viernes, 21 de septiembre de 2012

Apetito sustituto

Despiértame cuando pase el vendaval

Por Juan de Dios Sánchez Jurado

La brisa golpea con fuerza las ventanas, sacude las láminas del techo. Sabemos que las lágrimas no se monedean, en lo posible no deben llorarse ni los muertos. Vivimos en medio de una balacera,  lidiamos los contoneos de la tragedia a punta de piropos. A juzgar por los tambores y las luces, parece que instalaron una miniteca en el cielo. Nos han convencido, las mentiras consuelan hasta al menos tonto, categorizar la piel reserva para el mejor postor el beneficio del pecado. 

      Está lloviendo duro, como dicen que llueve cuando Dios se enfada. Desnudamos nuestros cuerpos y ejercemos maniobras para eximirnos del hambre. Esperamos a que el agua nos llegue a las rodillas para salir a pasear, nos enorgullece mostrar la sonrisa con la que peinamos nuestro célebre fastidio. Llega la tempestad y se va la luz. Prendemos una vela y rogamos que la electricidad ocurra sólo en las alturas. Nuestra capacidad de decepción no tiene límites, pero andamos contentos, la esperanza es un barquito de papel flotando en nuestra alma estancada. 

      Y después del vendaval, siempre el mismo inventario: La dicha de haber visto un relámpago a los ojos y acusar la debilidad de los árboles con el dedo; les prometemos levantarlos sólo si se comprometen a una cosa: Servirnos como canoas para viajar hasta una orilla lejos de nuestra residencia en el fracaso. Ellos, en la comodidad de su derrumbe, se hacen los que no entienden. 

      La lluvia es un fantasma que tropieza contra todo. Nos sentamos en el suelo a lamer los platos vacíos, agradecemos en silencio que al menos un par resistiera la herida del viento. Una pared se desploma y se convierte en un montoncito de piedras donde alguna cabeza derramará su sueño. Tenemos por delante noches enteras para señalar lechuzas con la nariz, amaneceremos con la boca llena de estrellas. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Vamos a andar

Memoria criminal

Rodrigo Ramírez Pérez, director.

Desde los tiempos de Caín y Abel la humanidad ha sido violenta, la principal causa de la violencia humana ha sido la disputa del territorio. Cito a estos personajes bíblicos porque es el antecedente histórico, que se conoce en nuestra cultura cristina como el primer homicidio, producto de la envidia.

En una escena poética de la cinta argentina “El lado oscuro del corazón”, del cineasta Eliseo Subiela, narra cómo un artista en una obra pictórica pretende sustentar, que el triunfo de la vida sobre la muerte será el amor. Aaunque la pintura finalmente resulte un insulto para la creencias cristianas, la tesis no es descabellada, que para vencer a los criminales, sólo se necesita que amen a la humanidad por encima de los apetitos del poder.

      Esa falta de amor a la humanidad es la que siempre nos ha mantenido bajo la violencia y el crimen. En un reciente artículo escribíamos del problema mental que tenemos los humanos para impartir injusticias, hoy cuando las noticias nos actualizan de los últimos hechos de sangre en Cartagena de Indias, nos ratificamos en todas sus partes, lo que argumentamos en la anterior nota  ¿Problema de salud mental?

      Voy solamente a referirme en esta reflexión, de forma muy liguera sobre tres casos de homicidios registrados en los últimos meses en Cartagena y Magangué, donde las víctimas han sido mujeres compañeras y ex compañeras de sus criminales.

      Hace más de dos meses en Magangué un desmovilizado de las AUC, grupo paramilitar, asesinó a su ex mujer por un ataque de celos, fue un acto criminal con mucha sevicia. Hace un mes un policía, quien había estado en una zona en conflicto, también por desconfianza le quitó la vida a su mujer con nueve impactos de bala, en la misma escena hirió a su hija, hijastros e intentó suicidarse.

      Un fin de semana, un ex guerrillero de las Farc, asesinó también con sevicia y paranoia a su ex novia, una joven de 20 años, a quien lesionó con arma corto punzante y después le roció gasolina y la quemó el 90% de su humanidad.

      Los tres casos, se asemejan entre sí, no sólo por el hecho que las víctimas sean mujeres y hayan sido compañeras de los homicidas, sino que eran hombres pertenecientes a grupos armados, personas enseñadas, al uso de las armas y posiblemente a matar.

      La situación es compleja porque con estos actos, totalmente de psicópatas, nos queda claro que la guerra que ha vivido el país en sus distintos escenarios, pese de los procesos de reinserción, para el caso del guerrillero y paramilitar, estos hombres en su mente el ejercicio de la tortura para cometer el asesinato contra un ser amado, posiblemente no se desvirtúa en nada a los atroces hechos que sus organizaciones armadas protagonizan en la violencia social de Colombia.

      Ahora viene nuestra responsabilidad social, nosotros desde los medios de información, además de reportar estos hechos como un legítimo derecho, nos corresponde generar reflexión y no sensacionalismo, soy un convencido que esta última herramienta comunicativa es sin duda un elemento atractivo para que hoy las mujeres compañeras y ex compañeras no sólo de policías, paramilitares, guerrilleros, militares, delincuentes, desempleados o hombres del común, entre ellos muchos profesionales, tengan temor de que se están o se acostaron con el enemigo.

      Para mí el sensacionalismo es un estimulador y es sin duda también un régimen de terror para las mujeres. Por eso, este tipo de noticias deben de tener otro lenguaje, que nos permita llegar a la reflexión, tanto para quienes las escribimos como para quienes nos leen.

