lunes, 11 de noviembre de 2019

Bitácora

¿Nos ha servido algo el mestizaje?

Por Pedro Conrado Cúdriz

Algo tiene que conmovernos, pero ¿qué? Acaba de culminar una elección y la mayoría de los votantes se comportaron como si en este país no pasará nada. Acribillaron a 22 candidatos, amenazaron a más de 100 y seguimos viviendo como si nada, aquí en el paraíso. No voy a contar el resto de las cosas terribles que nos pasan. Y contra esos veintidós crímenes y cien amenazados, se hizo la elección, la misma elección ilegitima de los procesos electorales de todos los años anteriores. Manías de un país masoquista, le digo a María, mi compañera de toda la vida. Todas las veces que la nación pasa por la misma esquina, la atracan. Masoquismo, inexperiencia fatalista. Cualquier nombre que usted le quiera dar, le caerá bien a este país de enajenados. ¿Qué nos conmueve? La verdad, no sé qué. Sin embargo, no piense en las lágrimas de cocodrilos. No sirven para la profunda herida del territorio y no sirven para nada, menos los cocodrilos. Quiero decir, si son lágrimas circunstanciales, pasajeras. Ese es el punto, la anormalidad. Algo o alguien nos mató la indignación, el derecho a sentir, a sentirnos vulnerables, alguien espantó la valentía, la rebeldía, la sensibilidad de las estrellas o del paisaje. Así no se puede seguir viviendo, me decía la abuela Juana. Porque seríamos muertos vivientes, zombis. Ese recuerdo de la abuela, late a profundidad y me obliga a preguntarme por mi identidad, así como lo hace el novelista Ramón Molinares Sarmiento a toda hora: ¿De qué nos ha servido el mestizaje?

¿Qué nos pasa?

En Bogotá, en Cartagena, en Medellín, en Cúcuta y en otras ciudades del país debilitaron y no se sabe si de muerte, las maquinarias politiqueras. Pero aquí en el Atlántico sobrevivieron a las tendencias del desastre y el cambio. El Atlántico cayó de rodillas frente el poder económico del junior, las olímpicas, las empresas sorfinanzas y de alimentos de los Chard. Nosotros seguimos atados a los guayos del junior, fútbol club.

Sostengo algunas discusiones con mis amigos sobre el junior. ¿Es el equipo junior de Barranquilla o es de los Chard? En alguna ocasión el exsenador Chard, el dueño del club, les envió a los hinchas el mensaje ingrato aquel en el que decía que poco le importaba si la fanaticada iba o no al estadio. ¿Se acuerdan? ¿Cómo le sirve el junior a Barranquilla o cómo les sirve a las políticas de los Chard? ¿No es el junior un vehículo o un símbolo para trabajar el inconsciente del barranquillero? ¿Después de leer la entrevista de Cecilia Orozco a Carlos Gonzales Puche en El Espectador del domingo anterior sobre el fútbol en Colombia, a usted no le quedó un sabor a esclavitud? ¿No le patea el hígado la actitud de la Dimayor y la de los dueños de los clubes de fútbol? Uno no ve lo que no quiere ver. Así es la vida de nosotros, opaca y hasta ciega. “Viva el junior de curramba, junior campeón…”

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