domingo, 4 de mayo de 2014

Impresiones

La tenencia de perros

Por Nadim Marmolejo Sevilla

El gusto de la humanidad por las mascotas es inveterado. Pájaros, serpientes, hámsteres, perros, gatos, osos perezosos, y otras especies más, han sido incorporadas a la vida hogareña por diferentes razones. Pero el que más ha trascendido es el perro. Hasta el punto de convertirse en el mejor amigo del hombre. Muchos han logrado pasar a la historia por sus actos heroicos o estoicos, por su nobleza o sensibilidad, por sus habilidades o capacidades diversas, en fin.

La ciencia les garantiza en la actualidad una mejor atención en salud y alimentos de alta calidad nutricional. De otro lado, diversas entidades privadas (guarderías, centros de entrenamiento, etc.), se encargan de su cuidado con todas las de la ley cuando sus propietarios lo requieren. Es indudable que su convivencia con los humanos ha creado mayor conciencia ciudadana sobre su inmenso valor. Tanto que el poeta inglés Lord Byron se atrevió a decir que  cuanto más conocía a los hombres más quería a su perro.

Pero últimamente, a causa de la irresponsabilidad de unos y la ingratitud de otros, muchos de estos animales han ido desalojados de sus casas de manera inmisericorde. Los perros callejeros en urbes como Bogotá (40.000 en 2005), Barranquilla, Cali, Armenia y San Andrés, Isla, ya preocupan a sus autoridades locales. Al igual que el progresivo aumento de las peleas de perros clandestinas en ciudades como Medellín, Cartagena, Soacha, entre otras, que desvirtúa la razón de ser del raciocinio de Byron.

Si a esto le agregamos el acrecentamiento exagerado y sin control de la población canina (sólo en Bogotá en el 2005 había 650.000 perros, según la revista SoHo, edición No. 60, y hoy hay más de 800.000, según el periódico El Tiempo del 17 de enero de 2014) y su impacto negativo en la salud pública, el Estado podrían verse en la obligación de redoblar sus acciones extremas como el sacrificio masivo (en el 2005 se mataban 400 perros por semana en el Centro de Zoonosis de Bogotá), medida de muy mal recibo en la mayor parte de la ciudadanía, tal como lo hicieron en Bucarest (2001), Rumania, con 50.000 perros callejeros y  en Ucrania (2012) con otros miles más.

En virtud de lo anterior, un debate a fondo sobre la necesidad de desanimar la tenencia de perros por parte de la gente está haciéndose imperioso cada día más en Colombia. (Las solas campañas de esterilización han fracasado debido a factores como los altos costos, la desinformación, la estigmatización y la apatía). La comprensión debida del público acerca del grave problema en que se puede convertir la sobrepoblación canina, la cual se puede lograr con la participación directa de los cuerpos médicos veterinarios del país, podría evitar una forzosa drasticidad de las medidas arriba mencionadas y la adopción de otras de carácter punitivo y prohibitivo, como lo vienen haciendo desde años atrás los gobiernos de Groenlandia y China.

Si la sociedad en todos sus niveles se ha empeñado con relativo éxito en reducir la tenencia de hijos, por los graves peligros que representa la sobre población humana para la supervivencia del planeta y la consecuente explotación descomedida de sus recursos naturales, más los altos costos económicos y sociales que implica la explosión demográfica, entre otras cosas, por qué no considerar la opción de hacer lo propio con los perros antes que sea obligatorio.

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