martes, 9 de junio de 2015

Bitácora

“El ateísmo corresponde a una ruptura, como cuando un hombre fuerte como un toro, te parte un hueso.”

Por Pedro Conrado Cúdriz

Ser ateo en el día de hoy no es tan asombroso como hace cincuenta años, lo que quiere decir que entre la multitud de creyentes siempre encontrará más de tres jóvenes que han decidido romper con las cadenas de la religión. Desaparecida la Inquisición y la cacería de brujas conservadoras del pasado y con una sociedad cada vez más liberal, las gentes han decidido sin contemplaciones por el ateísmo.

¿Por qué eres ateo?
-Los que me conocen, y los que no me conocen, cuando saben que estudié sociología, creen que mi ateísmo tiene origen en el estudio de la sociología. Esta clase de prejuicios profesionales, terminan muy mal, porque realmente el ateísmo es una experiencia extraordinaria como lo es la creencia misma en algún dios. Estas dos experiencias, sobre todo el ateísmo, corresponden a una asunción o a una ruptura, algo así como cuando un hombre fuerte como un toro, te parte el fémur. La sociología te abre los ojos, pero eso llega hasta ahí, porque si uno es un creyente convencido no pasa nada, absolutamente nada.

¿Entonces?
-Todos los tiempos del hombre no son tan inocentes. Yo pase por esa esquina. La inocencia me jugó una mala jugada, creí y punto. A veces la inocencia lo conduce a uno a un callejón oscuro. Esa es la religión.

¿Cómo así?
-La religión termina siendo un sistema, un invento humano para el control social. Creer no significa esclavitud, ni sometimiento, ni extrañamiento. Al final es un juego para engordar las finanzas de los más sagaces. Pero sigue siendo control especial en contra del mismo hombre. El titiritero mayor conoce la mente humana. Pero usted puede encontrar creyentes muy racionales y también ateos tan dogmáticos como cualquier fanático religioso.

¿Cómo empezó todo?
-Uno no selecciona a sus padres, tampoco selecciona el mundo donde abrirá los ojos por primera vez, tampoco la cultura, tampoco la religión. La educación y la cultura nos introducen en la oscuridad de los adultos, que repiten en el niño todo el fervor aprendido. Un día te obligan a rezar, una dos, tres y cuatro veces, luego vas a misa, igual, uno, dos y tres veces, hasta que te convencen de algo que tú no conoces ni haz visto nunca, ni estás convencido. Así funcionan las creencias religiosas, así funciona la cultura. Nadie, aparentemente es culpable.

¿Qué te convenció de la inexistencia de dios?
-La tragedia del hombre, las particulares y las generales. La primera y la segunda guerra mundial, Armero, Haití, El Choco, las masacres, las violaciones sexuales contra las niñas, los femenicidios. Nada que no sea humano, nada extraordinario. La historia del hombre es humana y siempre es la lucha entre la belleza y la fealdad. La lucha sempiterna entre el bien y el mal.

¿Ya no duda de la existencia de dios?
-No. Ni siquiera es escepticismo, porque al escéptico lo alcanza la duda. No niego que hacer tránsito a otro estado como la negación de dios, es dura, terrible. Dejar de creer crea un vacío que hay que llenar con otra creencia más o igual de poderosa que la anterior. Es como el síndrome de abstinencia alcohólico.

¿Qué haces cuando tu interlocutor es un creyente?
-Espero a ver si intenta imponerme su creencia. Simplemente juego, pero no lucho como lo hacen dos boxeadores. Soy muy tolerante, empático. No lo descalifico pero tampoco le permito ingresar a mi mente. Cuando lo hace, es decir, cuando intenta ejercer su proselitismo religioso, pierde sentido para mí, porque esa persona intenta ejercer una fuerza que rompe el equilibrio de la relación. Además, como no es empático, no es sabio, es un inquisidor y repugna.

¿Los ateos dejan de experimentar con lo sagrado?                        
-¿Por ser ateos? No, no lo creo, ni la imaginación, ni el concepto de universo desaparecen, menos lo sagrado. Antes de la religión ya el hombre había experimentado con lo sagrado. La cueva fue quizás, el primer lugar del espanto y lo sacro. Aunque la irracionalidad y el miedo son su perdición, nunca, óigame bien, nunca va a morir la experiencia sacra.

¿En qué cree?
-En el hombre, del que casi siempre obtengo las respuestas que busco, en dios no las encuentro, y las respuestas de él, si existen, son azarosas, coincidentes con la mala o la buena suerte. Al hombre lo veo todos los días, a dios nunca lo he visto, el hombre es de carne y huesos, dios es etéreo, una idea de dominio y de súplica para que funcione la vida. No es cuestión de fe, es cuestión de lucidez.

Usted es sociólogo, es un hombre con un pensamiento moderno. ¿Nunca lo volverá a tocar la idea de dios, como usted lo define?
-Nunca más. Si por alguna circunstancia nota alguna debilidad en mí, seguramente estaré haciendo tránsito a la locura, como lo sentenció Saramago. Es difícil la regresión, si ocurre es porque jamás dejé de creer en su dios. Pero no tema, porque el mundo es tan pragmático hoy, que el escepticismo es un caballo troyano que cabalga libre por el mundo. Los que dudan y los creyentes le hacen más daño a la religión que los ateos.

¿Ha tenido problemas por su ateísmo?
-Muy pocas veces. He sido agredido por algunos lectores. Cuando Emboscada, fue increíble la reactividad de los jóvenes. En contravía, pasó algo parecido, e incluso, con un libro reciente e inofensivo como “Desentusa el bollo de yuca,” patrocinado por el Ministerio de Cultura, alguien leyó todo el libro menos la parte textual mía, por mi ateísmo confeso.

¿Qué piensa de esa experiencia?
-De esos lectores no sé qué pensar, atacan mis libros, no a mí, creo. Pero el mundo es tan diverso, que todavía es posible rastrear esta mentalidad medieval.

¿Se puede ser feliz sin dios?
-No se le olvide que dios es un ser impotente para hacer feliz al hombre, que el dios dinero, ni el dios fútbol tampoco hacen feliz al hombre. Y esto es lo terrible e igualmente lo increíble. El paraíso es una ilusión, un mito, y en él, el hombre no fue feliz. Recuerde que se escapó por aburrimiento. Lo terrible, es el vacío que origina la experiencia humana. Lo increíble, la búsqueda de la felicidad. Ese ha sido siempre el sentido de la lucha humana. En algunas ocasiones vence el mal, como en las guerras, pero también en otras ocasiones es el bien el que vence. La vida humana siempre ha sido así, y seguirá así…

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