domingo, 20 de enero de 2013

Por el ojo de la cerradura

A propósito de  la novela: “Círculo en llamas” de la escritora Elvia Chadid Jattin 

Por Tito Mejía Sarmiento

Novela narrada como  una especie de anécdota costumbrista, sin perder el otro sí, de  la universalidad conceptual que va deduciendo el lector a través de unos caracteres técnicamente expresivos, con un estilo literario sencillo y algunas veces terso,(…teniendo como testigos el mar, que a esta hora su blanca espuma de las olas, borda de finos encajes la arena de la playa, y su vaivén se escucha igual a una electrizante y romántica melodía que llega al alma) es decir, la autora le apuesta más bien al valor de la comunicación que a la propia discrepancia experimental en que se debate la prosa hoy en día en nuestro país. 

      Esta novela “Círculo en llamas”, cuenta una bella, misteriosa y lúcida historia en 302 páginas, donde el lector se  introduce en lo más profundo de los entresijos del corazón de los personajes, especialmente de Elías, María, Antonieta, Francisco y Adonai, reflexionando sobre el estado psíquico y emocional de los mismos y, en quienes se agigantan sucesivamente las pasiones: el amor, el odio, la compasión, la traición, el desprecio, el entorno regional, el racial desdén al sufrimiento y hasta la propia muerte de muchos miembros de una prestante familia (Gebraim Abdías) venida del Medio Oriente, que tuvo asentamiento en una pequeña población del departamento de Sucre, Colombia hace muchos años: “En ese pueblo, Elías y María Gebraim Abdías abren un almacén con mercancía importada de Francia y trabajando de sol a sol, con inteligencia y tenacidad, amasaron una considerable fortuna hasta construir una especie de imperio. Se convirtieron en latifundistas con enormes hatos de ganado vacuno, grandes caballerizas, piaras de cerdos que crecían y engordaban libremente en las extensas y productivas tierras sembradas con árboles frutales de diversas variedades, amplios pastizales donde pastoreaba el ganado”. Personajes que sufren, sienten y padecen, pero que también sueñan y consiguen lo deseado. Personajes que tienen que salir de sus casas, de su ciudad, de su entorno y de su país, para poder vivir la vida como la sienten. Personajes emigrantes de sus cuerpos, de sí mismos y sus deseos.  Concretamente esta novela, nos mete de lleno en una barca cuya travesía enfrenta enredos aristócratas y enardecidas comparaciones teologales. La trama flota por los caminos de Dios y las trochas del diablo.

      La novela “Círculo en llamas”, como cualquier entelequia que se levante, será de todos modos,  relacionada con una muy subjetiva pureza de amor y odio que hará de una realidad, un vitral esparcido por todas las beldades inflamables que van pulverizando tiempo y espacio con su despiadada disolución de los perfiles preestablecidos: “Antonieta frustrada por su soltería, veía con amargura trascurrir los días, meses y años, en la intimidad de su alcoba maldecía por no haber encontrado al rey de sus sueños, tener por fuerzas que reprimir el deseo de ser poseída por un hombre que la hiciera estremecer hasta los tuétanos”.

      Si una novela como ésta tiene algún sentido, es que haya lectores que puedan escudriñar en sus páginas, respuestas a preguntas que todos nos hemos hecho en alguna ocasión en nuestro trasegar diario, es decir, encontrarán en ella un fiel reflejo de pronto de sus propias vidas: “Si alguna vez no actué con justicia, perdónenme. Mi fin está cercano, eso me impulsó a dejarles estas cartas, consérvenlas para que recuerden a este padre que quizás no les prodigó el amor, afecto y cuidados que debía; mi deber fue desempeñarme como padre y madre, por confiado no cumplí. Los amo con infinito amor, los bendigo y de nuevo les pido perdón. Atentamente, Adonai”.

      ¡Por último les digo, respetados lectores, métanse en el Círculo, que se quemarán de emoción. No habrá que echarle agua a las llamas!

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