jueves, 24 de marzo de 2016

Un texto muy a propósito de la Semana Mayor


UNA PECADORA MÁS…
 
Por Delia Rosa Bolaño Ipuana

La Semana  Santa es una época donde los cristianos recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, también nos motiva a intentar ser como Cristo, quien fue fiel y obediente a su Padre hasta el último momento.

Lamentablemente para nuestro Dios espiritual, los seres humanos estamos a kilómetros de llegar a ser como nuestro hermano Cristo, quien durante sus treinta y tres años nos mostró humildad, amor, sinceridad, respeto, compartir, oración,  ayuno, pureza, hermandad y sencillez.

Decimos que la Semana Santa es ese encuentro con Dios, esa oportunidad de mostrar que podemos ser como Cristo, aunque eso debemos intentarlo ser cada día, no obstante, esta es la época que hemos designado para ello, realmente estamos en un desequilibro espiritual, ya que pensamos que con ir corriendo a misa a que el padre nos eche agua bendita a una palma que colocamos detrás de nuestra puerta o al lado de nuestra  cama,  ya estamos cerca de Dios y conectados con Cristo, mientras que en el rincón de nuestro corazón existe amargura, egoísmo y mentira;  creemos que al  compartir lo que nos sobra con alguna persona de escasos recursos ya estamos en paz con  Dios y cerca de Cristo, pues Dios quiere que compartas con el otro lo que realmente este  necesita, si está dentro de tus posibilidades, enseñar a pescar, no a dar pescado para sentirte dadivoso, esto realmente no es justo, ni gratificante para nadie, pues si le enseñas al otro lo que necesita saber para poder lograr lo que desea y necesita, siempre te estará agradecido, o por lo menos Dios siempre te tendrá en cuenta tu humilde labor;  ayunamos  supuestamente sacrificándonos al no comer toda  una mañana, mientras que nos comemos al otro, mientras que envidiamos, traicionamos y odiamos, realmente nos mentimos a nosotros mismos, porque al de arriba nada que ver.  

Oramos pidiendo a Dios por nuestras necesidades personales, esto no es malo, pero es bueno pedirle a Dios que dentro de nuestras necesidades esté amar al otro, desear que el otro también esté bien y no  pensar en acaparar todo para sentirte superior, Jesucristo fue superior a nosotros en todo los sentidos y nunca oró por Él, oró por el otro, por nosotros, Él no fue egoísta, mentiroso, falso, ladrón ni  traicionero, debemos reflexionar no de boca, sino de corazón, mirar a ver qué tenemos por dentro, qué parte de nuestro adentro está  podrido para arrancarlo de raíz y poder construir realmente nuestro verdadero sentido de vida, donde edifiquemos un mundo de amor, paz, respeto, igualdad de posibilidades, donde sirvas con amor y humildad.

Cuando empecemos a comprender y actuar así, tal vez venga Cristo, pero por ahora y con nuestras  acciones, no creo, sé que esto nos da duro a todos los que decimos creer, seguir, amar y ser mensajeros de Cristo humilde, pero a mi parecer y mi visón al mundo egoísta, donde prima mi "yo", realmente lo dudo…
 
Querido lector, es en este momento donde quisiera que profundicemos y hagamos lista de aquello que hemos hecho bueno, recuerda que el Divino también tiene la suya, procuremos que  nuestra lista coincida con la que él tiene, también hagamos una lista de aquello que hemos hecho para hacer daño al otro, si hemos tomado lo que no es de nosotros, si hemos invertido en lo que no debimos, si hemos calumniado, envidiado, si hemos maltratado a las personas, si hemos tenido que culpar a otro para librarnos de cumplir la culpa terrenal, porque con Dios no podemos hacerlo, si hemos hecho mucho daño a familias, amigos, a personas inocentes, vulnerables, si somos racista, clasista,  pídanos al Dios que nos perdone, seamos  sinceros con Él,  con nosotros y con los que queremos  ser, reconciliemos con nosotros y con el otro, somos pasajeros en este mundo, los bienes que hemos acumulado no se van con nosotros, claro, nuestros familiares quedan, pero igual le dejamos la cruz que Cristo quiere quitarnos, pero nuestra condición humana de pecadores no nos lo permite, no soy líder, ni evangélica, ni católica, ni atea, solo soy una pecadora más.