jueves, 20 de julio de 2017

Un lugar de encanto, de realismo mágico

Un lugar de encanto, de realismo mágico 

Por Delia Rosa Bolaño Ipuana

En esta ocasión quisiera contarles una de mis curiosas experiencias que enriquecen mi ser, esta es una y realmente no quiero dejarla pasar. Jamichera, vía Maicao, paradero y Porciosa, realmente no sabía que existía en el planeta y menos en mi Guajira, llegar allí fue encontrarme con el realismo mágico de Gabriel García Márquez, fue encontrarme con esos cuentos de nuestro Nobel y que además enriquecen sus Cien años de soledad, y cada historia contada en sus obras e historias  increíbles que uno piensa no encontrárselas en este siglo, Jamichera qué nombre curioso, lleva este nombre puesto por sus habitantes, es un caserío de unas cuantas casas hechas de material de cartón, quien en un proyecto fue donado  por unos canadienses hacen aproximadamente algunos años, son unas casas que llegas y te llevan a la niñez, a esas casas de mentira, casas fantásticas de nuestros cuentos contados desde niños, miden aproximadamente unos tres metros cuadrados, no tiene puertas, ni ventanas, sus puertas son sábanas, sus ventanas de trapo, qué curioso, pero es así, le dije  mi amiga Leydis Mengual, rectora de Porciosa, quien también posee orgullosamente una de estas viviendas: 
-Óyeme, leydis ¿y ustedes viven así y no les da miedo este lugar, que les pase algo, a tus cosas, a tus niños  y a tu esposo? 
-Miedo de que? Aquí solo vivimos unos cuantos, somos una familia, todos nos conocemos y nos cuidamos -en eso llega un niño muy curioso a entregarle una hermosa Guacamaya que había salido hacia la casa vecina, se lo entregó y con esto me ratifica que realmente en Jamichera todos son uno solo-, lo ves, me sonríe, aquí nada se pierde, la seguridad de todos somos todos.

Me invito a conocer más de aquel curioso lugar, lógicamente accedí con gusto,  no podía haber estado en aquel lugar donde solo pensé pasar unos minutos y que luego de conocerlo no me quería venir, en Jamichera alcanzas a apreciar la Serranía del Perijá, donde aún la fauna y la flora besan las montañas y le pican el ojo a los  Jamicheros  y a cada poblador cercano. 

Eran solo tres calles en la que observas a los niños jugar al lado de la carretera nacional, donde pasan los carros sin mirar hacia esta población, ignorando, tal vez, lo mágico de este lugar, al que desde afuera se le ve como algo sin valor, pero que cuando pisas sus tierras entiendes su grandeza, sentí susto al ver a los niños jugar mientras pasaban los autos a millón, pero ellos ya estaban acostumbrados a eso, me imagino que hasta el peligro los ignora, bien por ellos, me dije, al ver a sus padres sonreír y observar su juego en aquel atardecer paciente de esta población, volviendo nuevamente en mí, llegue a una casita donde curiosamente, como todo lo de Jamiche, había una sala de Internet, como les dije era una pequeña sala de unos escasos dos metros, todo estrecho, alcancé a ver dos abanicos pequeños encendidos con un curioso ruido refrescar los dos computadores y la impresora, la sala está dividida por un pedazo de  cartón, que separaba la habitación donde estaba la curiosa cama del amable propietario, cubierta por una sábana trasparente con la que cubría tal vez para evitar bicho o insectos del lugar por la noche, era don Agustín, quien le dijo a mi amiga Leidis: siga profe, está en su casa, él siguió bajando unos bloques con los pretende aumentar el tamaño de su casa y evitar la estrechez con la que brindaba el servicio a su población, pero para ese lugar la sala era perfecta, aunque les comento que no solo eso me llamo la atención, pues vivo en San Juan, un municipio súper grande, avanzado y desarrollado en comparación con Jamiche, pero les digo que en mi barrio que es más grande, no encuentro una sala de Internet tan rápido como la encontré allí, curioso, real y mágico como lo es Jamichera. 
Finalmente, caminé con Kali hacia la carretera nacional, quien también venía muy nutrido de Jamichera, sé que ya tiene su poema dedicado a esta población, él es muy bueno inspirándose y más con los lugares y situaciones extrañas de la existencia. 

Caminamos y sentíamos que Jamiche nos despedía amablemente, al cruzar la carretera volteé y vi a sus habitantes cada uno en su actividad, a Leydis Mengual, mi querida amiga, que curiosamente hablaba con sus vecinos sin percibir que la observaba desde la distancia, nuevamente Jamiche para mí y Kali era aquel lugar misterioso que existe sin importar que otros sepan que existe, solo es Jamichera y nos le interesa el desarrollo, no les interesa que sepan que existe, solo quieren que  se interese por ellos  la tranquilidad y la paz, que estas  cuiden de ellos en cada puesta del sol. 
Este es Jamichera y así quieren mantenerse, hay mucho que contar, tal vez en una segunda oportunidad que pueda estar allá…les cuente más, solo fueron dos horas. 

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