viernes, 29 de mayo de 2015

Desde las troneras del San Felipe

El éxito y la fama

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

El éxito y la fama, como lo maneja el mercantilismo, han llevado a la destrucción a muchos artistas. No es poco el número que descuida su arte por correr tras el espejismo vano de las candilejas de una noche. 

Pero lo siniestro de esto es que después de entrar en esta carrera sin control, se cae en una espiral sin fondo donde la víctima de sí misma, se dedica a construir una vida sin cimiento alguno. De nada sirve rifarse a la televisión, a la prensa radial y escrita, a “60 mil ejemplares vendidos” cuando, como en el caso de la poesía, es el arte mismo quien escoge a sus sacerdotes y sacerdotisas. El problema, si podemos llamarlo así, es que quien entra en este juego sin reglas, se vuelve cada vez más ambicioso y calculador. A la par que elabora un arte sin rigor, inventa y ejecuta todas las acciones habidas y por haber para estar en la ilusión del primer plano. Todos sabemos el poder de la verdad mediática, pero toda obra de arte está sujeta a la sabiduría del tiempo. 

Conocemos por la historia casos de personajes que en una época fueron “lumbreras”, pero con el correr de los años han caído en un justo olvido; y también la otra cara de la moneda, artistas hundidos en las marañas de la indiferencia que son elevados al sitio que verdaderamente merecen.

Esto sería situación exclusiva de quien padece este “mal”, sino fuera porque, amén del dolor de ver a un semejante arrastrarse por el fango,  quien está inmerso en esta galopada sin final, es capaz de todas las conductas mezquinas y dañinas contra los demás. No es de extrañar, entonces, la zancadilla, el plagio, la compra-venta de honras, la manipulación de concursos, la falsificación de documentos y toda suerte de patrañas para descalificar y quedar solos con “el éxito y la fama”. 

Muy pobre debe ser el ego de una persona que necesite una dosis diaria de elogio como quien toma una aspirina, pero lo que no sabe, o no quiere saber el “enfermo”, es que esto se vuelve adictivo, e igual que la heroína, la cocaína y la nicotina, siempre va a querer más y más.

Es justo que el artista viva de su arte, si puede, pero que sea resultado de un trabajo limpio, riguroso y constante. Si la fama y el dinero llegan, bienvenidos, si no, no importa, pues el arte se basta a sí mismo y el artista se goza con su creación. Además, el tiempo decanta y tiene la última palabra.

jueves, 7 de mayo de 2015

Desde las troneras del San Felipe

UN LLAMADO A LA UNIÓN

Por Juan Carlos Céspedes

FECODE no puede derribar un sistema que los mismos maestros han ayudado a erigir con sus votos irresponsables por sus propios verdugos. Es sabido que la educación es la puerta a la libertad, así que los dueños del sistema corrupto, tenedores de las llaves, no serán quienes le brinden al pueblo las alas para que este vuele libre.

La división sitemática y efectiva de todas las esferas populares (pueblo) ha permitido que todos los derechos ciudadanos estén conculcados de alguna manera. "Un pueblo unido jamás será vencido" gritan los protestantes en sus marchas, cuando debieran gritar: ¡Estamos divididos y vencidos! Porque esa sí es la realidad.

FECODE, una fuerza sindical que aparece una vez al año, no tiene la fortaleza suficiente para resisitir un largo pulso contra un Gobierno que cuenta con todas las herramientas "democráticas" para debilitar a su oponente, eso sin nombrar las medidas paralelas utilizadas para desprestigiar cualquier acción de gremio, que vemos cómo el pueblo ataca a sus propios miembros.

Los educadores, una gran fuerza que desconoce su propio poder, ni siquiera son capaces de escoger un concejal en una ciudad, un pueblo o una vereda. El poder político es ninguno, se vio cómo no hubo voces de apoyo en el Congreso, que es donde las fuerzas políticas se imponen y hacen respetar sus intereses de grupo. Sí los mismos sindicatos están desunidos, si cada cual es una rueda suelta incapaz de solidaridad, si priman los intereses particulares, si los mismos maestros están desafiliados, si muchos se quedaban en sus casas en unas vacaciones irresponsables, que puede suceder sino lo que ha pasado: un acuerdo pírrico para un sector irresponsable políticamente hablando.

¿Enseñará esta experiencia al sector para canalizar sus fuerzas hacia verdaderos representantes naturales de sus intereses reales? Me temo que la historia dice que no, que el magisterio seguirá dividido como siempre, votando en las elecciones políticas por el tunante de turno que NUNCA LO REPRESENTARÁ de ninguna forma en alguna de las instancias definitivas como ha sucedido una vez más.

