domingo, 26 de julio de 2015

Desde las troneras del San Felipe

La boda del año

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

Pocas veces me gusta servir de padrino de bodas, pero dada la insistencia con que me lo pidió mi sobrino Jaime Mototaxi, sería muy descortés negarme. Además, ¿qué explicación le podía dar a mi hermano para rechazar la invitación? 

No había salida alguna, debía prepararme para este tormento social. De antemano sabía que la fiesta sería amenizada por la potente maquina «El Rey de Rocha» y su espadachín de bla, bla, bla, «El Chawala».  

La feliz novia, la señorita Sai Minutos, alquilaría su vestido para la ocasión (novia que se respete, va de blanco, decía mi abuela). La ceremonia la oficiaría nada más y nada menos que el cura Alberto Linero, el teso del «Man está vivo», allá donde solo las águilas se atreven, el barrio Loma Fresca. 

Preocupado por el futuro de esta joven pareja, les pregunté si estaban seguros de poder enfrentarse a esta vida tan costosa y sin ninguna oportunidad para los pobres, mi sobrino me contestó que todo estaba bajo control, que con su especialidad de conductor de motos empírico —no sé qué quiso decir con esto—, tenía asegurada la granola, y lo demás era escarbar la «liga». Lo mismo me aseguró Sai, que con sus celulares de oferta, estaba ampliando su oficina ambulante en la Plaza de la Aduana, donde el mismo alcalde era fiel cliente. Además, que la venta de agua y conservitas la respaldaban para la eventualidad de un mal día. Que no me preocupara, que ya habían hablado con el doctor Meketrefe, para ponerle unos voticos a su eterna candidatura al Senado. 

Mi sobrino me aseguró con mucho optimismo, que él, como líder de una cooperativa de mototaxis (todavía no digiero esta palabra), estaba organizando otra manifestación para que el «viejo» Dionisio (así llamó al alcalde, el desvergonzado) se baje del bus con otra hora más de servicio para las motos. 

Les pregunté por el amor, me respondieron que ya lo habían hecho; les aclaré que no me refería a «esa» clase de amor, sino al hecho de estar preparados para estar juntos y enfrentar las vicisitudes de la vida, de la fidelidad y otros valores que le dan estabilidad a la pareja. Esta vez fue Sai Minutos quien me respondió que ya la «incompatibilidad de caracteres» no era para preocuparse, que muchas amigas de ella habían sido divorciadas fácilmente por el doctor Cuchara. 

No hablé más, dado que la típica pareja de este tiempo estaba resuelta a casarse, era mejor no insistir. Entre las amistades que pensé invitar estaba Flash, quizás con sus contactos en «Nuestro Canal» pudieran pasarnos unos minuticos; entre las damas se me ocurrió invitar a Luchy del Portillo (no le puse comillas para que no la confundan con los alias de los pandilleros no resocializados por la “Mariamulata”); como personaje importante llevaría a Tito «Sensación» Mejía, el peso pesado de La Urraka Cartagena (si no le gusta esta vaina, no se publica y punto); a Franklin Howard Ortega no lo dejaría por fuera por nada del mundo, él solo, con sus letales mojitos y su bastón de viejo griot, es garantía para que al son del «Rey de Rocha» no se me espeluquen los muchachos; a los del Taller Literario La Urraka no los invito, porque esa gente va es a comer, y no sigo porque si me paso de palabras, usted, amable lector, tampoco podrá asistir.  

El ojo de la cerradura

Y  el arroyo de la carrera 21, en Barranquilla, Colombia sigue cobrando vidas 

Por Tito Mejía Sarmiento

Todavía sigo profundamente  impactado con las imágenes de un video que circula desde  hace  unos  días en  las redes sociales, y  en el cual,  se ve cómo el arroyo de la carrera 21, en la ciudad de Barranquilla, Colombia,  “abriga en su vientre acuífero”, a la hermosa estudiante  de un colegio de bachillerato, Luisa Osorio López,  hasta  ahogarla quizás al final de su rambla, mientras en el cielo se precipita un torrencial aguacero: “Primero la joven se ve jugando en un bordillo , pierde el equilibrio y cae en el  arroyo asesino. Muchos voluntarios intentan con sus brazos lejos de ella, y con sus monólogos de palabras socorrerla, pero todo esfuerzo es en vano por la fuerte corriente  y entonces, la silueta de Luisa desaparece para siempre.