      Sin duda, me identifico con el argumento de Subiela: “sólo el amor permitirá que la vida triunfe sobre la muerte”. Porque cuando desde nuestra pluma y desde todos los procesos de paz que necesita el país, le ponemos el sentido que la guerra se acabó porque ahora hay amor, que el perdón es un ejercicio de recordar sin dolor para que muera el rencor, seguramente, serán muchas las razones de amar y no matar.   

martes, 18 de septiembre de 2012

Impresiones

La moda del “cinco y cuelga”

Por Nadim Marmolejo Sevilla

Hay una nueva moda en Colombia. Es la de hablar durante cinco minutos por celular de manera gratuita, impuesta por las compañías de telefonía móvil, que conlleva la interrupción de toda llamada al cabo de ese tiempo para alargar el plan prepago o postpago adquirido por cada quien. Y se ha vuelto tan común que, como pasa casi siempre en estos lares macondianos, ya le pusieron nombre. Se trata de la moda del “cinco y cuelga”.

     Una costumbre que, a simple vista, pareciera que la promueven mayormente los jóvenes, debido, quizá, a la implicación favorable que tiene para sus bolsillos escasos de dinero, casi siempre, la gratuidad de tal tiempo al aire. Y que seguirá agrandándose con ímpetu dado el creciente número de abonados nuevos que cada día reportan las empresas del ramo en el país, según lo indica un informe de la Superintendencia de Industria y Comercio sobre el comportamiento de dicho mercado durante el primer trimestre de 2012.

     A los estudiantes, ya sean de secundaria o universitarios, estos cinco minutos gratis se constituyen en el salvavidas perfecto de sus necesidades de comunicación “sin gas”, que significa en el lenguaje coloquial de ellos: sin gastar un peso, con sus familiares elegidos o amigos. Y es el alimento vitaminado del ocio y la cultura del correvedile que abunda en nuestra sociedad, de acuerdo a como lo ven algunos. Con tal atractivo a los muchachos y a las muchachas de hoy no les queda difícil convencer a sus progenitores de que les compren un teléfono móvil.

     De ahí que la expresión “Ya te vuelvo a marcar”, es la más empleada actualmente en el país pues cada cinco minutos alguien la pronuncia para cortar una llamada telefónica. Pero esta moda no es sólo de los jóvenes, los adultos, con o sin buenos ingresos, también han acogido la misma usanza impulsados por el innegable beneficio económico que contiene, pero son poco dados a mostrar que realizan tal práctica con o más frecuencia que la juventud. Por lo que también se está volviendo normal encontrar a alguien de edad madura haciendo alarde de contar con ese recurso para hablar sin costo con sus hijos, familiares o allegados. Cosa que igualmente pasa con los empleados, vendedores callejeros o estacionarios, taxistas, funcionarios públicos, en fin, que no dudan en sacarle provecho a la nueva circunstancia.

    No obstante, hay muchos a los que les cuesta volverse “cincominuteros”. Existen personas, aún, que olvidan estar atento al tiempo que corre y se dejan agarrar del sexto minuto que ya tiene costo. Normalmente, esto le sucede a personas que cuentan con planes de minutos que les alcanzan para hablar sin parar el tiempo que quieran o consideran de mal gusto o vergonzoso darle un tijeretazo intempestivo a la charla que sostienen, ya sea por tratarse de algo sumamente importante o porque el interlocutor podría no volver a contestar si corta la llamada. Lo que suele ocurrir en los casos en que el objetivo de la misma haya sido cobrar una deuda o intentar recobrar un amor contrariado u otros asuntos de ese estilo.

     Esto último le ha pasado a Roberto, el vendedor de aguacates que recorre los barrios de la ciudad, quien comentó que sus cinco minutos gratis los ha utilizado estos días para llamar a una ex novia que tiene en la periferia, tratando de restablecer la relación. Sin éxito. “Siempre que le vuelvo a marcar, no me contesta, dice. “Y como no le meto sino unos dos mil pesos al teléfono, no me arriesgo a hablar largo porque gasto todo de un sólo tajo”, agrega desanimado. Ando jodido por eso, declara.

     Por su lado, Paula, una mujer ejecutiva que trabaja para una empresa multinacional, señala que es muy bueno contar con esos cinco minutos ya que sirven para hablar con sus hijas mientras están en el colegio sin que represente costo para ella. E igualmente para las niñas cuando tienen deseos o necesidad de llamarla.

     Pero no se contuvo para quejarse de algunos clientes que la han puesto como elegida y utilizan sus cinco minutos gratis para hablar de negocios y la ponen a soportar la suspensión temporal de la conversación a cada momento. “Eso me parece descortés”, afirma. “Cuando se interrumpe una charla de estas se afecta la integridad de la misma y el negocio puede sufrir las consecuencias. “Esos clientes me atormentan el rato”, anota, dibujando una sonrisa tenue.

     Por su parte, Antonio, cuenta con entusiasmo que para él, cuya paternidad ejerce a la distancia la mayor parte del tiempo, estos cinco minutos han sido el puente que le permite estar a diario al lado de sus hijos para ayudarle en las tareas del colegio. “Ahora paso mucho tiempo con ellos sin estar en casa”, anota convencido de que es lo mejor que han inventado las empresas de celulares aunque duda que tales minutos sean totalmente gratuitos ya que las empresas nunca pierden y de seguro esos costos los recuperan por otro lado.

     En fin, tal como van las cosas, el negocio de la telefonía celular goza y gozará de buena salud por buen rato. Y la nueva moda seguirá expandiéndose porque es difícil no aceptar cosas gratis. A caballo `regalao` no se le mira el colmillo, dice la sentencia popular. Así que adoptar la nueva moda del “Cinco y cuelga” es sólo cuestión de tiempo.

Correo del autor: nadimar63@hotmail.com

Desde el malecón

Dios

Por Ignacio Verbel Vergara

Ha sido la incorporeidad la más grande garantía de la existencia de Dios. Un Dios corpóreo sería vulnerable. Es su catadura esencial la que protege y define a Dios. Un Dios de carne y hueso se parecería demasiado a nosotros y eso, de por sí, ya sería una enorme desventaja para Él. 

