollo colombiano no podía jalar cargas tan pesadas y ahora, decadas después, debemos tragarnos nuestro orgullo y malicia, porque los españoles más razón no pudieron tener. 

Como en una oportunidad me relató el historiador León Trujillo: «Los coches en Cartagena fueron desapareciendo con la llegada de los automóviles y el desarrollo de la ciudad. Fueron décadas después que el coche quiso empezar a usarse para fines turísticos y empiezan a aparecer estos carruajes pesados, que no corresponden con las medidas del Centro Histórico de la ciudad ocasionando problemas de movilidad». Tan sólo defiero en un elemento con el conocido historiador, no sé si es porque seamos de generaciones distintas o yo esté muy aferrado al argumentar con una definición, es tan sólo que para mí el paseo en coche no puede ser considerado una tradición. Veamos que nos dice el diccionario: 
tradición (sustantivo) transmisión de hechos históricos y elementos culturales de generación en generación.

Es ahí donde encuentro el problema. Hecho histórico, sí. Con cierto elemento cultural, quizá en un muy remoto punto de vista. Pero soy de aquellos defensores de que las sociedades evolucionan y guste al que le guste las tradiciones tienden a desaparecer cuando no tienen ni el más remoto pragmatismo. ¿Cuántos cartageneros de generación en generación han usado el paseo en coche? Posiblemente ninguno vivo en la actualidad. ¿Por qué es el retomar algo de siglo atrás, que desapareció de la ciudad y fue, fallidamente, revivido considerado una tradición y no un anacronismo? Aún no he encontrado quien me pueda refutar esto sin antes repetirme su consigna retrógada de un negocio privado que se las quiere tirar de patrimonio de la (falta de) humanidad. Mas sí he encontrado muchos acertando en que utilizar coches de hasta una tonelada con caballos de apenas 340 o menos kilogramos es lo más cruel, menos ético y lógico que puede ser visto a la luz pública y el turismo de una ciudad. Daría vergüenza, incluso allá atrás por la revolución industrial cuando los primeros animalistas se opusieron a la tracción animal. Los veo golpeando sus frentes en la tumba, seguro que sí. 


¿Por qué sufren los caballos cocheros en Cartagena?

El otro día con un amigo muy cercano y de los pocos que apoyan mi causa decíamos que pareciese
que los caballos se estuviesen poniendo de acuerdo para caerse y protestar frente a los medios de comunicación. En el rato que conversábamos creo que llegamos a contarnos oralmente un cuento lleno de personificación. Un cuento en que los caballos cocheros se susurran y ponen de acuerdo y discuten cuál debería ser el siguiente en protestar, caballos cansados de vivir entre los escombros y las malas condiciones para luego ser sometidos a horas de arduo trabajo sin remuneración como buen alimento o bebida. Parecería muy fantasioso esto que llegamos a imaginar pero si hacemos una
retroalimentación de los hechos llega a cobrar cierto sentido.

La bomba estalló en Mayo del presente año cuando se apreció en un video colgado a YouTube cómo un caballo se desplomaba en el centro histórico y por más que intentaba levantarse este no tenía las fuerzas necesarias para hacerlo. Ante el hecho la sociedad de cocheros dijeron que se trataba de un resbalón por la herradura. Como no tenía sentido cambiaron su argumento a que el caballo había sido cerrado por un automóvil lo cual lo hizo tropezar agotado. En unas semanas posteriores cayó otro caballo, y no es difícil suponer que repitieron su argumento. 

La Procuraduría se expresa pidiendo suspender el servicio de coches hasta que no cumpla con las condiciones adecuadas. El alcade desacata la sugerencia asegurando que realizará controles en el servicio. Promesa que queda derrumbada cuando unas semanas después se presentó un caso aún más visible para la ciudadanía y el turismo que fue el de Luchador, un caballo que cayó victima del agotamiento en El Laguito y fue atendido por veterinarios extranjeros y financiado únicamente por ciudadanos. A este punto creo que tenemos claro que la sociedad de cocheros no cuenta con asistencia veterinaria para los animales de los cuales derivan su sustento, también tenemos claro que no son hidratados ya que tuvieron que aplicársele más de seis bolsas de suero y alimentarlo con
panela, no logró ponerse en pie hasta el día siguiente. Para calmar un poco la tristeza de mis lectores, quisiera contarles que Luchador hoy descansa en una finca, lejos de quienes alguna vez lo maltrataron.

