martes, 25 de octubre de 2016

Bitácora

Bob Dylan

Por Pedro Conrado Cúdriz

A mí no me parece, pero a usted sí le parece, le dije. Nada ha cambiado entre los dos, así es la vida a veces: rojo, azul, verde… Algún día se combinarán los colores, no hay prisa, saldrá el arco iris.

La literatura es una sola, no tiene compartimentos estancos, es el afán espiritual por capturar la pobre situación humana para elevarla o bajarla a los sulfurados y podridos escalones del infierno y convertirla en el espejo andante donde todos podemos mirarnos, sea en un cuento, en una canción, en el tris de un aforismo, en un poema, o en una novela.

“Para que releer a Platón – escribió Emil Cioran – cuando un saxofón puede hacernos entrever igualmente otro mundo.”

Sin la música qué sería de nosotros, tal vez pobres bestias sordas ante la belleza de un trino “almado” de un canario.

La versión de la literatura para algunos es lo clásico, aquello que perdura en el tiempo, pero fundado en la palabra escrita. Lo clásico petrificado en el sí mismo de la letra editada.

¿La literatura no es acaso interdisciplinariedad o transdisciplinariedad?

¿Qué molesta? Cuando la academia sueca ha decidido entregarle el premio Nobel a escritores que supuestamente no lo merecían ¿Qué ha pasado? Nada, la vida ha continuado en su infinita sabiduría y los buenos y regulares escritores han persistido intentando crear obras que estremezcan el espíritu humano. Hoy que le dieron el Nobel al músico Bob Dylan ¿Qué creen ustedes que pasará? Seguramente la prolifera nada, o tal vez el estremecimiento de lo clásico por la apertura de otras miradas, o el reacomodamiento de la vieja versión clásica de la literatura. Hoy todo es posible.

Y podrá atisbarse en la plástica esquina el miedo al espectáculo (“Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar con el tumbao que tienen los guapos al caminar…”), al hecho que todo quede convertido en piedra, en un par de bragas asoleadas en la avenida séptima, mientras miles de ojos gachos ignoran la guitarra. Es el viejo temor a la novedad.

Bob Dylan representa muy bien el espíritu rebelde de su tiempo, extendido en el tiempo de guerra del milenio, o en la profundad orfandad del sí mismo del ser, de hombres y mujeres decepcionadas del fracaso del mundo humano.

Si ha perdurado la versión que él tiene de la vida, del hombre y del mundo en su música y en sus letras, es porque nada ha cambiado y sustancialmente seguimos siendo la misma bestia de siempre y esto es lo que con el premio nos recuerda la Academia sueca.

No puedo olvidar la sentencia de Cioran, el hijo adoptivo de Francia: “Cuánto me gustaría morir por la música como castigo por haber dudado de la soberanía de sus hechizos.”

Bienvenidos a otros mundos de la literatura clásica.

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