Por eso, Dios, entendido como  núcleo de la sabiduría y fuente esencial de toda existencia, nos ha legado la materialidad como principio definidor del humano, pero poniendo las bases para que el ser de este, más que carne, huesos, linfa y sangre, sea determinada por su espiritualidad, la que no debe entenderse como sumisión, veneración y conjunto de ritualidades para honrarlo a Él. Dios no sería tan simple. Por eso, ha permitido que evolucionemos, desde los estratos más simples de la inteligencia hasta los más altos.

      Dios no pretende preocuparse ni meterse en nimiedades. Hacer milagros y estar protegiendo a toda hora a quienes le ruegan, harían de Él un personaje demasiado insulso, vulgar  y cotidiano. La magnificencia y la sapiencia de Dios es tal que no se unta de trivialidades ni de llantos. No lo apasionan los ruegos ni las oraciones, ni tanta devoción. Sabe que eso sería atentar contra la libertad que es el máximo don que Él nos ha otorgado. Dios no necesita que lo amemos ni que le temamos ni que nos humillemos ante su presencia. No necesita Dios creyentes signados por el fanatismo y la hipocresía ni de quienes esperen que Él tenga que resolverles todos los problemas.

Dios no es Jehová, ni es Yavhé, ni es Alá. Porque Es todos ellos. Dios no es un nombre. Es una suma de nombres,  de los que lo identifican como luz y  transparencia. Porque Dios no debería ser nombrado como Al-Qahhar (ElDominador) ni como Al- Mudhill ( El que humilla). Tampoco Al-Qabid (El Despojador). Ni Al –Hakam (El Juez). Ni Al- Muntaqim (El Vengador). Ni Yahwet- Tsabbaot (El Señor de los Ejércitos). Porque tales nombres desdicen de su Ser. En cambio, si podría ser nombrado como El Olam (El Eterno), El-Roi (El Que me ve), Ar- Rahman (El Más Misericordioso) o como As –Salam (La Fuente de la paz).

    Dios no necesita emisarios, no necesita profetas, no requiere de sacerdotes. Dios, que es la máxima luz, no necesita de mechones ni de rústicas teas que lo iluminen. Por eso, las toneladas de velas que queman en los altares que le han erigido, más que satisfacerlo, lo entristecen. Dios no necesitaba que Abraham le sacrificase a Isaac ni que los hombres escogieran para Él los mejores corderos ni las más brillantes y jugosas viandas.  Dios amaba a Caín tanto como a Abel, no hacía diferencias. Y, Caín, con una sapiencia silvestre dejó de malgastar los mejores frutos que la tierra le ofrendaba en vanas dádivas a Quien no las necesitaba.

      Dios es amor y el amor verdadero no pide nada a cambio. El amor real es tal porque no exige contraprestaciones. El amor es, se manifiesta, se instituye. Y nada más. No pide que le firmen pagarés ni cobra réditos. Dios que todo lo tiene, que todo lo posee, que todo lo crea, no solicita servidumbres ni dones por amar. Ama porque así lo ha decidido y porque es el amor el núcleo de su substancia.  No necesita la miel que le den miel. Ella se ofrenda y da alegría. No cobra por el servicio de ser nutriente y ser dulzura. Mucho menos Dios podría caer en el absurdo de demandarnos pleitesía o ritos en que gastemos y desperdiciemos bienes que podrían servir para surtir necesidades y menesteres  de la cotidianidad de los hombres.

      Dios es infinito porque es Tiempo. Nos es difícil entender la esencialidad de Dios, entre otras cosas, porque nuestro tiempo es muy corto aunque vivamos un siglo y le sumemos unos años más. Somos pasajeros, volutas de humo que, en un instante cósmico, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Dios, en cambio, que es la suma de todos los tiempos y de todos los amores, de los que han sido en cuanto han sido y de los que serán en cuanto serán, parodiando un poco a Protágoras de Abdera. La semejanza que se dice tenemos con Dios no está en la forma ni en la corporeidad, está en que por Su gran amor , nos regala la posibilidad de navegar en una parte del Tiempo que es,  y nosotros, ilusos, en vez de disfrutar, nos dedicamos a  las guerras, a encender el horror, a abrir las compuertas del dolor, a dañarnos los unos a los otros, a disputar incluso por el mismo Dios ante la pretensión de que hay credos más esclarecidos, cercanos y asidos a  Él que otros. La nimiedad, la necedad y el oscurantismo llegan a tal punto que, en nombre de Dios se juzga, se zahiere, se condena y se mata.

      Dios ha sido, en síntesis, una de las grandes inspiraciones del hombre y por ello no puede este maniatarlo ni quitarle excelencia.  Si algo determina al hombre es que haya tenido la idea de un Dios bondadoso, libre, perfecto, eterno, poseedor de la máxima sapiencia y si algo desprestigia a Dios es que surjan por doquiera supuestos representantes de su poder y de su gloria, supuestos depositarios a quienes Él ha revelado lo que debe practicarse o prohibirse y castigarse. Dios es demasiado transparente y celestial para ceder su palabra, su poder y su gloria a unos sucios mortales que lo toman como medio para llenar sus cofres, para excluir y erigirse como depositarios de la verdad, la salvación y la vida.

Correo del autor: pezvolador2007@gmail.com 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Vox Populi

Crónicas de la tierra de la hamaca (II)

Hoy, la gaita que nos une. Los sentimientos que nos separan.

Por Alfonso Hamburger


En estas crónicas llovidas y asoleadas de las fiestas de San Jacinto, no tenía previsto mencionar a Raúl Gómez Alandete, el gran Lobo, quien brilló por su ausencia en mí divagar de perro con gusano. O de mulo con hormiguillo. No me quedo quieto. No suelo quedarme más de una hora en un solo lugar. Quiero estar en todas partes y a veces no estoy en ninguno. Pero a Raúl me lo encontré en este foro virtual que se da en doble vía. Eso le imprime fuerza a la Convergencia de medios. Que es la moda. Bienvenidos, pues.