Hace aproximadamente dos semanas un caballo cochero fue encontrado muerto en Bocagrande. En la necropsia realizada hubo dos versiones: una para los medios, y otra por parte de uno de los veterinarios. Ante los medios la Umata pronunció que “La muerte del caballo se dio por razones naturales, un infarto”. Sin embargo, uno de los veterinarios presentes cuya identidad es preferible reservar nos envió la foto del corazón en el cual se veían claramente reventadas las arterias por exceso de trabajo físico, agotamiento y deshidratación. Este fallecimiento creó disturbios en las redes sociales de manera inmediata haciendo que el mismo alcalde se pronunciara al respecto. Lo que cabe destacar es que si supuestamente habían realizado una ardua labor de control anterior, yo me pregunto: ¿Por qué el caballo que falleció faltaba de algo tan básico como su herradura? ¿Los supuestos micro-chips instalados no avisaron del mal estado del caballo? Vaya que sí son extrictos los controles. Esta sesión de sucesos da una fuerza aterradora y curiosa sobre mi primer argumento. De alguna forma existe algo, sin dejar mi escepticismo aparte, que ha hecho una demostración de lo que a diario viven estos caballos. Llámalo como quieras; conspiración equina, un llamado divino al buen trato hacia los animales, etc. Yo particularmente me siento muy cómodo al asegurar que esto hace parte de esa ley universal en donde algún día la verdad sale a relucir, fuerte como el sol e imposible de llegar a taparse con un indice, así sea el del alcalde.

Por algo la semana pasada se desplomó otro caballo cochero, uno de los nuevos según aseguran, el cual hongos en su herradura y heridas en sus patas marcan su cuerpo equino. Lo fuimos a socorrer en Bocagrande y fue decomisado tanto el coche como el caballo. La historia que no salió en los medios, y me tomaré el atrevimiento de resumir, es que el caballo no pudo ser transportado al lugar de reposo debido a que la Umata no contaba con transporte. Aceptamos por ende que uno de los cocheros prestara su camión para transportar el animal. Terminó siendo una trampa, parecida a aquellas uno cree solo ver en las novelas, puesto en vez de transportarlo al lugar de descanso estipulado, incumplieron la ley frente a la mirada de la policía y cuatro carros repletos de ambientalistas, llevando el caballo a una de las caballerizas. Si no fuese por la contundente autoridad de una policía que nos acompañaba el caballo seguiría aún trabajando con una pata herida. 


Las erróneas propuestas para solucionar algo de profundo trasfondo

A todo el mundo le encanta opinar sin unirse a la causa. Existen otros servicios de coches en el mundo, sí. Pero es que a esos caballos no se les hace cargar más de lo que su anatomía permite, a esos caballos no se les hace descansar entre las basuras y escombros. En otras partes del mundo usan algo llamado ética, usan herraduras especializadas que no hieran al caballo. En otros sitios tres familias no viven de un caballo explotado. Pensar que el servicio de coches cartagenero alcanzará algún día ese nivel es utópico, sabiendo que aun al día de hoy estos señores exigen que construyan las caballerizas con dinero del distrito. Si crees que unos percherones o  sólo el control darán verdaderos frutos, con todo respeto te debo decir, deja de tener tanta fe que estos desde hace rato dejó de ser lo que alguna vez fue en la colonia. 

lunes, 13 de octubre de 2014

El origen del chat

El origen del chat 

Por: Luis Payares Mercado

Ahora con la nueva forma de comunicación escrita a través de las redes sociales, que como caballito viene cabalgando día a día, entrándose en la comunicación de nuestra lengua castellana y, dejando un entender; como,  si  cuando se usan  estos canales o medios de comunicación no tuvieran nada que ver con nuestra Lengua.

Los usuarios de estas redes, por la rapidez a que no se pierda la idea a expresar, no evocan ninguna regla ortográfica ni de puntuación y,  a sabiendas que el ordenador le muestra una línea roja en subrayado indicándole que la expresión o término está envestido de error; así se envía y el que lo recibe lo entiende aunque sepa que se omitieron reglas de nuestra Lengua.

