domingo, 28 de julio de 2019

Bitácora

Un hombre precario

Por Pedro Conrado Cúdriz

El tipo es fotogénico, me dice un amigo, pero es un mal nacido, una mala persona. Uno le mira el rostro y parece un niño de una inocencia incalculable. Pero en su cara el niño parece un infante regañado, como si un resentimiento hambriento le hubiera comido la carne y el alma. El sujeto tal vez por estas razones miente sin reparo y sin vergüenza y tiene la fuerza de una tormenta para la manipulación. Se hizo célebre con un discurso incendiario y nacional en su primera presentación congregacional. Lo imagino sin amigos por fuera de la casa-Centro que lo acogió por sus debilidades y cinismo. Él representa una pretendida casta de personas sin ley, que terminan haciendo lo que les da la gana, mintiendo y maldiciendo a los que no piensan como ellos, y hasta hablando mal de un escritor Premio Nobel. Es el intento de naturalizar la anomia. No es brillante y como un adolescente descarriado cumple órdenes al pie de la letra. En eso es sobresaliente para su casta. Y eso lo hace sentir bien, porque en otros lugares, es un ser repudiable. En el Centro encontró identidad y seguridad y un espacio para burlarse, entre todos, de los opositores, o de medio país, o quizás de más de medio mundo. 

Usted se lo puede encontrar por ahí, respirar el mismo aire que él respira y seguramente pasará desapercibido si no lo reconoce. Bueno, esa es su intención, hacerse invisible a pesar de su afán de hacerse notar de manera estrambótica y casi patológica. Cuando lo veo, le observo cuernos a los lados de la frente. No, no crea, no estoy pensando en Belcebú. Para los malos, el tipo es fascinante y hasta valiente, porque dirigir una reunión congregacional durante un año, es de una hazaña incomparable. Claro, el hombre tiene un maestro, un diosito en el que se inspira. Cuando habló de la última jugadita, seguramente estaba pensando en sus copartidarios y cumpliendo el guion asignado de antemano, como cualquier subalterno. Porque él no es capaz, no tiene vuelo propio. Y aquella escena de las burlas partidarias en su primera presentación nacional, nos mostró lo que nos esperaría a los colombianos en el futuro inmediato: banalizar la pilatuna del bachiller, su último acto violento. Porque lo que hizo fue otra conducta violenta entre las que padecemos a diarios los ciudadanos de un país anómalo. “Si lo oyes / escucharás palabras vacías / o los golpes del odio en el corazón del mundo / o la voz machete de la guerra / o el grito maniqueo del cobarde. / Así es este hombre arcaico y precario / con alas prestadas / que quiere volar lejos / pero el peso del odio/ lo funde en el estiércol de la tierra. / Él no sabe si respirar sea una condena.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sus comentarios y opiniones son muy importantes para nosotros.