jueves, 8 de noviembre de 2018

Por el ojo de la cerradura

Me estoy quedando sin tíos paternos

Por: Tito Mejía Sarmiento

Parece que ha llegado el momento en que todo se detiene y madura. Vivir es como devorar el tiempo. Mis tíos han sido lo que han hecho en su trasegar por la vida. Ninguno se ha parecido a otro, pero todos han estado cargados de humanidad y sencillez y lo más demostrable: han caído en la ternura de la mirada de alguna mujer que por su lado se les  ha atravesado, cuando la luna aún colgaba pálida sobre las aguas de un río. 

La muerte -que también es meticulosa como que sigue envidiando  la colección de mis tíos-, primero se llevó al Chele, Páris, Antonio, Darío, Alfonso.  Solo me queda uno: Néstor, porque el 30 de agosto de 2018, despedimos a mi tío Gustavo Rafael Mejía Ariza, el hombre competente, decisivo,  que llegó a ser alcalde de nuestro pueblo, el hombre de mirada aparentemente ruda que casi todas las noches se sentaba en la terraza de su residencia con su esposa Dora Caballero a tomar el fresco en los días de tedio y saludaba con una leve inclinación de cabeza y voz guturalmente fuerte a quienes pasaban mientras estos sonreían. El tío Gustavo que educó a todos sus hijos e hijas sin descanso, entrando y saliendo en los duros secretos de la vida en la urbe y el campo. El hombre que le decían “el manco Gustavo” sin ser manco sino cojo como si las palabras fuesen vestigios de sueños pueblerinos y no esencialmente semánticos.

Su lucha se perdió en el momento que el tiempo jugó en contra y la edad nonagenaria fue una carga inasumible. Mi tío se había hecho longevo. Demasiado para la vida. La muerte se llevó a mi tío Gustavo, pero sus recuerdos no lo matarán, así de sencillo, por ejemplo, quien podrá olvidar aquella famosa respuesta que dio cuando fue alcalde de Santo Tomás a la pregunta de su secretario de entonces: ¿Alcalde, qué hacemos con este detenido que se robó unas reses? ¡Pues, gran pendejo, métanlo preso con el cepo hasta que se corrija!

Amigos lectores de La Urraka, me estoy quedando sin tíos paternos, extraño la vida de ellos, tal vez me esconda tras sus sombras o en el andamio   ampliamente cansado que mantiene en pie sus cuerpos que, ondearán en el aire del tiempo cada que los invoque.

¡Descansa en paz, tío Gustavo, que en la otra vida encontrarás a lo mejor, en tu camino nuevamente con rostros idénticos a Gaspar Sarmiento, Brochero, al viejo Manuel Eusebio Molinares, tus vecinos de cochada y dominó que le pondrán voces a tus sueños al compás de una ranchera interpretada por Antonio Aguilar,  mientras las luciérnagas tendrán un par de pupilas gastadas por el aire nocturno de la calle Grande del pueblo tomasino!

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