lunes, 24 de junio de 2019

Bitácora

Los ojos del tiempo

Por Pedro Conrado Cúdriz

“¿Vamos, niña, dime, quién sos vos que apenas muerdes la vida, que le temes al futuro, que no sueñas con el presente. Dime, niña, dónde duele la vida, qué tiene el amor, el absoluto, que vuela lejos de ti. Acaso no sospechas quién eres todavía?” P.T

Si no hubiéramos vivido esta cosa llamada presente, Mary nunca hubiese tenido la oportunidad que le brindó el universo a través de la ventana abierta del tiempo, de decir lo que dijo: “que la vida vale la pena vivirla si tiene sentido.” Lo que no sabe Mary y el resto de las contertulias reunidas en uno de estos días de junio, y en la calurosa mañana del jueves en la biblioteca del colegio, es que para decir lo que dijo, ella tuvo que vivir fragmentos de tiempo de su breve vida. Según su versión, etapas del vivir humano. Es decir, beber en su corto pasado. Ella que apenas es una adolescente con un pie en algo invisible que llamamos futuro, habla por lo que inteligentemente escucha y lee, en ese aburrido objeto del deseo llamado libro. “Antes – confiesa emocionada- no me gustaba leer, no me gustaban los libros. Sin embargo, ahora los disfruto, novela o poesía. Leer me ayuda a imaginar, a recordar, a pensar.” 

Sin recuerdos no hay pensamientos, reflexiono yo mientras escribo este texto. No hay futuro si no construimos el peligroso presente de todos los días, que es una piedra a la que hay que transformar en una obra de arte como hizo el artista del renacimiento, Miguel Ángel. El presente necesita valientes que lo reten o fracturen. La metáfora de la ventana abierta y forzada, ocurre porque un loco se atrevió a ir en contracorriente de la normalidad. Messi (jugador), Yolanda Ruíz (periodista), Iván Fontalvo (escritor) y Margarita Rosa de Francisco (actriz), para colocar solo estos ejemplos, afinaron la roca. El tiempo nos vigila para matarnos o para aplaudirnos. Mary intuye la voluntad de hierro de los valientes, sabe que su lugar en el mundo no se lo ha ganado todavía. Con quince o dieciséis años, la apuesta apenas se inicia. Aunque es necesario tener conciencia –estado de alerta- de los ojos del tiempo, de su mirada escrutadora. Él no acusa, pero mira, observa desde el universo. El tiempo es una sombra, una guía, y nosotros los valientes que enfrentamos el toro de astas finas de la vida. Cada quien sabrá entonces, si tiene fuerzas para arañar los sueños. En Aroma del tiempo, Byung- Chul Hun, alude a la unidad de sentido, a la continuidad no fragmentada. Lo hace para superar el tiempo muerto, o el destiempo, que es cuando alguien vive en el limbo o en una vida de aburrimientos eternos. Sin objetivos de vida. Muerta.  

Nota: Este es un homenaje a las niñas que participan en el proyecto “A veces llegan cartas,” en el colegio Nuestra Señora de Fátima, en Sabanagrande, Atlántico

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