miércoles, 13 de agosto de 2014

La sombra de la acacia

El erotismo que no muere es inteligente

Por Shirley Esther Soto Vásquez

La inteligencia seduce y mucho. Nos atrae aquella persona que nos induce a pensar, enseñando algo nuevo cada vez, enriqueciéndonos.
En estos tiempos modernos gozamos, por ejemplo, del teléfono inteligente, leemos la etiqueta inteligente, tenemos acceso inteligente a la información pública, e inclusive, utilizamos los métodos de lotería inteligente, de tal manera que ya ni la fortuna es de la suerte, en contraste, la voz popular nos informa que “los hombres las prefieren brutas”. Quizás sea así, en la edad temprana del varón , cuando el tiempo de la “caza al amor fácil” incluye como ingrediente la ingenuidad de una mujer para poder conquistarla, y no la “ignorancia bruta” de ella, como se pensaría comúnmente. Sorprendente que múltiples encuestas revelen que los hombres admiten querer a su lado a una “pareja inteligente”, con sentido del humor afín, dispuesta a situaciones comunes de aventura, físicamente atractiva, con un mínimo de iniciativa y fantasía; mas las mujeres desean a los hombres con las mismas características. La preferencia sexual tiende a elegir pareja bajo estas características, prevaleciendo la inteligencia ante todas las otras, incluso las físicas. A esta tendencia se le llama sapiosexual. 

La persona sexualmente inteligente emana una atracción que es embaucadora; no es el Adonis ni la diosa, pero seduce con sus pasiones y está conforme con lo que sabe, ama profundizar y sin dar discursos, atrae la atención desde su modestia, entiende naturalmente cuando es el momento justo y el lugar indicado para hablar de ello. Esto se convierte en un aspecto seductor para muchos y un verdadero estímulo sexual. La oratoria, la capacidad de análisis, de síntesis, y sobre todo la argumentación de su punto de vista en modo empático sobre el mundo, es altamente seductora, activa la libido y la identificación del interlocutor.

Para ser inteligentemente erótico se necesita poseer destreza en tres aspectos: la inteligencia cognitiva, la relacional y la emocional. Para seducir en su relación debe mantener  elementos importantes como la comunicación clara con uso de expresiones sencillas; debe ser agradable cualquiera que fuere el tema, si profundo o banal.  La conversación debe fluir en modo interesante, sin caer en lo pesado.  Se debe cultivar la relación desde la emoción del otro para establecer una conexión, descubrir a la otra persona, prestándole atención a los detalles y basándose en estos, con ellos crea fantasías relacionando emociones del pasado. Es necesario dejarse descubrir. Rodearse de misterio puede ser interesante, pero si se exagera, puede cansar haciendo perder el interés. 

La buena conversación, historias cotidianas relatadas de modo encantador, o el modo fascinante de argumentar, puede tener su atractivo sexual. Esta característica no es fácil de mantener si no es verdadera y emane en forma natural. La expresión verbal y física delicada es importante, pues exponer abiertamente el deseo íntimo, obvio y directo muchas veces puede causar el efecto contrario haciendo escapar a las personas. 

Las gente tiende a confundir la intelectualidad con la inteligencia. Muchos "intelectuales" pasan la vida aprendiendo fechas y capítulos de historia para hacerse notar en las conversaciones. Por ejemplo, hoy día los apasionados de la red no logran entablar una conversación sin utilizar lenguajes técnicos que aburrirían a su interlocutor. Las pasiones no indican el nivel cultural de una persona, mucho menos su capacidad de inteligencia. No es su colección de las mejores pinturas o las obras que conoce de memoria las que lo hacen una persona inteligente. 

No se trata de utilizar palabras extrañas o de darle un sentido de “elegancia” a las frases, ni de creerse un eslabón perdido de la filosofía, ni mucho menos  hablar con “citas famosas”.
El seudointelectual es aburrido, normalmente se enmascara con un tipo de vestuario, un léxico incomprensible, o se mueve en un ámbito social determinado para darle una imagen a su intelecto y despertar la curiosidad y el sex-appeal de la inteligencia, porque su anhelo es ser diferente, pero por lo general están tan concentrados en ellos mismos que carecen de empatía. 

La inteligencia sexual consiste en la capacidad de una persona de relacionarse en el ámbito de la seducción sin hacer sentir “atrapada” a la pareja. No es algo innato, sino que se desarrolla dependiendo de la habilidad y la capacidad empática de cada persona. La gente sexualmente inteligente es capaz de darse cuenta cuando el deseo erótico empieza a sustituir carencias emocionales, como la falta de autoestima, inseguridad, o la soledad. Debe haber una conexión sexual con la pareja a través de la conversación con el fin de comprender el “yo erótico” del amante.

Resumiendo, la capacidad de razonar de la pareja y de argumentar su pensamiento ayuda dentro de un proyecto de vida juntos, y las metas mutuas se vuelven factibles debido a la posibilidad de resolver conflictos por medio del análisis de cada situación. Si en la madurez de una relación, no se desarrollan aspectos profundos, esta se vuelve vacía y superficial. Cuando expresamos el sentimiento, nos referimos a la sensación de acercamiento que se da cuando se comparte y se conversa: esa arte es inteligencia, si a esto se le agregara el contenido de sentimientos de lo erótico, tendríamos como resultado la atracción pura de la pareja.
Para despertar el erotismo que no desfallece, el truco está en ser “amorosamente inteligentes”.