      Sigo en la plaza de Los Gaiteros. Alfredo Villadiego, de los nuevos ricos del pueblo, parece perdido en la multitud. Su mirada es huidiza y su temperamento arisco. Creo que la gente que adquiere plata se deshumaniza. Se vuelve mentirosa. Apaga el celular. Se aleja del pueblo aunque regrese en las fiestas. Llega Galo Viana, jovial, risueño. Más joven que antes de tener plata. La tarima se ve desolada. En muchos años no está el aviso de Mutual Ser. El telón de fondo es improvisado, lo regaló Carmen Costa Caro, mujer emblemática del movimiento cívico, hoy dispersado. Ella vive en Valledupar y jamás nos olvida. El Festival está en crisis. Miguel Manrique se pasea orondo con su cámara digital al cuello, toma fotos a diestra y siniestra, revelando su encanto a la luz de los ojos. Ya no tiene que llevar el rollo a Barranquilla. Con su impresora digital puede imprimir la magia enseguida. Espera que lo llamen a tarima para subir por el trono. Sigue siendo indestronable en su cumbia. Nunca leyó al tuerto López ni a Eduardo Lemaitre, pero sus textos cumbiamberos son parecidos, al decir “Viejo telar de mis abuelos”. Se lo juego a los Ovejeros. Su hermano Oswaldo le pisa los talones, pero con cumbias con rasgos de rock, pop, calipso y regué, mucho Caribe. Es una cumbia visionaria de futuro. Y al final, Miguel, con una canción elaborada en guitarra y llevada a la gaita, fue segundo. Lo extraño es que sólo le hayan dado 200 mil pesos en tarima, que a medias alcanza para no apagar el fogón y para el arroz de tarde. El resto, 200 mil, es promesa. Mejor premio entregan en el festival de la Diecinueve.

      Sigo ahora allí, en la plaza. En la casa de las Mendoza. Ya es domingo. Cae una lluvia moja monte. En el patio penumbroso, bajo la fronda de un tamarindo que copa todo, está El Braco. Su nombre es Jorge Quiroz Tiedjen, preocupado por el futuro del festival. Quiere llamar a un frente común. Este año, pese a que no hubo casetas (cosa que aplaudo) el festival se vino a menos. Armandito Tapia hizo cosas de buena Fe, positivas, pero este año no se sintió ni en las redes sociales, que son la alternativa de poder en estos tiempos de convergencia digital. El año primero, me consta, porque fui a Barranquilla especialmente a verlos, llevó la gaita a la legendaria Cueva del Grupo de García Márquez. Pero hasta allí no más. No hubo un grupo para llevar al hotel El Prado, donde 2 mil periodistas del país se quedaron esperando a los gaiteros. En eso nos aventajan los vallenatos, quienes no desperdician un escenario como este para mostrar sus cantos. Se regresaron a San Jacinto a prima noche, como si el pueblo se les fuera a esfumar.

      Braco está refaccionando el viejo patio, donde antes estuvo la biblioteca, sala de lectura y el museo. Allí pensamos rencontrarnos en enero en el marco de la Séptima Fiesta del Pensamiento, en homenaje al científico Regino Martínez Chavan, un lugar para reflexionar, para la memoria y para repensar nuestro futuro. 

      No puede haber división en torno de la gaita. El único elemento que nos convoca y nos une por encima de las clases sociales o las diferencias políticas y personales es la música. Sin este signo ya nos hubiésemos devorado unos a otros. Por eso poco entendí el discurso de Tapia Gloria, en medio de la larga lista de patrocinadores (entre tiendas y farmacias) terminó con un saludo “Al Doctor Villadiego y a su gente”. ¿Cuál gente? En este tipo de eventos los mensajes tienen que ser claros. No debe existir descremación de grupos, todos somos de todos. Todos somos mi gente.

      Bueno, hoy dejo hasta allí, porque mañana hablaremos de los visitantes, de las parrandas y de las pandillas.

( Continuará)

El ojo de la cerradura

Añoranza


Todo es ahora presente en esta extraña aventura
sin anclaje para este escribano 
              acabado por la ausencia.
T. M. S.

                                                                                                                                                    
Por Tito Mejía Sarmiento


Confieso que nací en un pueblo ribereño llamado Santo Tomás (Atlántico), donde hubiera querido nacer cada vez que naciera. Donde fui concebido además, por una hermosa pareja que se pasaba muchas veces la vida hablando del amor y sus metáforas bajo la tela de la noche y sus luciérnagas diminutas. Una pareja de ojos toledanos que transitaba asida de las manos por los mismos caminos aunque le pareciera cerca lo que estaba tan lejos. Confieso que mi piel se eriza hoy en llamarada, ajena  a la raíz que la redime, al acercarme a la ventana de la evocación:

      Las calles arenosas de mi pueblo, donde corrió toda nuestra infancia, dejaron de serlo. Hoy están convertidas en alfombras de cemento que con el pasar de los días se deterioran en su propio frenesí. Es que la vida de los pueblos ha cambiado tanto en muchos sentidos que, por ejemplo, ya no se escucha el tañido de guitarra, equilibrio de romances escondidos. He pretendido como antes, una vez más, buscar la novia amada, pero hoy está mojada por el alba de otro hombre. Ya no corta la guadaña del abuelo el rústico perfil de sus arrugas. Me interno no una sino varias veces, en uno de los barrios más antiguos  de la población con el ánimo de hallar por lo menos una  casa con techo de paja, entorno esencial de nuestros sueños, pero nada, desapareció también como  por arte de magia. Indago por Nohora, una mujer supremamente católica que cada domingo con su vestido de fiesta, se arrodillaba ante el altar de la parroquia, despertando el silencio  con su cadena de ruegos. ¿Y qué decir de los gallos? Ya no cantan tres veces sino siete porque hay demasiadas voces  que se tragan en sus penachos la quimérica existencia de las casas. Ya no está el rocío  que resbalaba en el jardín de trinitarias de mi abuela María Lourdes, esa abuela hermosa, juguetona y de andar suave, que mecía su sueño bajo la sombra del viejo olivo. Tampoco aparecen los locos que se inclinaban ante la luna llena que nos habitaba en cada diciembre, en la popular esquina de La Varita de Caña. Me resulta errar  entre lo ajeno del tiempo como en el juego de la rosa, tratando de ver a papá y mamá en su titánicas luchas de propagar su longevidad por todos los rincones de la casa a tientas en medio del silencio tangible que se afilaba todos los días, pero me topo de narices con sus almas ausentes. Trato de insistir nuevamente en la evocación de mis progenitores Tito y Eloina, pero las imágenes reales se difuminan una vez más, en el vuelo azul de la tarde tomasina para la belleza del acuario. Indago luego,  por la mujer que todas las tardes a las seis, leía poemas de Borges y de Neruda en la ventana de enfrente, y me dicen que se fugó con un marinero en un ataque de extrañas intermitencias amorosas. Por último, quito máscaras para encontrar a mis amigos, hoy reservas de la muerte.

