viernes, 31 de mayo de 2019

Bitácora

EL CONCIERTO DE LO PEQUEÑO

Por Pedro Conrado Cúdriz 

Al igual que Ernesto Sábato en uno de sus ensayos de La Resistencia celebra lo pequeño consciente del poder esperanzador y eclosivo de lo nimio en tránsito a lo grandioso, Pedro Conrado Cúdriz encuadra su trabajo, en este caso en su nuevo poemario "Concierto de lo pequeño," en los mismos cánones del autor de El Túnel.

Más prosaico que siempre – no por eso menos poético – enfrenta esta vez su inveterada lucha con las palabras muy consciente que en una gota de lluvia o de rocío, podría encontrar la luna con sus antorchas de luz para los hombres, o el espléndido mundo derramado de aquel cielo roto que fractura la cordura de los dioses.

Es Conrado Cúdriz un iconoclasta muchas veces confirmado a lo largo de su obra, casado, especialmente en su poesía, con el mundo sentenciador de los aforismos como forma certera y definitiva de llamar las cosas.

De Pedro disfruto mucho su poesía amparada en la brevedad del verso y el poema para recordarnos con Baltasar Gracián, que, lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Esta brevedad anclada en la economía de las palabras es el punto de partida y el seguro derrotero en que se afianza la poética de nuestro autor para transitar limpia, hermosa y sin obstáculos por el complejo mundo de la lírica y la palabra comprometida de todo creador que ambiciona un sitio de honor entre los otros.

Muy certero en su producción nos resulta el poeta al reafirmar su empeño en el lenguaje como si moviera fichas apenas perceptibles, hasta alcanzar la más alta y hermosa edificación para tocar el cielo, cielo derramado de estrellas en el universo del poeta, hecho a punta de imágenes, metáforas y sensaciones para develar el sueño del que están hechos los poetas y por extensión la médula de su poesía.

En su intento por el logro del poema Pedro se siente “dueño de lo construido” y asume su compromiso crítico y vehemente, aunque a veces sea la hipótesis de un hombre malogrado como Kafka, pero preguntando por los sueños para respirar la tarde.

Al acercarnos a la lectura de este poemario, concluimos que esta poesía nace y crece como las plantas, de lo más pequeño hasta hacerse milagro en el aire con las ramas extendidas hasta lo infinito y estallar en la altura para que todo el mundo recoja, en su caída, los más altos frutos del poema.

Mi casa

No hay planos ni estructuras de hierro
ni  techos ni puertas,
solo el mundo con su cielo roto.

La hormiga

La hormiga no sabe qué hacer
con tanta superficie terrestre
la tienta el infinito
y solo la paciencia animal la calma
la paciencia de piedra del tiempo
del que están hechos los árboles.

Otra vez el mar

En medio del sueño,
una voz ahogada
susurra la palabra mar
y ella sueña con desiertos infinitos,
cuando despierta no sabe quién es,
ni dónde está,
Poco importa:
las caracolas, la orilla y la arena son suyas.
                                                                   
                                                             Concepción Martes.
                                            Polonuevo, mayo de 2019

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