Es aquí donde la posibilidad poética de mi ánimo queda imbricada en  mis  retinas, es decir,  busco la otra manera de habitar la realidad, para  hallar respuestas y así poder darle un “tate quieto”  a través de un plan de contingencias con sus respectivas medidas preventivas, (buscar quizás con una buena lupa en algún anaquel archivado de los años 80, aquel famoso estudio propuesto por unos especialistas japoneses), a ese monstruo  que  ha  cobrado tantas  vidas, en tantos años, en nuestra amada Barranquilla .  

El periódico El Heraldo, por ejemplo del día sábado 25 de julio de 2015,  en  su editorial, también se hace la misma pregunta que nos hacemos todos los ciudadanos: ¿Por qué no se prioriza en la canalización del arroyo de la 21? ¿Por qué se sigue aplazando esa solución?...

¡Hagamos algo, por favor! Personalmente no quiero seguir viendo más ese video que eterniza  un trágico instante con el vaivén que le corresponde de su mismo sensacionalismo periodístico.

¡Hagamos algo antes de que la temprana muerte de Luisa, sea tomada como trampolín de cualquiera campaña política, ahora cuando se avecinan las elecciones!

¡Hagamos algo antes de que otro fuerte aguacero, en el instante en que todo cambia, entreteja un vestido de dolor en otra familia caribeña!

¡Mejor le apuesto, amigos lectores,  a que mis versos se queden del lado de la vida!

¡Una flor para el alma de Luisa!

domingo, 19 de julio de 2015

Bitácora

ALGUNAS IDEAS SUELTAS SOBRE LOS GRIEGOS

Por Pedro Conrado Cúdriz

“No vivir la vida que todos viven es subversivo”
Fernando Araújo Vélez

La democracia es un invento de los hombres más poderosos para oprimir o joder, como dicen los caribeños, a las gentes. Grecia es un mal ejemplo para los poderosos, por eso la castigan, le castigan al gobierno y al pueblo su rebeldía por oponerse a la receta venenosa de la Eurozona; mejor dicho, por no aceptar lo que imponen la comisión europea, el banco central europeo y el FMI, y colateralmente, los bancos alemanes y franceses.

La eurozona actúa como un banco, con intereses que van más allá del euro, con razones políticas que contradicen las razones de la democracia legitima y con aquellos intereses de capital que nos ponen a dudar de las bellas razones de las revoluciones, que como la francesa lucharon por imponer un equilibrio a través del sistema democrático.

¿Por qué la eurozona es más importante que la gente griega? Qué es Grecia para el Eurogrupo: ¿clientes? ¿Aumentar los impuestos y las cotizaciones sociales y reducir el valor de las pensiones, no les recuerda el veneno que nos impone la banca internacional a nosotros? ¿Qué ocurre con la gente que no tiene el poder de los que se creen los dueños del mundo?

La receta es punitiva, porque le está exigiendo a los helenos más de lo que están en  capacidad de rendir o pagar; por ejemplo, un superávit imposible del 3,5% del PIB hasta el 2018. La receta ha hecho añicos la economía: el desempleo de los jóvenes cayó más del 60%, elevando el sufrimiento humano más allá de lo soportable. Se cayeron los mitos revolucionarios, pero el capitalismo está mostrando su peor cara y esto también es insostenible y vergonzoso para la humanidad y para el mismo sistema. Si la Eurozona ha querido darle un ejemplo de su poderío a los griegos y a Europa, lo que ha hecho es levantar la indignación del mundo. Es imposible aceptar este tratamiento al pueblo heleno. Ahora son ellos, luego seguirán otros.

