miércoles, 30 de julio de 2014

Bitácora

Operación Borde Protector

Por Pedro Conrado Cúdriz

Los ciudadanos del mundo estamos indignados ante el ataque sistemático y a mansalva de uno de los ejércitos más poderosos del orbe: el israelita contra el pueblo de Palestina.

El artículo que se atrevió a escribir el periodista judío, Ami Kaufman, inspirado en la dignidad humana, y publicado por El Espectador el último domingo del mes de julio, es aleccionador desde el punto de vista ético y desde la óptica del ciudadano israelita común si uno tiene presente que los nacionales que se oponen a la opresión y al crimen de su Estado contra los palestinos, son considerados traidores.

El texto tiene las preguntas que se debe hacer un hombre de su tiempo, que ha leído o visto los horrores en el cine sobre la primera guerra mundial y ha sufrido la segunda guerra mundial como víctima, amén de la cadena de los conflictos binacionales que aterran al mundo. Quiero decir que estas situaciones afectan la sensibilidad espiritual de cualquier hombre que se atreva a ser hombre y no una bestia

Después de la lectura “En mi nombre no, por favor”, uno llega a la conclusión rápida que en toda guerra tanto las víctimas como los victimarios, sufren la conflagración psicológica de los enfrentamientos. “No fue así – dice Ami Kaufman - como planeamos pasar el verano: íbamos a jugar afuera, a nadar en el mar, no a permanecer encerrados todo el día ni amontonarnos en el pasillo cada Noche.”  

Sin embargo, el gobierno del Estado de Israel ha convertido a Palestina en una cárcel al aire libre, un espacio geográfico en el que no se mueve una aguja sin su permiso.

Mientras leo el artículo se me van ocurriendo ciertas ideas y siento rabia, indignación e impotencia, algo parecido a esos sentimientos dolorosos de la guerra nuestra. Y como nos ocurre también a nosotros con la FARC, ellos han tenido que inventarse al enemigo, desnaturalizarlo, darle características inaceptables para poder masacrar a Palestina. Es la necesidad ideológica de odiar al enemigo y la excusa fácil para aniquilarlo o para continuar la guerra. Cuando se aprende a odiar al enemigo, la guerra es una excusa de aniquilamiento y matar no genera ninguna clase de sentimientos, porque se despoja al hombre de sus emociones y se convierte a éste en un soldado-robot. De ahí que sea difícil hablar de la ética de la guerra o del “ejército más ético del mundo” como quieren hacernos creer los sionistas.

Cualquier evento sospechoso contra un ciudadano israelí, se le achaca a Hamás, que es una guerrilla defensiva de un pueblo que no tiene estado ni tiene Fuerzas Armadas. La mentira funde entonces como un artificio de los guerreros para continuar la estrategia de la muerte contra un pueblo prácticamente indefenso: de los mil muertos palestinos, los muertos israelitas no alcanzan a llegar a los 50. Y de aquellos, el 80% son muertes civiles. Como decían los paramilitares colombianos: “Hay que secarle el agua al pez”, hay que quitarles el respaldo de la sociedad civil a la guerrilla. Y esta estrategia de guerra está arrasando con los dos millones de ciudadanos palestinos. La masacre de la familia Abu Jame, es un caso emblemático de la tragedia de esta guerra y sobre todo de la vileza del Estado de Israel.

Lo que igualmente indigna es la indiferencia y la pasividad del mundo frente a la tragedia palestina, en especial la de los Estado de Occidente y de Oriente. El mundo parece pro-sionista. Como bien lo sostiene Ami Kaufman: “Israel es una empresa colonial que mantiene a millones de personas bajo un gobierno militar y el mundo no hace nada al respecto.”

Los Estados miran para otro lado, pero los espejos de los ciudadanos del mundo harán algún día que sus imágenes poderosas sean deshilachadas en la miseria de sus propias tragedias y triunfos.  

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