Por: Luis Payares Mercado
Era el primer día de la semana, domingo. El sol abrió sus ojos claros. El nuevo colirio le hacía empezar un nuevo alumbrar; como si todo se hubiese reiniciado. Pero, menos la marca. Allí estaba, allí está y allí seguirá. Ni tú, ni yo, ni nadie la quitará porque siempre habrá muchos, a quienes les interese. Solo cuando una generación decidida, se empeñe en no hacer más planas en los tarjetones, porque las pruebas Pisa se lo requieren, porque renunciaron a la muerte violenta, y porque se ha dispuesto a vivir en una democracia no fingida. Solo así, entonces se cambiará la marca de la corrupción.
Ese día, al amanecer, cuando las Marías fueron a ver el sepulcro de Jesús, y que hubo un gran terremoto porque un ángel del Señor descendió del cielo para anunciar que Jesús no estaba en la tumba; pues, había resucitado como había dicho. Pero allí, también estaban unos de la guardia quienes custodiaban la tumba y dieron aviso a los principales sacerdotes de las cosas acontecidas.
Al escuchar los principales sacerdotes la narración de lo sucedido y que sabían que era verdad. Brotó de ellos la concupiscencia, la maldad, la maldita corrupción, en no aceptar las cosas como Dios las había establecido después de haberlas acordado con los hombres. Sino en reunirse los interesados y ofrecer mucho dinero a los que vieron y ven la realidad de las cosas. Ellos, los elegidos por tradición y familia, los que siempre están interesados en que la corrupción siempre prospere, se olvidaron o mejor se olvidan de lo que Dios y la sociedad les han encargado y se enfilan a dar instrucciones como quien manda a un niño a comprar a la tienda y le pide varias veces que repita, qué es lo que va a comprar —Toma el tarjetón, marca así y así. Para que no venga con un producto del cual no se le ha ordenado. “…Decid vosotros: sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron estando nosotros dormidos.” Aquí la cosa se puso dura, ¿cómo es que unos guardias, no pocos, iban a estar dormidos y se iban a dejar llevar un cadáver? ¿Y después de un terremoto? ¿Creen ustedes que nosotros somos tontos?, no ven que la Ley romana manda muerte para el soldado que no cumpla a cabalidad con su oficio. ¿Creen ustedes que el gobernador se va a comer este cuento? —Tranquilo muchachos que “… si esto lo oyere el gobernador, nosotros lo persuadiremos, y os pondremos a salvo.” ¡Ahhh! Bueno, así las cosas cambian, así es otro cantar. El cantar de la maldita corrupción, que empezó a enraizarse y penetró en lo que era nuevo en “… las casas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Como si la corrupción hubiese venido en el paquete de las cosas nuevas. No, la marca viene por otro lado. No por la sangre de Jesucristo. Viene por la corriente de la sangre de Caín, que arremete contra su hermano. Y la guardia cayó en la perversa corrupción. En el otro cantar, “Y ellos tomando el dinero, hicieron como se les había instruido.” Marcaron como la corrupción mandó. Cumplieron la instrucción. Hicieron la plana que les pusieron. Pero acaso, esa instrucción perversa, no estaba antecedida por la instrucción de la Ley de Dios: “No digas falso testimonió” ¿De dónde salió este falso testimonio? ¿Acaso no fue de los que alimentan la maldita corrupción? Sí, de ellos; de los que tenían poder, perdón lo tienen. Claro, esta maldita corrupción que nos corroe y nos carcome los huesos, las coyunturas y nos apolilla la conciencia y nos hace ser una generación fingida. “Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy” El dicho quedó entre los judíos. Pero hasta acá, hasta los colombianos y hasta hoy y hasta mañana y hasta que nuestras generaciones quieran, seguirán marcando la corrupción, seguirán haciendo y diciendo como les indiquen. Seguirán haciendo la plana. Así es que se le sirve a la corrupción. Ella seguirá divulgándose y haciendo lo propio. Parece mentira, pero se escucha su voz perversa: —Primeramente a marcar, que por lo demás, nos encargamos nosotros. Marquen así y así. Aquí lo importante, es que usted marque bien. —Doctor, ¿Y las propuesta y el programa de gobierno y quienes lo van a acompañar? —No, eso no interesa, aquí lo que importa es que tú estés bien; y si tú estás bien yo también. — ¿Y la democracia doctor? —Esa es la que estamos haciendo: que a ti, se te dé tu parte. —Entonces doctor ¿cómo es que tengo que marcar? Y así, la corrupción, que con una perversa persuasión, desde la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo ha venido instruyendo, para que lo de Dios sea olvidado, y preferido ella, como la gran solución. “Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.” En la generación dispuesta no debe haber ninguno vestigio de duda, para que pueda llegar la libertad. “A algunos que dudan, convencedlos.” Dijo San Judas, no el Iscariote.
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Santa Biblia, Reina Valera, Rev. 1960: Evangelio según San Mateo, cap. 28. (2Corintios: 5: 17); San Judas 1: 22
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