domingo, 24 de enero de 2016

Desde las troneras del San Felipe

La oscuridad de las candilejas

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

... y la Gloria, esa ninfa de la suerte,
 sólo en las viejas sepulturas danza.
                                           Julio  Flórez

Existe entre muchos escritores y poetas, un afán desbordado por ser diferentes, creen que siéndolo pueden acceder a las mieles del olimpo literario. Sucede que las páginas, físicas y virtuales, se llenan de una gran cantidad de experimentos de dudosa calidad artística. Muchas veces piensan, incluso, haber inventado nuevas formas poéticas que le asegurarán un sitial en la galería de los grandes creadores del mundo. Pero ocurre que al no conocer la historia de la literatura, inventan lo ya existente, entrando así a la logia de los tontos embaucados de sí mismos. 

En este universo de cobas mutuas en que se ha organizado la sociedad de las letras, no se debe creer ciegamente las loas y alabanzas que se reciben, sin colocarlas en el peso de la objetividad y el desinterés. En verdad, los grandes autores siempre han tenido mucha resistencia entre los “sabios” de turno, que manejan la crítica desde la comodidad de sus sillones de agregados culturales, asesores de editoriales multinacionales, mimados por los ministerios culturales, vedetes de publicaciones light y otras pandillas de mala leche que manejan la literatura en todas partes.

Si un escritor no conoce su oficio, lo más probable es que repita lo que ya otros han realizado hace mucho tiempo. No se puede ser novedoso partiendo de la nada. Habría que ser un genio y esto es lo menos común. Sé de muchos que no saben nada del arte que dicen practicar, pero aun así, se atreven a considerarse maestros del ramo. El simple hecho que tengan la posibilidad de publicar un libro cada vez que deseen y viajen por el mundo y asistan a cuanto encuentro se realice no los hace verdaderos escritores. Tampoco crean los que no lo hacen, que por no haber publicado, ni puedan viajar y sufran mucho, están llenando requisitos para grandes maestros. No todo lo que uno escribe es bueno, y si sumado a esto, no concurre la disciplina de corregir y revisar constantemente, lo más probable es que el resultado de nuestra “inspiración” deje mucho que desear. Y no quiero con esta afirmación generar polémica alguna sobre este tópico. La inspiración, entendida como un momento especial de disposición para la creatividad, nunca es perfecta, por ello hay que acudir a la autocrítica severa para decantar lo escrito.  

El estilo personal del escritor se adquiere con el constante ejercicio y se va desarrollando en la medida en que avanza en la dinámica creadora. Pocas veces el gran artista es consciente de la magnitud de la obra que está gestando. Esta se esta erigiendo ante sus ojos producto más de una intuición que de una seguridad. Pero esto no va a llegar sin que haya un sólido cimiento de estudio, lucha interior y constancia en el trabajo. 

Por último, si tanto les trasnocha la gloria, tengan presente que la gran mayoría de los grandes poetas y los escritores considerados clásicos, lo consiguieron después de muchos años de muertos, porque la literatura se exalta con el tiempo y parece que para ello no tiene en cuenta el promedio de la vida humana. Pero al verdadero artista esto es lo que menos le importa. Solo al que va tras las candilejas lo atormenta la carencia de reconocimiento.

2 comentarios:

  1. Realmente atinado, Juan Carlos, sobre todo viendo mucho de lo que se publica habitualmente en Facebook, muchos que por el simple hecho de acumular palabras e imágenes abstrusas piensan que ya son poetas. Un abrazo.

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  2. Muy atinadas tus reflexiones, Juan Carlos, las suscribo. Un abrazo.

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