miércoles, 29 de agosto de 2012

Desde el malecón

De la semiología, el paraíso y las inmundicias

Por Ignacio Verbel Vergara

Gran virtud de la semiología ha sido el permitirnos identificar e interpretar con alta fidelidad la riqueza de los signos: tanto de los naturales como de  los producidos por el artificio. Buhler, Greimas, Hjelmslev, Pierce,Umberto Eco y tantos otros grandes semiólogos, nos han facilitado  reconocer los signos como instancias para acceder al saber, a la comprensión del cosmos y de la sociedad. Signos de toda índole, color, tamaño y textura aparecen ante nuestros ojos, pueblan nuestros oídos, invaden nuestro olfato, acosan nuestras papilas gustativas o se explayan al servicio de nuestro tacto. Signos que se contorsionan, que saltan, que en oportunidades atropellan con su grosor o con su olor. Signos de agua y de melcocha, de danza y de caricia. De vida y de muerte. De barbarie y dulzura. De Alfa y Omega. De Yin y Yan. De lo sutil y de lo abrupto. De lo terrible y lo sublime. De la desolación y de la devastación. De la armonía y del sosiego. Signos. Signos. Signos de carne y  de pecado. De fasto y de miseria.
      Signos que nos atrapan en la función cinematográfica del día o que descubrimos en las caderas lujuriosas de la morena que muestra su belleza sin ambages. Signos en el mercado, saltarines entre los pescados recién salados, los bultos de cerdo ahumado y las vísceras de res que cuelgan de ganchos ceremoniales. Signos que recorren los puestos de verdura, que coquetean entre las distintas coloraciones de las frutas y que, avezados, se plantan en el semblante adusto del comerciante que solo desea amasar más y más ganancias.
      Signos que descubrimos envueltos en gasas, o desnudos; unos de fragante donaire; otros de maloliente estopa; que habitan las avenidas y los andurriales; que se convierten en semáforos o en ruidosa flauta con que un mendigo implora la cada vez más exigua caridad; que acechan en la bocacalle siniestra en que el criminal prepara su changón o su puñal para amedrentar o para cobrar botín.
      Signos que nos acompañan a uno de los grandes signos –¡el mar!- y que nos permiten verlos convertirse en reluciente barca que corta las aguas vesperales o en imponente barco de carga en el que marineros de todo pelambre y toda lengua izan grandes contenedores  y los depositan en los sitios para ello destinados. Signos que se muestran como alegres gaviotas que juguetean con la brisa y que se aventuran hasta la cúspide verde y salitrosa de las palmeras o que  se manifiestan como pálidos lirios besados por las olas. Signos convertidos en turgente seno de hermosa bañista o en adiposo abdomen de cincuentona venida a menos. Signos que se trastocan en velamen o en reluciente pez que caracolea entre las ondas. Signos hechos de espuma o de arena, de acantilado o isla; de alga o de plancton. Signos que son horizonte lejano y estrella que empieza a insinuarse tras una cortina vaporosa de otros signos que son nube blanca, nube gris, nube de sangre.
      Signos que se transforman en noche, en cópula ardiente, en espacio escogido por el asesino para truncar una vida. Signo que baila convertido en masa oscura que todo lo tiñe y congestiona, pero en medio de la cual hay otros signos que son amor, goce terreno, estómagos llenos, boquitas pintadas, gestos narcisos, omnipotencia del músculo, ruidaje de fantasmas y  suspiros de arlequines o gemidos de walkirias que sacian sus apetitos con las vestales del miedo y del oprobio.
      Signos que derivan a madrugada, a musgo fresco, a flor lamida por el rocío, a bocas que se entreabren y  encuentran de nuevo la vigilia. Signos que son café caliente, pan recién horneado y sabroso, caldo que revitaliza, canción que nos saca de la modorra; signos que nos conducen a la rutina, al reino de la mismidad o de los retos. Salimos al signo- calle y ahí nos encontramos con los signos –automóviles, con los signos- violencia, con los signos- cotidianidad.
      Y de súbito, más allá, descubrimos signos que son petulancia, o coerción o mal uso del poder: Y pasa  el politiquero  que se cree dueño de la ciudad con el torso alzado y con la pelvis hacia adelante: quiere intimidar y quiere humillar; se siente un nuevo dios con los dineros que le ha hurtado al erario a través de negociados non sanctos,  pero quiere más: pretende que lo festejen y lo adoren.  Y, cerca de él, un estafeta de la burocracia sonríe como idiota, obsequioso y servil para que le dejen lamer las migajas que caen sobre el piso. Y pasa otro, que no mira a nadie: piensa que los demás no merecen un contacto visual suyo, cree que si mira a los menesterosos o a aquellos a quienes les ha hurtado las posibilidades de vivir mejor, con mayor justicia y confort, se contaminará su bilis. Y allá, uno más se encamina al palacio municipal, departamental o nacional: lleva el labio superior levantado para manifestar su desprecio a quienes se cruzan en su camino; ahora se chupa las encías y traga el amargo jugo que de ellas obtiene. 
      Y, en lo más alto, en las oficinas olorosas a esencias exóticas, regodeándose en muebles suaves y suntuosos, fumando finos tabacos y dándose su toquecito de cocaína, los signos máximos de la podredumbre nacional se jactan ante sí mismos de ser signos del progreso, de la democracia y de la construcción de un mundo feliz. Signos de putrefacción. Signos del atraso, de la miseria y la violencia, del despojo y el asesinato feraz. Signos de mierda.
Agonías de Agosto de 2012.

