miércoles, 3 de septiembre de 2014

Bitácora

NO HABLES CON EXTRAÑOS

Por Pedro Conrado Cúdriz

“No es cierto, no se ha muerto (Cortázar). No crean todo lo que se dice
en los periódicos. Porque existen complicidades amistosas que no se acaban nunca.” GGM

 Estas advertencias nos eliminan la posibilidad de encontrar en los otros las explicaciones del porqué no somos como los que se desviaron voluntariamente de la ruta reconocida, o de aquellos lucidos que cierto día de sus vidas, rompieron el molde de la normalidad ciega y lucharon bocas arriba contra la incomprensión de los demás mortales.

Ser diferentes en la mayoría de los casos es un peso existencial intolerable y en otros casos, la minoría, un goce invaluable,  una cachetada en todo el rostro feliz del que observa o lee.

“Ya en la superficie - escribe Cortázar en Bajo nivel - seguía viéndolos (imágenes de rostros en  el metro) como una especie de corrección de la realidad que pretendía rodearme y moldearme y someterme a su pretendida escala de formas y valores; de golpe esas imágenes monstruosas, esas uñas y esos dientes agigantados por el ansia de la sociedad de consumo, se me volvían positivos, me ayudaban a desconfiar de lo usual y lo fácil y lo presabido; de golpe yo era un pigmeo entre pigmeos, allí en la esquina podía estar esperándome, terrible y definitiva, la enorme niña que amaba el queso Babybel, y esa niña podía ser de hidrógeno o de cobalto, su zapato me aplastaría contra la acera sin odio y sin razón como nuestros zapatos aplastan hormigas a lo largo de gratas excursiones dominicales.”

Los extraños nos cambian la existencia, quiero decir, la manera como vemos las cosas, la escalera, el reloj, el miedo, la hormiga, el tubito de pasta dental, París, el amor, la concepción del perro, cualquier cosa que se encuentre congelada, coagulada, en medio de la realidad de todos los días (“Dejando de lado los motivos - en “Instrucciones para llorar” del escritor argentino-, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese al escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza”).

Estos seres extraños a los convencionalismos y la moda, que son como son, o han logrado ser sin alteraciones ontológicas, nos surten de realidades fantásticas, que nos asombran en medio de la mediocridad del pensamiento y la imaginación normal. No voy a tocar a Rayuela, la respiración escritural más extensa del cronopio argentino, pero nadie que haya sido tocado por la magia cortazariana puede olvidar cuentos como “Continuidad de los parques”, el del pulóver: “No se culpe a nadie,” o “Una flor amarilla,” o “Casa tomada,” para mencionar solo estos.

Es imposible pretender que Gabriel García Márquez sea superior a Julio Cortázar, como plantean algunos, (otros sostienen lo contrario) porque uno es premio Nobel y el otro no. Y no solo es el tema de las subjetividades y realidades literarias. Creo que los dos, dentro de su estilo propio, saltaron las barreras imposibles del mundo congelado de la mayoría de los hombres y nos donaron las obras que con tanto deleite seguimos disfrutando hoy.

Pensar que uno es superior al otro, nos excluye de otras voces igual de mágicas e imprescindibles; ningún hombre agota nada, ni filosóficamente ni en el campo de la literatura. García Márquez ni Julio Cortázar pretendieron nunca ser los dictadores de la literatura en el mundo, son otros los que sueñan con vivir sujetos a otros, los que sueñan con ponerles linderos a la literatura, crear islas artificiales para gustos subjetivos, crear dioses de papel que no van a alcanzar nunca la cima de dioses, porque no hay dioses, sino simple autores clásicos. Nos abruma, por ejemplo, que Truman Capote, ensimismado en su egolatría y fama, haya en alguna ocasión considerado a Borges un escritor de segunda.   

Regresando a No hables con extraños, los profesores deberían darse a la tarea de enfrentar a los estudiantes de bachillerato y primaria con seres de “otro planeta”, sujetos raros, que incluyan a poetas, cuentistas y novelistas, ateos, homosexuales y toda la variedad de humanidad que hay en el mundo, gente que observe el vivir con otro prisma, que tenga narrativas diferentes de la realidad para confrontarla con la que tiene la gente normalizada por la cultura. Este ejercicio podría ayudarnos a comprendernos y aceptarnos sin la intermediación de las ideologías y los prejuicios, buscando rendirles un homenaje a los creadores, a los que nos perturban la vida con sus creaciones, nos prestan sus ingredientes para los asombros y nos donan la belleza de su arte para hacer más soportable la existencia.

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