¿A Europa, es decir, a las gentes europeas, les interesa defender al pueblo griego? ¿Qué legitima la Eurozona en Grecia? ¿Es democrático el Eurogrupo? ¿Se ha logrado comprender que el sistemita de la Eurozona está fundado en el poder de los más poderosos contra los más débiles?

El mundo no puede observar con indiferencia este ataque a mansalva del capital internacional concentrado en el FMI y el Banco Central Europeo contra el pueblo griego. El mundo ha dejado de ser de los políticos para pasar a mano de los dueños de los bancos, un traspaso que deja mal parado a los asambleístas, los congresistas, los partidos políticos y en general a los gobernantes. Quizá ya no sea posible otra gran guerra, pero si es posible organizar el hambre contra los pueblos más débiles del mundo. 

jueves, 9 de julio de 2015

Desde las troneras del San Felipe

Barú, un paraíso en peligro

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

Por una carretera que atraviesa el sector industrial de Mamonal, lo que significa conducir al lado de tractomulas amenazantes, se llega a una intersección, donde se debe doblar a la izquierda, si se descuidan las señales, se puede ir directo al corregimiento de Pasacaballos, donde la pobreza te golpea de frente, a pesar de ser vecino de ricas empresas, pero por maniobras centralistas, todas estas «chimeneas» tributan en Bogotá, capital del país. 

Hecho el giro a la izquierda, la carretera pierde su gran flujo y se siente uno liberado de esos gigantes de hierro que asustan con sacarnos de la vía. El clima es sofocante, la vegetación propia de tierra caliente. Pocas construcciones a lado y lado del camino, aunque son tierras que ya tienen dueño. Llega un punto de la carretera en que se arriba a otro cruce, a la izquierda los avisos señalan Barranquilla, Sincelejo; a la diestra, se lee «Barú», este es nuestro destino.  

A la derecha el flujo es menor, pero el mismo crece en épocas de turismo y los fines de semanas, donde las aguas cristalinas de Playa blanca ofrecen un atractivo singular para el paseante. Después de un corto trayecto, se ve de lejos el Puente de Barú (Iba a llamarse Puente Campo Elias Teheran, el alcalde que gestionó los recursos con Pacific Rubiales, pero el Concejo de Cartagena se opuso), que une a la península de Barú —también se le conoce como Isla de Barú— con Pasacaballos, hasta hace poco solo se podía cruzar el Canal del Dique por planchones o ferrys. Se aprecia un puesto militar, típico en Colombia, donde las autoridades cuidan los puentes para evitar su destrucción por las guerrillas. 

Ya del otro lado del puente, se observa una gran cantidad de terrenos cercados, grandes propiedades de dueños que no han tenido presencia ancestral por estos lares, tierras que han sido obtenidas, muchas de ellas, después de largos pleitos judiciales, donde la característica es la venta a gente de mucha plata. Se sabe que esta zona ha sido el campo de ejercicio de un número incontable de abogados, ventas «chuecas», prescripciones fraudulentas, firmas a punta de cañón, testigos falsos, vendedores embaucados, en fin, todo el manual posible de la corrupción.

Al llegar a la población de Barú, se encuentra uno con un poblado pobre, poca vegetación que lo proteja de un sol inclemente, muy parecido a Pasacaballos, pero más desatendido por la administración distrital, que tiene su asiento en Cartagena. Con una simple mirada, entiende uno que solo un gran esfuerzo de los nativos les permitirá escapar de la condena de haber nacido en un lugar atrapado por la pobreza, ello a pesar de que cada día los terrenos adyacentes tienen un valor exorbitante. La comunicación permanente que ha traído el puente nuevo, le ha permitido la llegada de inversionistas de todos los niveles. Como en cada pueblo que se respete, no podían faltar las grandes tiendas de barrio de propiedad de los «cachacos», entiéndase personas del interior del país.