Que no se piense que ha habido una derrota, hay que aprovechar la batalla dada para entender que el sector debe seguir fortaleciéndose, solo así se puede obtener la capacidad y poder de negociación desde una posición seria. El desmonte de todos los golpes recibidos por el sistema corrupto, no puede tumbarse de un solo tajo, máxime cuando los mismos docentes con su apatía política han ayudado, directa o indirectamente, a que el monstruo se haga fuerte. En palabras elementales: No se puede tumbar en un día lo que hemos ayudado a solidificar en años.

Señor (a) docente, recuerde que usted integra el constituyente primario, y es usted quien delega sus poderes a unos tipos y tipas que tomarán decidiones en su nombre ¡NO LO OLVIDE la próxima vez que vote!

sábado, 2 de mayo de 2015

Bitácora

El arte de la paz

“…las personas que estudian arte y literatura aprenden a imaginar la situación
de otros seres humanos, capacidad ésta que resulta fundamental para una
democracia prospera...”


Ruth O´Brien. (1)


Es muy difícil estar en desacuerdo con eventos artísticos, como la Primera Cumbre Mundial de Arte y Cultura por la Paz, realizada en Bogotá hace días, eventos que contribuyen a reflexionar sobre la desaparición de las causas de la vieja guerra nacional y sobre todo, con el buen espíritu del editorial de El Espectador (El arte al servicio de la paz), el artículo en El Tiempo, de Cristian Valencia (El regreso de las humanidades) y el texto de Santiago Parda en la revista Arcadia, también sobre humanidades y la ciencia.

En Colombia si la voz, la creatividad y la inventiva de los artistas se tuvieran en cuenta, tal vez el país fuera otro, pero la voz de los creadores es marginal.

¿Para qué la comisión de los sabios en los tiempos de Gaviria? García Márquez y el mismo neurocientífico Rodolfo Llinas escribieron sus libros, pero nadie los leyó ni a nadie le importó, comenzando por todos los gobiernos hasta el día de hoy. ¿Diez mil becas universitarias? ¿No creen ustedes que desde el gobierno Gaviria se han perdido más de dos décadas en la búsqueda del mejoramiento de la calidad de la educación en Colombia?

La visión del arte debe integrarse y contribuir a la humanización no solo de los guerreros y la guerra, sino del hombre colombiano común, y común somos todos. Los artistas con sus extravagancias y sus ideas extraordinarias deben estar en las escuelas, en las iglesias, en las universidades, en las casas de las culturas, en las alcaldías, en todos los espacios donde sea posible pensar, repensar y reflexionar la hechura de este país.

Sería interesante que desde todas las páginas de la prensa escrita, todos los lectores pudieran leer a los novelistas, a los poetas, a los cuentistas, a los pintores, a los teatreros, a todos los que hacen arte nacional, regional y local. Esa apuesta sería interesante si formara parte de la cotidianidad de los lectores, porque una visión, una reflexión del arte puede llevar a otras visiones y reflexiones enriquecedoras y democráticas. Además, le quitaríamos a los “especialistas” de la politiquería el monopolio de pensar y deshacer el país.

La paz ha sido siempre parte del monopolio de los políticos nacionales, como si el resto de los colombianos no formáramos parte del universo de la vida política nacional. La paz, sin embargo, es de todos, de los pobres y de los ricos, de los que gobiernan y los gobernados, de los intelectuales pero también de los que no han podido ir a la escuela. En fin, de todos. La paz es el bien nacional que palpita en cada corazón ciudadano, en cada aldea perdida en el territorio nacional, en el alma de los que no tienen acueducto ni energía eléctrica. Ellos y nosotros tenemos todos los derechos para contribuir con la paz, que vuele, que sueñe, que imagine, que diga algo, que nos cambie la vida.

Uno entiende que a nuestros gobernantes les fastidie el arte de la paz, porque interfiere con la dicha, su dicha, de seguir gobernando el país como lo hacen hoy y porque el arte termina demoliendo las ideas y las ideologías que defienden los privilegios de un sistema salvaje y subdesarrollado como el modelo capitalista colombiano.

El problema de la escuela es que las humanidades son áreas de segunda mano, rellenos académicos que le facilitan la existencia al régimen, porque no lo controvierten, no lo critican, no lo comparan con otros modelos económicos y políticos bienhechores. Su preocupación es el emprendimiento capitalistas, el trabajo, la ganancia financiera, por eso tienen prioridad las matemáticas, las ingenieras y las cosas prácticas. En las humanidades y en el arte por el contrario, un poema o un cuento, incluso una fotografía, pueden ayudar a transformar la vida de un hombre.

