miércoles, 5 de diciembre de 2018

Por el ojo de la cerradura

En el cierre del año 2018

Por Tito Mejía Sarmiento

Padre al hijo

La vida para mí no ha sido tan fácil como tú a lo mejor estás creyendo, hijo amado. 

He tenido que andar por toda clase de caminos: piedras, tachones, fuego, barro, arenas movedizas, aguas turbulentas, una que otra alfombra de vez en cuando, he pisado. Volar como pájaro de alas rotas me ha tocado en la mayoría de las veces, he tenido además, que redoblar esfuerzos para no caer  y lograr lo que me he propuesto, aferrado a mis sueños, halagado eso sí, en varias  eufonías  de Francisco Zumaqué. 

Me ha tocado encender una lámpara donde ha habido oscuridad. Así que, hijo mío, todo no ha sido fácil, te repito. 

Valora mis pretensiones para que tu vida, que es la mía,  no sea un campo infecundo entumecido  por la nieve, porque todavía te sigo queriendo y no creo que un tal Judas se haya ahorcado por mí, porque el poeta que vive en mí, jamás se dejará besar en la mejilla por un traidor.

Hijo mío, tienes que comprender que entre más avives el fuego más arde el leño, que la noche no solo está plena de estrellas sino de lunas, que entre más envejezco menos me quiero ver en el espejo.  

Espero, hijo mío, que estas palabras no se expandan en el aire, solo para atrapar silencios, sino para aprender de memoria a liberarte de los lamentos que en algunas circunstancias te persiguen. ¡Te amo hijo mío!

Postdata: No dejes de pedirme señas de baladas cotidianas, en los años venideros.

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