Cuando se deja atrás el poblado, comienzan a aparecer claras señales de propiedad privada, cercas, rejas, portones, incluso lotes sin construcciones, pero con guardias armados, señal de que se debe estar en guardia para evitar invasiones. Todo lo anterior nos indica que nos acercamos a Playa blanca. Muchas de estas propiedades tienen playas privadas, es decir, que nadie tiene acceso a ellas porque están cercadas, cuando la Constitución colombiana define que las playas no pueden ser propiedad de particulares, pero como se trata de gente de poder, de empresas con mucho capital, las autoridades ni se dan por enteradas. 

Igual que sucede en el corregimiento de la Boquilla, a cierta altura de la vía, hay un grupo de niños esperando a los turistas para señalarles el desvío a la derecha, el cual llevará a la «famosa» Playa blanca. En dicho desvío se termina el asfalto y se inicia un camino destapado, donde es menester conducir despacio para evitar caer en un bache o dar con una gran piedra. Aquí se deduce la poca importancia que tienen los nativos para la alcaldía de Cartagena, porque siendo el turismo una de las pocas opciones de trabajo, sino la única, no les ha construido una carretera que ayudaría muchísimo a estos colombianos para ganarse el sustento y el de sus familias.

Pero si ignoras a los niños que te señalan el giro a la derecha, y continúas de largo, tarde o temprano llegarás a un estrecho donde termina la carretera y por un espacio rellenado de tierra y piedra, te das de frente con el hermoso y diamantino mar Caribe. Pero del lado derecho una gran cerca te impedirá el acceso a la playa, ¡porque la playa es privada! A la izquierda hay una playa que parece virgen, de difícil acceso por ser de arena suelta donde los vehículos quedarían atollados. Otra prueba del abandono administrativo que no habilita las pocas playas que no tienen dueño, porque eso es Barú, en resumidas cuentas, un paraíso con dueños por todos lados.

La falta de presencia de la autoridad ha permitido que hoteles, conjuntos vacacionales, clubes y particulares, se apropien de las playas, y hayan dejado aquellas de difícil acceso al turismo informal. Porque llegar a Playa blanca tiene sus bemoles. Comenzando por los parqueaderos donde hay que pagar por adelantado una tarifa fija de siete mil pesos, así sea media hora lo que dure el visitante, es decir, tarifa estándar. 

Para llegar a la playa se debe caminar unos cinco minutos, que se alargan peligrosamente por la bajada que hay que hacer, una suerte de precipicio con escaleras mal diseñadas por un lado, y piedras acomodadas a la carrera para que el paseante no se caiga, pero estoy seguro de que más de un turista se ha caído por este descenso, o cuando luchaba por regresar. Otra prueba de la desidia administrativa, ni siquiera para construirles a los nativos y al turismo un acceso digno y seguro a la playa. Me tocó ver cómo sufren los comerciantes para bajar sus productos, qué tristeza verlos maniobrar como si estuviéramos en épocas bárbaras, donde no se conocía el cemento ni el hierro, verdaderos malabaristas de la subsistencia. Imposible que llegue un camión de gaseosas, de cervezas, de cualquier producto. En pocas palabras: ¡el acceso es un desastre!

Cuando has bajado por ese remedo de entrada, te encuentras en un camino de altos árboles, cercas de alambre de púas de ambos lados, porque cercas hay por todas partes, te topas con mucha basura: vasos, botellas, platos (el infierno del plástico). ¿Y cómo llega el servicio de aseo? ¿Sacar la basura a hombros? ¡Terrible, cuando la playa solo está a pocos pasos de la carretera! Muestra indubitable del desgobierno. 

Lo primero que se nota al llegar a la playa es la informalidad de los comerciantes, ubicados de manera
anárquica, poco espacio para caminar, puestos que más parecen cambuchos, desalineados, desorganizados, solo voluntad de parte de los nativos que hacen lo que pueden en medio del abandono estatal y distrital. Y también hay que decirlo, un turismo indolente, mal educado, que deja caer sus residuos donde quiera, porque no les da la gana de buscar la caneca más cercana, que las hay a simple vista. Esto podría solucionarse con un plan de recolección de basura implementado entre el Distrito y los comerciantes organizados, con el apoyo de la Policía, que tiene un puesto en el sector de la playa, un perifoneo permanente para informar al bañista de la importancia de conservar limpia esta joya de la naturaleza.

