domingo, 6 de noviembre de 2016

El arte de la guera

El arte de la guerra

Por Germán Martínez B.

La percepción que se tiene de la realidad mundial, permite deducir que en los países que han alcanzado un gran nivel de civilización, el término guerra simplemente aparece como una palabra más dentro de los diccionarios de uso escolar, pero para los que han vivido con ella durante largos años y aún persisten en seguir acolitando éste terrible flagelo, el significado e interpretación del término suele tornarse complejo por cuanto su contenido está integrado por reyes, alfiles y peones, lo cual nos permite determinar el grado de precariedad en que se encuentra el pensamiento del hombre que compone dicha sociedad.

Paralelo al desarrollo de la humanidad, la guerra siempre ha estado allí pegadita, viva y latente como si fuese un mal necesario. Es posible que muchas civilizaciones la volvieran su forma de vida y justificaran su accionar bélico como una lucha por la supervivencia o motivados por una concepción expansionista o de dominio territorial a gran escala como en el caso de Atila, el Huno en la Europa Central, Gengis Kan, en el imperio mongol o Napoleón Bonaparte en la Francia expansionista y conquistadora. Sin embargo, nunca en el ideario de estos y otros grandes guerreros de que da cuenta la historia, estuvo la intención de ejecutar a su propia gente, como tampoco pasó este despropósito por la cabeza de Hitler, el más grande genocida que ha dado el mundo occidental en el pasado reciente.

En cambio, lo que ha ocurrido en un país tercermundista como Colombia, es único, ya que la guerra interna que se ha librado aquí por más de medio siglo, no ha sido contra invasores extranjeros, sino que es un conflicto generado entre colombianos por diferentes razones. Los combatientes han sido los hijos de los pobres, quienes entrenados y armados hasta los dientes, se han venido exterminando como fieras salvajes en medio de la confrontación armada, cada uno defendiendo la causa y el ideal patriótico para el cual ha sido formado.

En medio de éste conflicto, no ha faltado quienes le han sacado provecho a esta situación y se han convertido en predicadores de la guerra, porque han entendido que la guerra bien administrada, se transforma en un arte, un arte que da poder al hacer de ella un ideario político, cuyo eje central es la prolongación de ésta como único medio para alcanzar la paz. Tal concepción ha podido tener cierta acogida por parte de la sociedad civil, puesto que ésta, está integrada en su mayoría por una masa ignorante, miope, de pensamiento mediocre y por tanto, presa fácil de la manipulación no solo por los incitadores de la guerra, sino por los medios masivos al servicio de las grandes élites.

Para los predicadores de la guerra,  el ser humano es algo irrelevante y por eso las bajas humanas que se producen dentro de ésta, son vistas como cuotas propias que arroja dicho conflicto, ya que para ellos lo prioritario es la búsqueda y consolidación del poder aplicando un principio Maquiavélico, que dice, “el fin justifica los medios”. Por ello, promueven todo tipo de artimañas para desbaratar cualquier proceso que pretenda consolidar la paz con algún grupo alzado en armas que  quiera reivindicarse con la sociedad a la cual hicieron daño durante su tránsito por el camino equivocado de las armas.

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