El arte de la paz (la poesía, el preforman, el teatro, la música, la pintura) nos enseña a conocer el país, a pensarlo y repensarlo, reflexionarlo, a afinar la crítica, las inferencias y las lógicas dialécticas. Nuestros gobernantes no tienen miedo, porque saben que es mejor tirar piedras, o es mejor la huelga, que la reflexión, que el pensamiento profundo, que es en últimas el que cambia el mundo.

(1).Martha C. Nussbaum. Sin fin de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Editorial Katz.

El ojo de la cerradura


Carta abierta a mi hermano Nelson Ricardo Mejía Sarmiento

 “Para que el recuerdo sea el invitado de todos los días

Por Tito Mejía Sarmiento*

Querido NELSON:

En estos últimos días, cuando todos  los medios de comunicación en Colombia, siguen ocupándose de tu caso, por la forma como te asesinaron  alevosamente, fungiendo como alcalde popular de Santo Tomás – muy cerca de las dependencias del Departamento Administrativo de Seguridad (D. A .S.) - ¡Qué ironías tiene la vida! - en la ciudad de Barranquilla, el 29 de abril de 2004 y, cuando nadie estoy seguro puede limitar mi libertad conceptual, me dirijo a ti para decirte que, perdona que utilice la primera persona del singular, pero estas letras tienen tácito el plural de todos los que quieran adicionarse a ellas, mi vida durante estos once (11) años sin tu presencia, ha sido un inmenso mar de pena, angustia y dolor.  La conciencia de la ineludible soledad me fustiga, pero también me motiva a la búsqueda tuya, me empuja a la región sombría que cada uno de nosotros llevamos dentro. De ahí, que guarde con sumo recelo tus videos, fotografías, apuntes, anécdotas,  proyectos… Constituyen para mí, un gran referente de consulta habitual en el cual, siempre hallo la respuesta o al menos alguna pista, de lo que estoy buscando tiempos ha.

Amado hermano, todavía recuerdo aquel domingo 19 de febrero de 1983, cuando me pediste que te acompañara a la vecina población de Ponedera (Atlántico), donde ibas a ver en una finca a los hijos de unos humildes trabajadores, que estabas tratando para curarlos de unas alergias y otras enfermedades infectocontagiosas. Llegamos a las 11:30 de la mañana con un sol que acribillaba nuestros cuerpos y con una sed desértica a cuestas, después de haber caminado siete cuadras de donde el bus nos había dejado. El cuadro que vi fue conmovedor: unos niños de escasos cinco años, completamente desnutridos, catarrientos, mal vestidos y sin calzado al igual que sus padres, producto diría yo, de la explotación del hombre por el hombre en ese tránsito de la indiferencia estática. Media hora más tarde después de auscultar a los enfermos, observé que te quitaste los zapatos negros y se los diste  a uno de los señores, pidiéndome al mismo tiempo que le regalara los míos a otro que estaba allí. Yo te dije: ¡NELSON, estos zapatos blancos me los estoy estrenando hoy. ¡Cómo así! – Dáselos, que tú tienes para comprarte otros, ellos no – me contradijiste en el acto.¡Saben qué, amables lectores! Nos regresamos para Santo Tomás, totalmente descalzos, y sin plata en los bolsillos porque les regaló para los medicamentos, también. Ahí comprendí que NELSON era lo que era y nada más.

También llevo imbricado en el alma aquel jueves 9 de septiembre de 1999, cuando  el recibo de la luz llegó a mi residencia a la una de la tarde por un valor de $ 45.000 y con unas tijeras incorporadas anunciando el pago inmediato, debido a que tenía dos meses caídos. Yo solamente contaba, para decir verdad con $ 25.000 en el bolsillo y, enseguida pensé que la única persona que podría prestarme para completar el total a pagar, era precisamente NELSON, mi  hermano, mi pana, quien para esa época atendía en horas de la tarde en su consultorio de la vecina población de  Palmar de Varela.
Recuerdo que llegué a dicha localidad a las 3:00 p.m. en medio de una ligera llovizna, y en el consultorio había unos cuarenta pacientes: más infantes que adultos para ser más exacto. Y me dije para mis adentros: “aquí está mi salvación”. Esperé hasta las seis de la tarde, y  en el preciso momento en que le iba a decir lo relacionado con el recibo de la luz, se presentaron dos jóvenes cargando a un señor de avanzada edad, que sangraba por su pierna izquierda, ya que lo había mordido una culebra venenosa en el corregimiento de Burrusco. Le vio la herida y ordenó que lo trasladaran urgentemente para Barranquilla, porque no tenía suero antiofídico ahí en el consultorio. En medio de su dolor, el paciente herido expresó que no tenía ni cinco centavos para irse a la capital del Atlántico porque era demasiado pobre. NELSON me miró y me dijo que le diera lo que tuviera, a lo que yo le argumenté que me había presentado a su consultorio a pedirle prestado $20.000 para completar el pago del dinero correspondiente al recibo de la luz, pues me la iban a cortar ese mismo día sino la pagaba enseguida. No me tocó otra que darle mis $ 25.000 al señor ante la solicitud del médico NELSON MEJIA. De regreso  a casa le dije: “Ajá mi hermano, tanta gente y no paga, ¿qué?”—Así es, y cómo se hace si son pobres y yo tengo que darles, me respondió con una sonrisa en sus labios.
¡Saben qué amables lectores! Me cortaron la luz en mi residencia, pero me quedó una gran enseñanza de nobleza: El primero de mayo de 2004, durante el sepelio de NELSON, aquel señor de avanzada edad, el mismo que había sido mordido por la culebra venenosa, se me acercó llorando como un niño desconsolado y dándome un abrazo,  me dijo que él se había salvado por ese médico tan humanitario y tan bueno que iban a enterrar, y que hubiese preferido ser mejor él, el muerto.