Se debe realizar un censo de los comerciantes que pagan sus impuestos y controlar la informalidad, que solo trae caos y problemas, incluso policivos, dicho por los mismos comerciantes, quienes sufren constantemente la llegada de vendedores de otros lugares que no tienen permiso, ni pagan un solo peso, pero vienen a generar desorden al ubicarse en zonas no aptas para la venta. 

Por otro lado, Playa blanca es un verdadero paraíso, con hermosas arenas blancas de coral, que le dan el nombre al balneario, un mar absolutamente transparente, cristalino, de marea tranquila, lo que lo hace especial para los bañistas. En temporada baja es sitio ideal para el descanso y la tranquilidad, que es lo que muchas veces busca el turista que huye de las playas de Cartagena, donde los vendedores acosan sin cesar. Pero esto puede acabarse si no se aplican las medidas pertinentes para su conservación. Cuando no existía el puente, solo pocos privilegiados tenían acceso por mar, y los que se atrevían a arriesgar sus autos por un pésimo camino, después de cruzar por el ferry. Hoy el puente y la carretera permiten que un fin de semana cualquiera la turba sea monumental, y si no se ejercen medidas de control, el paraíso podría desaparecer con perjuicio para los nativos, pues el turista simplemente cambia de destino, pero para ellos esto sería un desastre social, ya que de aquí es donde obtienen su modus vivendi.

Algo que llamó poderosamente mi atención fue la gran cantidad de árboles de «uvita de playa» (Coccoloba uvifera), especie que por desgracia desaparecieron en Cartagena por ese apetito depredador de los urbanistas sin sentido ecológico, árbol de sombra y fruto dulce, que tiene la particularidad de crecer en zonas costeras, más noble que la palmera, la cual es solo ornamental. Ojala los nativos luchen por conservarla y no permitan la deforestación que trae el «turismo civilizado» que ya arrasó otras ciudades costeras.

Una última observación, como somos un país «cantinero», donde la ingesta de bebidas embriagantes es alta, ya que los impuestos al alcohol y al tabaco subvencionan la educación y los deportes, es preciso ejercer controles estrictos en la carretera, sobre todo de regreso, para evitar accidentes por causa de conductores borrachos.

Una recomendación: Visiten a Barú antes de que los dueños de todo pongan las cercas que aún les faltan para apropiarse de lo poco que queda libre ante la mirada complaciente de las autoridades. Y antes de que le pongan un peaje a la carretera, que planes ya tienen para ello.         

domingo, 5 de julio de 2015

Desde las troneras del San Felipe

El descarado robo de las privatizaciones

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

Las ferias de privatizaciones que inunda a nuestros países latinoamericanos se ha convertido en una verdadera plaga. Se esgrime como argumento para ello, la ineficacia y la inviabilidad de las empresas e instituciones del Estado, sin centrar nunca la atención en las verdaderas causas que dieron origen a esta situación. 

Es el viejo y manoseado cuento del cornudo vendiendo la cama donde encuentra a su infiel esposa, achacando su “mal”  al mueble y no a su relación. Todos sabemos la fuente primera de esto, pero los gobernantes de turno, obedeciendo directrices de “profundos estudios de especialistas”, pagados por los prestamistas y acreedores de la banca mundial, verdaderos agiotistas de la humanidad, solo ven como solución la entrega de las propiedades del Estado a particulares, para que estos se lucren con lo oficial. Digo esto, sin pensar en los gobernantes criminales, que merced a astutas jugadas jurídicas, se embolsillan grandes fortunas apropiándose de lo público, a través de testaferros y ante la complacencia de las entidades de vigilancia (desarmadas de antemano con nombramientos amañados) y a la pasividad de unos pueblos absolutamente vencidos y anestesiados por las diarias "verdades mediáticas".

 No se piensa en la corrupción de los políticos y en los sistemas electorales manipulados por el poder del capital, y de los dineros de procedencia non sancta, de la enfermedad terminal de los principios morales y éticos de nuestras sociedades, donde imperan antivalores como “marica el último”, “si no aprovechó, se jodió”, y otros de la misma jaez. 

