viernes, 22 de febrero de 2013

Letras sin fronteras

Una vieja cadena

Por Irene Ángel

A mi mamá le encanta guardar cosas viejas, monedas, ropa vieja sin usar, y usada, billetes, estos sí olvidados por el tiempo, frascos que lava y guarda, solo por el gusto de coleccionar, porque son muy lindos, no se para qué, o más bien sí lo sé, le encanta saber que el pasado todavía es presente.

Así que buscando y rebuscando algo entre sus bolsas antiguos, se encontró con una pulsera muy linda, amarilla sin mucho brillo y formando una trenza le hacía juego, otra cadena muy delgada de color blanco; me llamó y me dijo que me iba a dar algo que guardaba en ese bolso, desde que ella era recién casada, o sea, 60 años atrás, incluso cuando vio la pulsera, ella pensó que ya no existía y tuvo que recordar cómo la había conseguido; corría el año de 1950, y feliz, por haber conocido a mi papá, una tía le pidió el favor de acompañarla a Medellín para comprar las pulseras de la buena suerte, que eran de oro le advirtió, y bueno, digamos que en su ingenuidad, todavía lo es, así que sacó no se acuerda cuántos pesos, aunque me dijo, que cien pesos, pero le dije, que a lo mejor fue un centavo o máximo un peso, pero igual, le había costado mucha, muchísima plata, no se me ocurrió otra cosa que decirle que la habían estafado, y me contestó que en esa época no habían los estafadores de ahora, esa es mi defensa por decirle ingenua; le expliqué que desde que existe el humano, vino con un manual pegado del cerebro, cómo hacer trampa, y robarle al otro, cómo conseguir lo mejor sin mucho esfuerzo, etc, etc, etc, pero ella sigue creyendo que es cosa de ahora. Bueno, continúo, y como la encontró, quería que fuera mía y solo mía, la puso en mi muñeca derecha, muy delicadamente, diciéndome, nunca me la fuera a quitar, puedo decir en este punto que me emocioné como una quinceañera recibiendo un regalo muy importante, pero no pensé en la suerte, sino que era algo que ella había guardado sin saber que existía y bueno, ahora me había elegido a mí entre las nueve mujeres para hacer uso de lo que ella jamás se atrevió a usar. Para tirarme sin querer en el regalo, le pregunté si me iba a dar alergia, y como ella contesta, primero me dijo que no era ninguna lata, como para darme infección en la mano, y que si quería no me la pusiera que ella se la regalaba a la niña, hago la aclaración, que su niña ya tiene 37 años. Dije que claro que ya era mía y que mientras viviera, jamás me la iba a quitar, entonces me dijo que preguntara en la Joyería de la vecina, con qué la podía limpiar para que brillara.

      También pensé, ¡oro amarillo y oro blanco, dos oros!, ahora la moda son tres oros, pero igual, ya era poseedora de uno de los tesoros más recónditos de mi madre. Me fui a la joyería, intentando saber cómo limpiarla y de paso saber el precio, pues si era costosa, yo no le iba a dar papaya a los ladrones. Claro, que esto último, era un broma que yo misma me hacía, yo seguía pensando que la cadena pasaba a tener precio emocional y punto. Pregunté sin que se fueran a reír de mí, que cómo limpiaba “la latica” -es que fue un regalo de mi mamá que lo tenía guardado hace muchos años y quiero que brille-, ella miró fijamente, me la quitó, la tocó un segundo y me dijo, y para qué quieres que brille, si todo lo que brilla no es oro, además si la brillas le quitas el buen baño de oro que tiene y se le perdería la belleza que posee, porque de estas ya no vuelven a hacer.

     Salí de allí mirándola con cuidado y sin creer que era un pedacito de tesoro lo que llevaba puesto, pero no pude, porque en algún lugar del camino, en el momento en que la dejé de mirar, se reventó para no volver a encontrarla nunca.

3 comentarios:

  1. Esa son las cosas hermosas de la vida, las que hacen las delicias de la rutina de todos los días; es un saque o drible a tanta birria...

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  2. Precioso regalo el de tu madre, aunque no tuviese valor material para ella como para ti era el valor sentimental, el cual no tiene valor, un beso y felicidades¡¡

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  3. BELLA HISTORIA DE FINAL JUSTO...No se cayó, liberaste la cadena para ir donde debía...seguro... Un cuento muy lindo donde el movimiento de cordura y cuna, desde el encuentro inicial, hasta su despedida final, fue, una maravilla narrada; dentro. Gracias Irene, Siempre, por tu particular visión de Interior del ser Humano.*jmmg//

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