      Definitivamente todo ha cambiado en mi pueblo que también es el tuyo: hasta la dirección de una bala asesina que por encargo a lo mejor, a esta hora se incrusta en la cabeza señalada para dejar a una madre con su dolor abierto al infinito. Y como el tiempo huye y  te da señas para que registres la huella de su paso, no quiero cerrar esta columna no sin antes decir, que sigo buscando con ojos persistentes la cara de la vida en todos los rincones de mi pueblo ribereño, aun  cuando me cobije en la inmaculada lágrima que se forma en los bordes de la risa y de la locura. 

      De todos modos, pueblo mío, vecino de aquel río, siempre volveré a tu cuerpo y seguiré buscando fieramente en tus cargados pezones, la erupción láctea y, te besaré, besaré, besaré, pueblo mío, hasta lo más infinito de tu alma con todas mis fuerzas, en el más nocturnal tornado de cuento y epopeya que haya dentro de ti. Es que definitivamente siempre habrá pueblos que se llevan en el alma, y tú eres uno de ellos:

PUEBLOS QUE SE LLEVAN EN EL ALMA

  A  mis amigos que nunca olvidaré”

Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos como  
--el de Ramón Molinares Sarmiento--
donde “un hombre destinado a mentir”
desfila libremente por sus calles bajo
las sombras de los árboles de mango,
y  en donde la mujer que ama,
no apaga la luz para demostrar que
lo entrega todo absolutamente por amor
a los acordes de “el saxofón del cautivo”.
Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos como
-- el de Pedro Conrado Cúdriz--
donde el ser arrojó su esperma en la vulva
de una “ emboscada de silogismos”
para ver “si el olvido tenía sus huesos”
o “en que instantes se crecían las rosas”
Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos como
--el de Julio César Lara--
donde el temor no usa pasamontañas
y el pasado se niega a morir,
y en donde aquel que “ama, ama tanto,
 regala sus ojos por amor
en la oscuridad rasgada de los viernes”.
Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos donde
se le saca el paso al hambre
y en donde además, “solitarias almas
se descubren y se desnudan”
con los versos  y pinceles
de Tatiana Guardiola Sarmiento
para que “no las esperen mañana”.
Hay pueblos que se llevan
en el alma, pueblos donde
el adiós no es infinito a pesar de la distancia
como le pasa a Aurelio Pizarro Charris,
fabulista que se dejó arrastrar
por un canto triste de fantasmas madrileños,
y “ahora vive  hiriendo sus carnes  
en una actitud de obligante indagación”
mientras el tiempo apacigua las auroras,
y  yo contemplo embelesado
el sexo de la luna por la ventana de mi cuarto,
“sumando noches” como si se tratara
de una “crónica de los días”
en “el ojo ciego del planeta”.

Arcoirirs

Géneros

Por Yamile Aisa Quiroz Quiroz
"Gitanamora"


La cuestión de los géneros desde mediados del siglo 20 viene sonando y tronando…
      A todos y a todas nos suena; sentimos que sobre todo las mujeres, género afectado histórica y geográficamente por el género contrario, debemos demandar como tales.
      A mediados del siglo 21 probablemente tronará. Las acciones tomadas en conciencia han logrado conseguir cargos públicos, en la posición social, alguna equidad en los salarios, de paso algo de seguridad social y, con el reconocimiento por supuesto  de la igualdad, también la autosatisfacción sexual.
      Nuestros hijos los tenemos cuando así lo decidimos, cuando queremos. Vestimos también según manda la moda que se ajusta a cada una, incomode o no es nuestra moda, pagamos por los servicios públicos, el restaurant, o de compañía. No extraña ver mujeres tomando solas o en compañía de otras, cualquier juernes, viernes o sábado. 
      Todo muy bien. A mejorar los siguientes puntos:
1. Esa victoria aún no es alcanzada por el 100x100, tal vez la logra un 20 a lo sumo un 35 por ciento en todo el planeta.
2. Los hijos hoy tratan de igual a igual a los mayores, son muchas veces delincuentes juveniles ahora con pandillas hasta en los colegios, con ingesta de drogas peligrosas, 
3. Presencia de índices altos de prostitución infantil, con alta incidencia de la enfermedad de moda. El VIH. 
4. Las desapariciones de mujeres, jóvenes y niñas que terminan en el comercio de la trata de blancas. 
5. La violencia que llega hasta la muerte de la mujer (feminicidio). La violencia económica y patrimonial, así como la emocional y afectiva.

      A mediados del siglo 21 ojalá suene y truene que los dos géneros son complementarios, sin abuso de ninguno sobre el otro, que a igual trabajo igual salario;  que el respeto y amor, cunda como la verdolaga y las mujeres nos complazcamos en la más grade función que nos dio el Creador, por encima del género masculino, llevar en nuestro seno un futuro o futura humana, la podamos formar como Dios manda.

      Y sintamos unos y otras que podemos confiar en quien es nuestro compañero(a) de vida terrena por ahora y en el futuro cósmico al lado de nuestra propia luz. Con el cual podamos compartir estos versos:

MADRE, PADRE…?