Correo: pezvolador2007@gmail.com 

4 comentarios:


  1. Chulespe, Jesús Ma.
    ‏@Chulespe2012
    La Urraka Cartagena: Desde el malecón http://laurrakacartagena.blogspot.com/2012/08/desde-el-malecon.html?spref=tw …, gran blog del poeta Verbel (Tolú, Sucre), una muestra semiológica viajera.
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  2. NO me gustó la agresiva frase de Signos de mierda, cuando atrás y durante todo el texto, das fe de la belleza, de la practicidad de los signos y su grandeza comunicativa... me haces acordar a frases de comunistas y mamertos de colegios de bachillerato oficiales, ya anacrónicos, ¡claro!

    Pero lo anterior a esto, excelente.
    Jesús Ma Pineda

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  3. La semiótica es otra cosa, porque no estoy de acuerdo contigo, no olvides que ella hace esfuerzos endémicos por explicarnos la episteme del pensamiento humano, trasladado lógicamente a los símbolos para que este pueda ser reconocido a través del tiempo, remplazando la tradición oral.

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  4. El imponente Sol,en el cenit tiene esplendores,
    y como el hombre iluso, de su fervor es consciente;
    imposible decir con símbolos, lo que se siente,
    descríbeme el crepúsculos y sus multiples colores.

    Ninguno puede sostener, un dolor por siempre,
    Por oscuro, húmedo y estrecho, que veo el sendero;
    una luz tenue, cubre ese sueño sensible,

    Querer sin dolor, entonces , es posible,
    recuerdos diluibles, de tétricos enredos;
    tener con quien quererse, es increíble.

    Persiguiendo sin desdén, idilio divertido,
    sin percibir dolor, recorro el universo;
    es muy sutil entonces, sentirse deprimido,
    si ves que lo querido, es muy disperso".
    Víctor Manuel vides C,
    A TI MUJER ........
    "Por los días tan lindos,que he visto venir,
    por las noches apacibles y tu soñar;
    por los logros añorados, en el porvenir,
    por los besos furtivos, que no he de olvidar.

    Por los días felices, que han de venir,
    por aquellas lagrimas y tu sollozar;
    por esa entrega sensible, a la hora de amar.

    Por las sabias palabras, en tu decernir,
    por regar tu cariño inmenso, por todas partes;
    y ese corazón dulce, que con todos compartes.

    Son tantas razones, Rosa de abril,
    que nunca me explico, a la hora de amarte;
    como mantienes por siempre, ese amor juvenil,
    Eres en el mundo, sin igual obra de arte".
    Víctor Manuel vides C,
    Feliz día, mujeres queridas. Besos....

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