Por Tito Mejía Sarmiento
“Hay un algo de sacrílego
en la anaranjada luz del ocaso”
Migdalia B. Mansilla R.
Con la llegada de la temporada de fin de año, en casi todas las casas del Caribe Colombiano, sin importar la capa social, parecieran cambiar de sitio las memorias, pero no por culpa de sus moradores o propietarios sino por las empresas prestadoras de energía eléctrica que, monstruosamente aumentan cada vez más sus tarifas y estrangulan de paso, el bolsillo de los usuarios, a quienes sólo se les escucha un profundo quejido que fluye de lo más profundo de sus almas. Ya no se ven como otrora, (circunscribiéndome en este caso a Barranquilla), las casas plenamente iluminadas con una sinfonía colgante de colores que le daban a las noches, la sensación de estar estrenando un largo vestido de fiesta, mientras la brisa marina suspiraba entre las piernas de los robles, matarratones y amarantos.

Dos días después, me interné en el popular barrio Simón Bolívar, también de Barranquilla y las respuestas de las personas entrevistadas fueron idénticas a las de la señora que reside en el norte de la misma ciudad. “Es que nuestra querida Barranquilla -me dijo una gruesa morena que estaba moliendo maíz, no sin antes presentar disculpas por el símil- se parece a la puta que obscenamente le hacen el amor por atrás y ella acompasa con sus caderas el convite sin que le paguen”.
Caso contrario viene ocurriendo en Medellín, donde al parecer, las empresas prestadoras de energía, digo yo acá a través del ojo de la cerradura, son más consecuentes con sus consumidores en la época navideña o para decirlo de otra manera más específica, los paisas se hacen sentir con sus reclamos ante la dirigencia gubernamental. Hace 46 años por ejemplo, que la magia de la luz se apodera de Medellín con el tradicional alumbrado, que cada noviembre, cada diciembre busca sorprender a propios y extraños con originales creaciones.
Da grima reconocerlo pero en Barranquilla, los rostros de las noches de fin de año serán una vez más, absolutamente tristes, las casas serán albergues de inauditas coyunturas en desmanes programados, cuando la palabra nos congregue con un gesto altanero, mientras los dueños de Electricaribe se seguirán viendo en el espejo donde sonreirán y aplaudirán por sus ganancias.
¿Será que si nosotros los usuarios seguimos así de pasivos ante tantos abusos, muy pronto nuestras angustias se duplicarán quizás en los rostros sibilinos de la lejanía bañada en la indiferencia, cuya sombra se esconderá detrás de alguna casual estatua?
Gran verdad!
ResponderEliminarcon estas empresas privadas nos tienen engañado, ahorre agua, luz de toda manera nos elevan los recibos, ya con el agua no me baño si no una sola vez al día y la joda (recibo) sigue sigue subiendo
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EliminarPero, Omar, mucha gente no se decide a cantar la verdad como lo haces tú, por físico temor.
EliminarTito Sensación Mejía, hace unos minutos conversaba con una dama en privado y hablábamos sobre el valor de la energía, le dije:
ResponderEliminar"Si vienes a Barranquilla notarás que ya la gente no prende todos esos bombillos que antes prendía en en el interior de su casa o en las terrazas. Algunos aprovechan la excusa ecológica para no prender las luces, pero mentiras, lo hacen por que no pueden pagar, sin importar el estrato"
¡Me identifico contigo, Alberto!
EliminarANTONIO ALONSO GALLARDO
ResponderEliminarLa tiniebla forzosa a causa de electricaribe se combina con la tiniebla a causa del recuerdo de esos seres que ya no están y del cúmulo de quimeras pasadas pero hace eclipsa con la luz de la esperanza.
Eso es ,Antonio, la tiniebla forzosa.
EliminarVale, en la costa pagamos la energía más cara del mundo. Joder, como dice el novelista Aurelio Pizarro.
ResponderEliminarJoder, dice el escritor y novelista Tomasino, Aurelio Pizarro. Nosotros, en la costa, cancelamos los recibos de energía más caros del mundo. Ese es otro negocio del capitalismo salvaje colombiano. ¿Estado? Bueno, Estado y capital son los mismo. A Octavio Paz le escuché decir que los estados nuestros eran criminales. Razón no le faltó.
ResponderEliminarAsí, Pedro, ¡pagamos los servicios más caros de América!
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