Tratar de enseñar o recordar reglas idiomáticas  a los cibernautas es recibir reproches e insultos, argumentando que  se les está invadiendo su libertad de expresión, manifestando que lo importante, es que se entienda lo que se quiso decir. El receptor cuando no logra este acometido responde con un (ja, ja, ja…) y el emisor cree que fue entendido.

En el aula de clases; desde  antaño, antes que las redes informáticas aparecieran, ya los alumnos venían  practicando el chat escribiendo en papelillos, pasándolo entre ellos  y escribiendo sus aportes a la idea en exposición.  En ciertas ocasiones cuando  son sorprendidos por el educador; algunos les interrumpe y destruyen tal acción comunicativa; otros, los utilizan para corregir la ortografía y puntuación, haciendo del canal o papelillo una vergüenza comunicativa; diciendo que escribieron por decir algo: “amor con h, boca con v, vida con b, entre otros”.

Con el tiempo se vio que las empresas de las comunicaciones en el mundo y, aquí en Colombia (Telecom) habilitó cabinas para que la gente se comunicara de manera personal y que otros no escuchara sus mensajes; y hoy,  lo vemos en los cafés internet, cómo las personas; tal en el salón de clase desde su puesto o cabina se comunica de manera escondida como actividad intima.  Esto también lo trajo el celular, las tables,.. pero sin el derecho de usarlos en el salón de clase;  para premiar el chat que se inició en las aulas con estudiantes que desde entonces son  llamados, por algunos educadores como hiperactivos o promotores de indisciplinas en los salones.  

El ojo de la cerradura

¡Y con ustedes, Pelusa en el piano!

Álvaro Cabarcas Charris, director y productor musical de la Banda Caramba, mejor conocido en el mundo de la farándula como 'Pelusa’.

Por Tito Mejía Sarmiento*

La lluvia no cesa en Barranquilla, la famosa esquina del Caribe colombiano, más bien parece incrementarse de una manera intimista. El aguacero suma más de dos horas. El reloj que cuelga en la pared de la sala de mi apartamento señala las 4 de la tarde de este lunes 22 de septiembre de 2014. Desde la ventana, veo crecer un arroyo que sigue raudo como si conociera de memoria la calle que ha de recorrer hasta rematar su embate en Bocas de Ceniza, ahí donde el río Magdalena se besa con el mar Caribe con implacable pasión desde tiempos inmemoriales.

De repente, mi celular timbró. Identifico la voz de Álvaro Cabarcas Charrys, director y productor musical de la Banda Caramba, mejor conocido en el mundo de la farándula como 'Pelusa’.

Este músico barranquillero nacido en el populoso barrio Cevillar, con 37 años de vida musical y que ha sido pianista de las más cotizadas agrupaciones de nuestro país como Alma Latina, Los Rivales de Colombia, la Revelación de Juan Piña, el Grupo Niche, Guayacán Orquesta, Grupo Galé, La Verdad de Joe Arroyo, amén de haber acompañado en muchos escenarios del mundo a connotados solistas como Tito Gómez (q.e.p.d.), David Pabón, Oscar D´león, Papo Rivera, Bobby Cruz, Maelo Ruíz, Charlie Cardona, Andy Montañéz, me responde cada pregunta sin tapujos como cuando el sol lanza su ardiente llamarada sobre el amanecer de una urbe cuyo silencio humilla: “Tito, sigo en la lucha con mi propia banda musical desde el 2002, con la fe de posicionar internacionalmente otra vez, salseramente hablando, no solo a Cali, ciudad donde vivo hace muchos años, desde cuando el maestro Jairo Varela me contrató para que hiciera parte de su famoso Grupo Niche, sino a mi natal Barranquilla, y en fin a toda Colombia, ya que necesitamos con urgencia una representación seria en cuanto a la esencia de la salsa clásica”.