Se habla de lo mejor para el pueblo sin detenerse un poco en los simples análisis y coyunturas, pues estas mismas instituciones, verdaderos logros de la democracia, terminan en las puercas manos de los delincuentes de cuello blanco, los mismos que han hecho colapsar nuestras economías y entidades en salud, educación, vivienda, seguridad social y demás. Primero las hacen inoperantes y después se las venden ellos mismos a precio de huevo quebrado. Qué destino tan lamentable el de nuestras naciones que sin llegar a conquistar la verdadera libertad de sus derechos, empiezan a perder lo poco que han conseguido. 

La razón fundamental de un Estado es garantizar a sus coasociados el acceso a educación, vivienda, salud, empleo, seguridad, etc., y si no puede responder a estos requerimientos mínimos, entonces no es viable. La fiebre no está en la manta, ni la infidelidad en la cama. Latinoamérica, te pellizcas o regresas a las cadenas.

El ojo de la cerradura

¡Ciudadanos hacen justicia por su propia cuenta!
¡Mucho cuidado con esa bomba de tiempo!

Por Tito Mejía Sarmiento

Por falta de credibilidad en las autoridades de nuestro país, las personas están tomando justicia por sus propias manos ante la presencia de cualquier acto delictivo, y esto a decir verdad, está trayendo consecuencias desastrosas. Lo más grave de todo, es que en algunos casos la fuerza pública, por ejemplo salva de las golpizas a algunos delincuentes, ladrones…, pero los dejan en libertad por falta de evidencias para judicializarlos por sus delitos y fechorías, lo que hace que el círculo vicioso de la impunidad sigue rondando estos hechos a diario en muchas ciudades de Colombia, mientras el tiempo expectora su amenaza y las aves en sus extensos vuelos se están llevando la paciencia de las gentes de bien que aún quedan en esta nación.

En los noticieros de televisión, redes sociales, casi todos los días abundan los videos de intentos de linchamientos a supuestos ladrones en diferentes ciudades de Colombia, donde turbas de personas neutralizan al hipotético delincuente para ajusticiarlo por su cuenta. 

Según varios expertos en temas de seguridad, aseveran que la gente asume este tipo de actitudes “porque ya está cansada, porque las autoridades no están haciendo su trabajo”. “Cualquier ciudadano, frente a un hecho en flagrancia de algún delito, puede detener al delincuente”. Sin embargo, recomiendan que lo que deben hacer las personas, inmediatamente después de aprehenderlo “es ponerlo a disposición de las autoridades competentes como la Policía y la Fiscalía”. 

El problema de asumir la justicia por las propias manos está, según Leonardo Díaz, psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, entrevistado por el periódico El Tiempo la semana pasada dejó entrever que “no es moralmente aceptable porque para eso las comunidades humanas hemos delegado, en las leyes, la aplicación de la justicia”.
Lo único que se logra con este tipo de actitudes (los linchamientos) es que el delincuente se cohíba, pero, una vez superado ese miedo, puede volver a incurrir en el delito. Esto significa que aunque el individuo se golpee de manera brutal, como se aprecia en los videos, su comportamiento no va a cambiar “concluyó Díaz.

Muchas personas entrevistadas por este servidor en las calles de Barranquilla, hace 3 días conceptuaron que el estado colombiano se muestra indolente ante esta situación, que ya están cansados de tanta inseguridad en las casas y fuera de ellas.      

Pero también es bien cierto, pienso yo acá muy humildemente que la justicia por mano propia no debe confundirse con el derecho que tiene una persona de defenderse ante una agresión hacia ella, a un tercero o a uno de sus bienes. Si el  damnificado detiene al agresor configura un caso de arresto civil. Ello está previsto dentro del derecho cuando la autoridad no está presente. ¡Mucho atención amigos gobernantes que la luna saborea su reflejo, mientras alguien acecha el paso nervioso de las malas horas!