Mujer,
la maternidad es un don de Dios,
y aquellas que han sido bendecidas con este,
participan de la gracia de la Creación...

Y las que por designio Divino,
no han parido
seguramente tendrán hijos
siempre que así lo deseen,
siempre que se sientan
participes de la Gran Obra,
en todo pequeño ser
podrá ver
su progenie crecer.

Tu vientre alberga la simiente,
tu mente les proporciona las ideas,
tu corazón les protege con el amor…
y  tu alma les da la eternidad….
Eternidad de la cual tod@s gozamos,
Eternidad que compartimos
tanto hombres como mujeres

L@s mayores tenemos la gran y bella tarea
de proporcionarle a cada espíritu que crece
todos los elementos para su evolución espiritual,
por ello la maternidad-paternidad
es un concepto único y total.

Benditos tod@s que sin importar su género
proporcionan a la Humanidad en desarrollo,
amor, fortaleza, y luz…

Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca.                                                                                     Proverbio sufi

E-mail: Gitanamora.quiroz@gmail.com

Desde las troneras del San Felipe


Canibalismo a la cartagenera

Por Juan Carlos Céspedes

La carne humana no tiene mal sabor, esto no me lo dijo el antropófago alemán, célebre por las noticias internacionales, sino que me lo comentó doña Leo, mi vecina de cuadra, cuya misión en la tierra es saber a qué hora salgo y cuándo regreso. Me lo espetó así no más, después de recriminarle su añoso hábito de fisgonear al prójimo por las ventanas. Esto me quedó dando vueltas en la cabeza, tanto que apenas tuve la oportunidad de encontrarme con el filósofo Baba Alí, le pregunté por esa costumbre nefanda de destruir vidas ajenas a punta de bemba. El sabio caribeño elevó sus ojos al firmamento, y después de un extraño mantra me respondió que en esta ciudad esto es más antiguo que el acoso del pirata Francis Drake, más viejo que las nuevas botas viejas del “Tuerto” López. Que la saña con la que se come la honra ajena no tiene parangón en ninguna parte del mundo. Seguramente habré puesto cara de incredulidad porque se molestó mucho y me dejó plantado en medio de un mar de expresiones ininteligibles (creo que despotricaba en latín, en arameo o en “paisa”).   

      Me fui al Parque Bolívar o “Parque de los Chismes”, allí me topé con el poeta Alvarino, célebre por su libro de bolsillo “La Generación Fallida soy yo”, el cual fue comentado largamente por The New York Times el mes pasado. Le conté de mi encuentro con el filósofo, y él me confirmó que aquí nadie llega a nada si no difama a su mejor amigo, a su competencia, o a algún poeta de “rancio desaliño”; que la suerte de la ciudad y sus habitantes se decide entre whisky, pasabocas y chismes. Esto sí me dejó perplejo, yo pensaba que al nativo le gustaba el pescado frito, el arroz con coco, la arepa con huevo, el dulce de mongo-mongo, el voto en blanco, reelegir a cualquier bandido, puyar ojo y descansar en hamaca al vaivén de la brisa marina,  pero no tenía idea que había preferencia por el cartagenero a la brasa. Me despedí del poeta, que me amenazaba aleve con leerme sus últimos poemas sobre el suicidio. 

      A partir de ese momento miraba para todos lados, me pegaba a las paredes, saludaba de lejos a quien me reconocía, me alejaba de quien me quería vender minutos, dejé de saludar al Marqués de los Mojitos, incluso, me le escondí al doctor Vilipendio, de quien supuse era un gran comedor de prójimos, ya que su enorme barriga lo delataba, amén de sus constantes paseos por la Fiscalía para enterarse de los sumarios propios y ajenos. Después de tantas gambetas paré una mototaxi y le dije al desmovilizado que me sacara del centro cuanto antes, que tenía miedo que me siguieran los caníbales del éxito.   

sábado, 15 de septiembre de 2012

Mundo de Palabras

¡Doctor no, señor!

Por Jairo Cala Otero

Un aplauso muy sonoro y prolongado merecen los psicólogos colombianos. Porque han determinado que a ninguno de ellos se lo llame «doctor», sino, sencillamente, lo que son: psicólogos. ¡Qué buena decisión! 

      El ejemplo amerita que sea seguido al pie de la letra por otras tantas agremiaciones de profesionales que existen en el país; y también, individualmente, por todos los demás colombianos. Es una determinación que decanta lo banal y se circunscribe a la sencillez; así debería proceder el ser humano en todo. No son los títulos, que parecieran concitar «engrandecimiento» y vanagloria, los que hacen importante o valiosa a una persona; al revés, son sus muestras de sencillez profunda. 

      Este ejemplo de los psicólogos cae muy bien en nuestro país, donde se le rinde pleitesía a la «doctoritis» de forma tan ilimitada que «a cualquiera le dicen doctor». Aquí, a todo aquel que se atreva a pisar los predios de una universidad lo llaman «doctor»; aunque, a veces, sus conocimientos y su conducta dejen mucho que desear. Esa arrogancia que muchos transpiran, hasta el colmo de autollamarse doctores cuando hablan delante de otras pesonas, no produce los efectos que ellos creen; al contrario, generan un concepto de personas prevalidas de engreimiento y petulancia, con autoanimación por el egocentrismo. ¡Abundan quienes se vuelven empalagosos y antipáticos! 

      Recuerdo el día en que una contadora pública, a la que yo visitaba, con aire insuflado de vanidad excesiva, contestó al teléfono de su oficina en ausencia de la secretaria. «Buenas tardes, habla la doctora fulana», dijo, sin grisma de rubicundez. Mientras le proporcionó una información a quien llamaba, la consideré prepotente al extremo; y me dediqué a pensar en eso que los psicólogos han decidido: eliminar la palabrita doctor del lenguaje de todos los profesionales universitarios, para que aterricen; para que caigan en la cuenta que es la humildad la que genera aplausos, al lado de demostraciones preclaras de sus capacidades para ejecutar aquellas tareas de las que tanto se ufanan muchos y que, a veces, dejan sospechas de cómo sería que alcanzaron la cartulina de la universidad por la que se dicen «doctores». Porque abundan esos especímenes: proclaman la «doctoritis aguda» por doquier, pero sus talentos y capacidades clasifican para la sección «en espera».