Barreras al momento de la promoción

Comienza a centellear en medio del aguacero, entonces, le sugiero al maestro Pelusa que pospongamos esta interesante entrevista mientras cesa la tormenta, pero él me dice, espera un momento y te redondeo la idea, Tito, como si las centellas encandilaran también su alma : “No es justo que un artista nacional lleve a cabo, por ejemplo, un proyecto bueno y costoso, para que más tarde, cuando ya se cristaliza, el artista sale a promocionarlo en algunas emisoras y enseguida, se encuentra con “ciertas barreras”. Yo no las patrocino y les pido a mis colegas músicos que tampoco porque de lo contrario, nos estamos poniendo la soga en el cuello. Por eso, para la temporada de carnaval nuestros músicos se comen un cable ya que algunos empresarios prefieren los foráneos en un 90 %. Es más, resucitan artistas muertos musicalmente y no quiero dar nombres para no herir susceptibilidades, pero la gente los conoce perfectamente. Artistas que fueron y ya no son, no tienen tarima porque hace años se bajaron de allí y los llevan a Quilla con tanque de oxígeno, con muletas y lo peor es que algunos llegan con ínfulas de estrellas, gritando y tratando mal a los músicos locales que los acompañan en sus presentaciones. Ojalá la nueva reina del 2015, la lindísima Cristina Felfle Fernández de Castro prefiera más la calidad de los músicos nuestros.”


¡Caramba, Alvarito, por fin te veo!

Álvaro no tuvo que dar tantas vueltas para hallarle el muy sugestivo nombre a su agrupación: “Siempre quise rendirle un homenaje a la memoria de mi madre Margarita, a su alegría que jamás olvidaré, a su valentía, a su palabra, y a la tácita falta que me hace. Cada vez que una gira del Grupo Niche duraba por lo menos un mes por fuera de nuestro país, al regresar, yo la buscaba de una, entonces, ella me expresaba: ¡Caramba, Alvarito, por fin te veo!, y sin pensarlo dos veces me dije, mi orquesta se llamará Pelusa & la Banda Caramba y acá estoy con ella desde 2002”.


El remoquete “Pelusa” parece sacado de una fábula

Cuando el carnaval se gozaba en todo su esplendor en una esquina cualquiera de Barranquilla a comienzos de los 70s y su poderoso eco abría de una el pecho que palpitaba como golpes inquietos de un tambor ante una puerta cerrada, cuando cada persona labraba en su mirada alegría y por supuesto, el dolor cedía y cuando en la frondosidad de un árbol de matarratón se anidaba la brisa que venía del mar Caribe, un niño flaco de 12 años y de invicta mirada llegaba silbando donde su vecina, la mejor modista del barrio para que le confeccionara una camisa de carnaval a su hermano mayor: “Mi hermano mandó a confeccionar una camisa de terciopelo para carnavales donde una vecina. Como esa tela tenía mucha pelusa, y yo a cada instante le decía que si ya había hecho la camisa, ella se quejaba de eso con mi mamá Margarita. Entonces, le puso a la camisa unos parapetos, lentejuelas y por último le colocó la palabra “Pelusa” en la parte de atrás, como un remoquete por la intensidad mía para que le hiciera rápido la camisa a mi hermano. Dos días después, la modista fue a mi casa y le dijo a mi mamá, que más bien la pelusa era yo y no mi hermano mayor que era un alma de Dios. Al principio me molestaba que me dijeran Pelusa, pero después con el tiempo me pareció fabuloso y así me quedé hasta el sol de hoy”, me confiesa Álvaro.

Cuando la lluvia termina de interpretar su tonada y el cielo de la urbe se pone su vestido gris, Pelusa recuerda al gran Lino Frías, el de la Sonora Matancera, como el mejor pianista de todos los tiempos y de Colombia a Hugo Molinares, Chelito de Castro, Alex Ortega, Andrés Gómez, Luis Fernando Artuz, Jaime Henao. Tampoco olvida a esos grandes soneros colombianos que acompañó con su piano: Hugo Alandete (q.e.p.d.), Charlie Gómez, Juan Carlos Coronel, Carlos Guerrero, Alex Torres, Diego Morán y a los extranjeros: Tito Gómez (q.e.p.d.) e Ismael Miranda. Pelusa igualmente profesa admiración por muchas orquestas de salsa, pero entre ellas, manifestó que la mejor sigue siendo el Gran Combo, verdadero ejemplo de unidad y disciplina.