Es que ambos, amado hermano NELSON, teníamos mucho en común: “Tú procurabas hacer de la vida un canto a través de la Medicina y yo escuchaba y seguiré escuchando a la vida cantar en la poesía”. Difícil encontrar hermano mío, unas ejecutorias tan grandes como las tuyas para el bien de un pueblo en una jornada vital tan breve, y difícil además, concebir una vida con una mayor proyección. Tengo la sensación NELSON, de que todo lo que viviste, amaste y sufriste, lo hiciste con una intensidad que estaba relacionada con el corto tiempo de vida de que ibas a disponer: ¡46 años!
Los que te sobrevivimos, tenemos la obligación de mirar tu fugaz existencia con un profundo respeto, pero sobre todo quedamos con el imperativo de recoger tus banderas, de seguir tus ideales, de transformar nuestra indignación por el absurdo e inevitable suceso de tu asesinato, en energía progresista de nuestra realidad no sólo de Santo Tomás sino de toda esta Colombia sufrida.

Además, quiero manifestarte que he creado con todo lo que la gente me cuenta de ti,  un océano  maravilloso de anécdotas, convirtiéndome de paso, en una especie de notario marino de las mismas: “Para nada lo mataron, gritó a todo pulmón, una humilde mujer del barrio primero de mayo, porque todavía sigue haciéndonos favores”. “Yo me gané la lotería con el 0429” (fecha de tu homicidio) decía entre sollozos, otro joven de la Urbanización Camino Real. “Mi mamá se ganó una grabadora con el 2115 (registro médico tuyo) en una rifa” argumentaba una risueña señorita moradora del sector Siete de agosto…

Te cuento que Eloina, nuestra madre querida, ha perdido un poco la memoria y no es para menos, amén de toda la alegría que prodigaba con su natural vivacidad. En el mar de sus ojos, solo se balancean grandes olas de tristeza, hoy. Tres veces a la semana quiere ir  al cementerio a regar y a sembrar nuevas flores y plantas en tu tumba porque muchos seguidores tuyos, en un acto que sobrepasa los límites de la fe en ti, se las llevan a sus casas para sanar, como en efecto sucede, a sus enfermos.

En cuanto al viejo Tito, te informo que  falleció el 11 de abril  del 2011,  a las cuatro y diez de la madrugada en la Clínica Mediesp, producto de una fuerte gripe y una inclemente artritis que lo dejó inmóvil. Te cuento que a pesar de sus 92 años de edad, tenía su visión, audición y mente incólumes. Y cuando se veía rodeado por seres de tu misma sangre, preguntaba mucho por ti.

Tu esposa, tus hijos(as), tus otros hermanos(as), familiares y los habitantes de Santo Tomás, sumidos en el dolor, no alcanzan a comprender, en sus justas medidas, lo que pasó y entender, hasta qué punto, las personas están extrañamente unidas como hilos en esta urdimbre de acero que se relaciona con  los destinos humanos.
Ellos como yo, no guardamos aversión en nuestro interior hacia los responsables de esta tragedia sino que seguimos llorando con sentimiento porque el llanto lava las ventanas del corazón, pero eso si,  axiomáticamente, exigimos justicia tanto terrenal como divina, a pesar de que en nuestro país, cada día esa justicia parece desmoronarse por múltiples razones.
Te seguiré escribiendo hermano mío, porque la vida sin palabras es triste y las palabras sin vida son más tristes todavía y por supuesto,  para que el recuerdo sea el invitado de todos los días.

*Poeta Colombiano