      A la plausible iniciativa de los psicólogos colombianos deberían unirse los congresistas, diputados y concejales. Ellos, que tanto desprestigio han cultivado a su alrededor por las oscuras maniobras que todos conocemos, deberían llamarse, sencillamente, señores; y demostrar que lo son, o por lo menos que dejen un indicio de que están trabajando para serlo. Porque el título de «honorables» que ellos se autorregalan para aumentar el aire de agrandamiento («¿Usted no sabe quién soy yo?») con que se pavonean de un lado a otro, no tiene ni razón de ser ni grisma de verosimilitud. ¡La honorabilidad está lejos de su entorno!

      El más dignificante título que un hombre puede exhibir y llevar con decoro a diario es el de señor. Cuesta mucho conseguirlo. No se trata de confirmar por fuera que se es de sexo masculino, como se cree. Eso es vano. Señor es el resultado de todo un proceso de formación humana; un conjunto de virtudes y actitudes tales que no dejen traslucir comportamientos zafios y detestables.
Y, claro, para que las damas no se sientan discriminadas o excluidas también a ellas les cabe el título de señora. ¡Aunque no todas sepan llevarlo con gallardía! 

      En México y Venezuela a los profesionales se los llama licenciados. Y punto. Nada de engreimientos. Y eso no les resta importancia a sus profesiones, ¡ni nadie cae en desgracia porque no le digan doctor!

      Qué bueno fuese que a los psicólogos, que eliminaron el vocablo doctor de su entorno, los emularan también abogados, contadores púbicos, sociólogos, trabajadores sociales, economistas, administradores de empresas, arquitectos, ingenieros y demás. Podría ser un principio para retomar el camino que conduce a ser humanos, ¡simplemente humanos!

      En la época en que el abogado Roberto Cadena Arenas fue alcalde de Bucaramanga, él hacía que yo sintiera más aprecio por mi actividad profesional, pues tenía la sana costumbre de saludar mentando, precisamente, la profesión del saludado: «¡Hola, periodista!», decía con gran entusiasmo y sin una pisca de ironía. Era un sincero saludo para la humilde condición laboral del ser.

      Dejemos el vocablo doctor solamente para así llamar a quien ha recibido el ‘último y preeminente grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello’, como lo define el diccionario. Porque, recordemos, esa palabra se le endilga muchas veces a ciertas personas ¡para insultarlas!

sábado, 1 de septiembre de 2012

Apetito sustituto

La ciudad mutante

Por: Juan de Dios Sánchez Jurado


En ese lote nunca hubo nada. Desde que tengo uso de razón, y de edad ya voy en los 28 años, ese terreno estuvo vacío. A su lado, siempre, esa academia de vallenato con aspecto de casa del terror; al otro, el primer centro comercial inaugurado en Cartagena del mercado de Bazurto para acá, Los Ejecutivos, el de La Olímpica. Recuerdo claramente un día del año 89 en el que mi abuela llegó a la casa con las rodillas peladas y el traje un poco roto. Tras un mal paso en el andén, se cayó dentro del lote. Durante mucho tiempo me pregunté cómo hizo o cómo cayó mi pobre vieja para no partirse al menos un brazo en semejante descalabro. Pero en ese cuadrado de tierra, monte, basura y ratas a tres metros por debajo del nivel de la Pedro de Heredia, nunca hubo nada. En el carril de esa Avenida, en el sentido Bomba del Amparo-Centro, a la altura de ese lote, hubo una rampita que durante toda la década del 90, mis compañeros de ruta escolar y yo esperábamos para brincar sobre los asientos del bus; entretenimiento para nosotros y dolor de cabeza para la guardiana de disciplina; pero en el lote nunca hubo nada. Todos estos años fue sólo una víctima de la aridez, rogándole piedad al sol, o un arrodillado de tanta maleza, cuando apenas un aguacero era capaz de levantar un metro su monte recién segado. Del resto, repito, nunca hubo nada. 

      Está bien, lo acepto, alguna vez, a principios de este siglo, hubo un conato de parque de diversiones; no obstante, nombrar así a una pista de llantas viejas y un plástico inflado es un desmadre de gentileza, así que no cuenta y, por eso, insisto, en ese lote nunca hubo nada. Con las obras de Transcaribe, en frente, le pusieron un adefesio de puente que se quebró incluso antes de ser transitado. Y por debajo de ese arco del fracaso de la ingeniería cartagenera, una manera rara de volver, si uno viene del sur, o de entrar al barrio Las Gaviotas. Pero en ese lote nunca hubo nada. 

      Hoy, tras ausentarme de la ciudad apenas unos meses, justo en ese lote, me sorprendió la imagen de una edificación bastante adelantada. Me desagradó. Soy un animal apegado a ciertas costumbres y apreciar la vacancia de ese lote era una de mis preferidas. Aquella postal era la representación de lo que siempre ha sido Cartagena: Una ciudad en la que por mucho que pasen cosas, tragedias y comedias, inclemente sol o maleza testaruda, nunca pasa nada. Cartagena, igual a ese lote, un lugar sin dueño aparente, un terreno desolado y asoleado con síndrome de baldío, al que uno podía volver luego de ausentarse por años y encontrarlo todo tal y como lo dejó. Sin embargo, hoy vuelvo y me encuentro con que en ese lote, cuyo vacío pude apreciar toda mi vida, se alza una edificación que acentúa aún más mi sorpresa cuando me responden a la pregunta, ¿y qué va a funcionar allí? Un Mc Donald´s. ¿Un qué? Sí, así como lo oye, un Mc Donald´s. ¿En plena Avenida Pedro de Heredia? ¿Junto al centro comercial que sobrevive a punta de estaderos de poca monta? ¿Junto a esa academia que no enseñará un vallenato que impida su declaración como obra ruinosa? Sí, señores, un Mc Donald´s ocupando el lote siempre vacío en el que alguna vez mi abuela se raspó las rodillas. 