Finalmente, Pelusa me dice que ”Es difícil en Colombia, mantener una orquesta y posicionarla porque algunos medios radiales y de televisión no creen en nosotros. Tenemos que triunfar primero afuera y ahí sí nos apoyan o tú crees, mi estimado periodista Tito, que ¿Shakira se hizo en Colombia? Ella primero triunfó afuera y luego creímos en ella. Así somos. El estado no hace nada, el Ministerio de Cultura produce risa y los congresistas no elaboran unas leyes que amparen y defiendan verdaderamente al artista colombiano”.

Tito Mejía Sarmiento *
Licenciado en Filología e idiomas, Universidad del Atlántico; locutor profesional; profesor de tiempo completo del Instituto Técnico Nacional de Comercio (Instenalco), de Barranquilla. Poeta ganador del V Concurso Nacional Metropolitano de Poesía, organizado por la Universidad Metropolitana de Barranquilla, en agosto de 2001.

viernes, 10 de octubre de 2014

Bitácora

El culpable

Por Pedro Conrado Cúdriz

Es una figura creada para la ignominia, estigmatizada y fundada según los intereses poderosos de los otros, buenos o malos, una  figura que busca exculpar a alguien de los errores cometidos, o es, en últimas, la ficción causante de alguna tragedia, como lo ha hecho el Estado desde los tiempos de la lluvia con la guerrilla. Ella es la culpable de nuestro descuadernamiento total.

Es fácil culpar al otro de lo que nos pasa, es una manía social, perversa, de los seres humanos, pero también es una debilidad; cerrar un ojo y solo mirar lo que uno quiere observar de sus circunstancias, nos puede evitar el dolor, aunque desvirtúa la verdad y la propia verdad de lo acontecido.

Para algunos columnistas de la prensa nacional y regional, a propósito de los acuerdos que buscan construir consensos en La Habana para la firma de la paz, el único culpable del desastre nacional, es el grupo subversivo de las FARC. Nadie más. Para ellos la historia nuestra tiene origen en este movimiento guerrillero, porque el Estado colombiano (y sus gobiernos) es una mansa paloma. La FARC son algo así como el infierno y el gobierno el paraíso.

La FARC son las culpables del cambio climático, del desastre de la salud, de la mala calidad de la educación, del modelo económico, del anofeles, mosquito de la familia culicidae que habita en todo el mundo, o del animal corrupto, de la familia política regional y local que habita en toda la nación.

Para estos analistas no existe la historia, ni los conquistadores y colonialistas españoles, ni Bolívar, ni la Constitución del 86, ni el Frente Nacional, nada. Y aquí el cuento no es quién fue primero, si el huevo o la gallina, si dios o la nada. Y hay una pregunta crucial para resolver el delirio de la mentira: ¿Estaban las FARC antes que el Estado Colombiano?

Y entonces ¿Por qué se habla de postconflicto? ¿Qué es el postconflicto? Comprendo que cuando se habla del postconflicto, se está hablando de erradicar las causas que dieron origen histórico al conflicto armado colombiano: la pobreza, que es la madre de todas las desgracias, la desigualdad social, los privilegios de clase, la corrupción, que es peor que la guerra, o es otra guerra contra los pobres, el sistema político de clientelas, el negocio de la salud, la mala calidad de la educación, el desempleo, la desnutrición infantil, la falta de oportunidades, el problema de los jóvenes para acceder a la universidad pública, los pueblos sin agua y energía y todo lo que no nos ha permitido vivir con dignidad.

La pregunta es por qué los columnistas mienten, por qué no dicen la verdad, cuando ellos saben  muy bien que los lectores de sus columnas no son analfabetas funcionales. Son los que a punta de tinto y cigarrillo en alguna cafetería-librería de la nación, o en las cafeterías universitarias, leen y releen sus opiniones hasta lograr sacarle sangre a las palabras escritas, hasta alcanzar el columbramiento de la realidad nacional para las inferencias, las comparaciones, las intuiciones, las predicciones, los sustos, las iluminaciones, los análisis, las decepciones, los pesimismos, la intertextualidad, etc. 

La paz no se consigue con mentiras y si se consigue no es paz, es otra cosa, el mismo monstruo que nos ha devorado las entrañas en estos últimos cincuenta años. Las FARC no es la única culpable, hay algo más acá o más allá de la historia nuestra que nos puede explicar por qué el gobierno está sentado en La Habana con otro grupo guerrillero en medio siglo. Eso es lo que  tenemos que saber los colombianos.