domingo, 14 de octubre de 2018

Bitácora

Génesis, era simplemente una niña

Por Pedro Conrado Cúdriz

Para una niña es incomprensible, impensable e inimaginable que existan seres humanos como el sujeto de Fundación, Magdalena, aunque existen, en su mente eso sí, personajes de la literatura infantil como Pinocho o Caperucita Roja. Su inocencia no le permite sospechar e incluso intuir la perversidad del hombre de todos los tiempos, ese que tiene el rol de vecino, padre, tío, maestro o desconocido, pero que es capaz de arrancarle el corazón. Quizá por esta misma razón es engañada y manipulada. Además, su fragilidad forma parte de su vulneración esquelética. 

En todo caso, su mayor debilidad es la fragilidad, lo que explica la concepción contemporánea de los derechos humanos aplicados a los niños. Y ni esta percepción los salva del tiburón hambriento de la selva de cemento. Porque ser niño en un país como Colombia es vivir atravesados por la pobreza, por ciudades inseguras, por la violencia intrafamiliar, por el maltrato, el abandono, la guerra, las escuelas lejanas –sí las hay– y la violencia sexual. Y ni hablar de la muerte, ese estado de la nada provocado prematuramente en una vida que quiere tragarse el mundo si la dejan a los dos, tres o nueve años. 

Vivir es la razón de ser de los niños y su inocencia aplica a sus ojos y oídos abiertos, a su sensibilidad adánica, a su capacidad abierta al aprendizaje, a su lucha incierta por no cerrar sus ojos jamás, a su mirada iluminada, a sus pies hambrientos de mundo. Génesis, era simplemente una niña, no era una cosa, era una niña, que soñaba con alcanzar una estrella y ver caer los frutos de un árbol, una niña que tenía una relación profunda con sus muñecas, igual con sus amiguitos del colegio, con el jardín que regaba a diario, con el barrio al que le conocía de memoria sus calles. Era un ser humano como todos los seres humanos especiales, por la edad. Génesis era simplemente una niña y duele palpar todos los días como la enfermedad mental de este país, acaba con la vida de tanto niño, de tanta niña, con tanto hombre especialista en tomar la vida del otro. 

Las cifras informan, pero apenas son números y esas cifras anuales, contadas en los rituales de la prensa, no conmueven ni movilizan a una sociedad adaptada a la pasividad, al chisme noticioso. El nunca más, se repite en una ola de desperdicio, mientras el mundo de los cinturones de miseria se hunde más y más y la locura cubre la geografía mental de la nación. Y los ricos y los capitalistas concentrando más capital, dinero y poder, en tanto la inequidad y la frontera entre pobres y ricos se amplía cada vez que se hace una reforma tributaria. Hasta esta punta de la montaña llega la locura de Colombia.

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