      La ciudad se está moviendo, no cabe duda. Su aspecto general es el de obra negra. A cada dos pasos se nos atraviesa una iniciativa civil a medio terminar. Ejemplos: Transcaribe, por supuesto, 6 años en construcción y contando; el complejo de apartamentos que remplaza al Centro Recreacional Confenalco en Crespo y que le roba a la ciudad un buen pedazo de cielo; el tugurio del consumo que se impone sobre las caballerizas de Chambacú; la restauración de lugarcitos del centro amurallado del siglo pasado, esos que desaparecen para dar paso a una fachada de destino turístico caribe, neutro y sin identidad. 

      A la ciudad entera la envuelve hoy una cortina de zinc que poco a poco se retirará para apreciar el resultado de la cirugía. Como ya ocurrió con la Media Luna en Getsemaní, que pasó de la calle en la que nadie quería ser visto a galería de rumbeaderos de moda. 

      Cartagena se mueve sin que pueda precisarse aún hacia dónde, o sobre quién recaerán los beneficios y detrimentos de dicho movimiento, ni cómo se traducirá esa movilización en términos de progreso (por lo que sea que progreso signifique). Lo cierto es que la ciudad está mutando de manera acelerada. Pronto hasta los que siempre la han vivido transitarán por alguna de sus calles con la sensación de haberse perdido. Como me pasó a mí, luego de apenas 4 meses de ausencia, que regreso y me topo con que el gigante de las hamburguesas de “cosa” se apoderó de mi lote vacío de toda la vida, para poner a competir a la Big Mac con las arepas de huevo. 

      Cambiar está bien, no digo que no, y que la ciudad explore otras posibilidades. ¿Significará esa mutación una mejora en la calidad de vida de todos los cartageneros? Lo veo difícil. Pero puedo estar equivocado. 

Blog del autor:  Apetito Sustituto

Columna vertebral

La   euforia y el humor en la poesía de Wichy, El Rojo.          

Por  Jaime Arturo Martínez        



Jesús García Sánchez en un ensayo consigna lo siguiente : "Afirmaba Eliseo Diego que Luis Rogelio Nogueras, Wichy, también llamado 'El Rojo' por su pelo cobrizo, era uno de los poetas cubanos que con más austeridad, delicadeza y amor se han acercado a la misteriosa criatura que llamamos Poesía”. Luis Rogelio Rodríguez Noguera, conocido como Luis Rogelio Nogueras y apodado Wichy, El Rojo, Wichy el Rojo nació en La Habana, el 17 de noviembre de 1944, en El Vedado y falleció el 6 de julio de 1985. Es uno de los poetas que abanderó la renovación del lenguaje lírico, pues para él no había que hacer poesía para la revolución, sino, poesía desde la revolución. Afirmaba que   el poeta es un creador y la poesía un testimonio de su paso por el mundo. Por eso, Nogueras le sumó un importante vigor coloquial y una fina ironía a sus obras y no solo se apartó, sino que desmembró ese lenguaje manido,  que él consideraba insuficiente y limitado. La obra de este cubano es admirable por el jolgorio, la euforia, el humor y la ironía. Nos entrega – a quienes pergeñamos poesía – una excelente  herramienta que nos invita a no someternos a la tradición y , por el contrario, a trabajar con lenguajes renovados. Cito ahora dos poemas que ilustran lo dicho y que tengo la plena seguridad de que se los gozarán. El primero es El último caso del inspector. El lugar del crimen /no es aún el lugar del crimen: /es sólo un cuarto en penumbra/donde dos sombras desnudas se besan. /El asesino /no es aún el asesino: /es sólo un hombre cansado /que va llegando a su casa un día antes de lo previsto, /después de un largo viaje. /La víctima /no es aún la víctima: /es sólo una mujer ardiendo /en otros brazos./

      El testigo de excepción /no es aún el testigo de excepción: /es sólo un inspector osado /que goza de la mujer del prójimo /sobre el lecho del prójimo. /El arma del crimen /no es aún el arma del crimen: /es sólo una lámpara de bronce apagada, /tranquila, inocente /sobre una mesa de caoba. El segundo poema: Pérdida del poema de amor llamado "Niebla”:

      Ayer he escrito un poema magnífico/ lástima/ lo he perdido no sé dónde/ ahora no puedo recordarlo/ pero era estupendo/ decía más o menos/ que estaba enamorado/ claro lo decía de otra forma/ ya les digo que era excelente/ pero ella amaba a otro/ y entonces venía una parte/realmente bella donde hablaba de/ los árboles el viento y luego/ más adelante explicaba algo acerca de la muerte/ naturalmente no decía muerte decía/ oscura garra o algo así/ y luego venían unos versos extraordinarios/ y hacia el final/ contaba cómo me había ido caminando/ por una calle desierta/ convencido de que la vida comienza de nuevo/ en cualquier esquina/ por supuesto que no decía esa cursilería/ era bueno el poema/ lástima de pérdida/ lástima de memoria.

      Vale, más que la pena empaparse de su obra, no solo es aleccionante, sino una experiencia estética sin paralelos. Les dejo esta décima que escribí sobre este autor: LUIS ROGELIO NOGUERAS: “Estas manos con que escribo” / ( Mi obituario ) Los amigos / todo eso que va conmigo /Podrían ser los instrumentos / De este quehacer(¿) .Memento / Lucha lectura. La euforia / Que da vueltas en la noria / del poema. Y la rueda / De la vida que remeda / Mi testa de zanahoria. Hasta la próxima.