viernes, 4 de octubre de 2013

El ojo de la cerradura

Arboricidio

Por Tito Mejía Sarmiento

En medio de ese irreverente cruce de fuego y sospecha que sacude día a día las entrañas de la sociedad colombiana,  sigo aquí de pie,  sacándole todos los secretos a la vida, robándole quizás la luz a las estrellas en plena trasnochada, tratando de robarle un beso a la mujer deseada antes del preámbulo orgásmico, en fin a la espera de cualquiera ocurrencia poética, pero nunca  tropezarme con lo que mis ojos vieron frente al televisor, el sábado 28 de septiembre sobre un lamentable hecho ocurrido en Valledupar, que a decir verdad, ya se sale de la realidad: 279 árboles de mango cortados, porque según el concepto de  algunos funcionarios de Electricaribe, y de algunas entidades  oficiales, estos árboles  se estaban convirtiendo en un peligro para las gentes por el grosor de sus raíces… Es decir, UN ARBORICIDIO, UN ATENTADO CONTRA LA NATURALEZA.

De inmediato, llamé a varios amigos(as)  residentes en ese edénico lugar, donde viví al final de los años 7Os, en el barrio Sicarare y que como lo pregona en su composición el gran periodista, compositor, narrador y escritor Andrés  Salcedo “Donde aún brilla bajo el cielo de la tierra mía/  y que ni el mismo corazón no puede soportar, el profundo pesar que da su lejanía”.

Por supuesto, que logré escuchar varias versiones para un mejor equilibrio de la información, pero  la del poeta José Atuesta Mindiola fue quizás la más contundente: “Los árboles en Valledupar se sienten amenazados y lloran como Los Guaduales, los de la hermosa canción del maestro Jorge Villamil.  Aquí se está imponiendo el concepto de que los árboles por sus sombras y follajes sirven de refugios a los delincuentes y vendedores de drogas. Con base en este criterio,  las motosierras talaron varios árboles en un colegio. Ahora le tocó el turno al parque de Los Cortijos, más de 20 árboles quedaron reducidos a troncos, que en algunos casos no superan un metro de altura. Es cierto que están restaurando el parque; pero que la sombra de los gigantes árboles facilitaba la presencia de delincuentes o porque algunas ramas enfermas y secas cayeron sobre unas personas, no eran razones válidas para proceder a cortar los árboles como lo hicieron. ¿Qué tal que una persona vaya donde un médico con una infección en el dedo de un pie, y se proceda de inmediato a cortar el pie y la pierna? Dios quiera que mañana, no  aparezca algún ideólogo a manifestar que ciertas proteínas del mango incitan a los jóvenes a la homosexualidad, porque esta aseveración motivará a tumbar todos los árboles de mangos. O que un falso pastor diga que las flores amarillas de los Cañaguates representan la iluminación de las llamas del infierno; no quedará  ni uno en el Valle y sus alrededores”.  

No puedo pasar por alto el argumento de un famoso cantante vallenato, quien me pidió no revelar su nombre por razones obvias: “Lo que pasa, maestro Tito,  es que acá en el Valle, algunos funcionarios de la Oficina de Alumbrado Público, hijos de papi y mami que se creen los dueños de la ciudad, con el pretexto de darle campo al cableado eléctrico o para despejar el área para que se vean más las luces del alumbrado público, están definitivamente excediéndose en la poda de algunos árboles, en más de un caso hasta dejarlos totalmente sin follaje”.

Hay que ponerle coto a este adefesio ambiental a como dé lugar porque así como vamos, Valledupar dejará de ser  “el pulmón verde del Caribe Colombiano”. De  paso,  recordarle a los autores de esta arboricida acción que, para bendición de nuestro planeta, los árboles seguirán cubriendo por otros lares, alrededor de un tercio de la superficie terrestre y actuarán de paso, como una especie de pulmón verde que producirá oxígeno y almacenará grandes cantidades de dióxido de carbono atmosférico, aliviando el calentamiento global, donde se bifurcarán aunque no lo crean,  los fantasmas del pasado con la dolorosa mirada del presente. Dicho de otra manera, donde el dedo índice peleará con el anular para tratar de facilitar la doble función de señalar o descalificar lo visceral de la existencia humana.

Para cerrar esta columna, los  dejo con dos poemas de mi libro: “Crónica de los días”

Impedimento

-¿Qué vas a hacer?-
Dijo el Roble al desenfrenado leñador.
-¿No te das cuenta que aquí
bajo mis sombras
ha prendido muchas veces
fuego el amor?-

Una lección para aprender

Hay taladores
que parecen  locos
cortando árboles, 
pero también
hay árboles
que parecen genios
pisándole los talones
cada día
a  los taladores.

4 comentarios:

  1. Acaso la luz eléctrica es todo? ¿Quién estaba primero, los árboles o la bombilla eléctrica?

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  2. Quién fue primero, la bombilla eléctrica o la majestuosidad de los árboles? La tierra se calienta. Hombre ignorante, pide perdón a tus herederos!

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  3. Si los devastadores de la naturaleza pululan en Valledupar en Barranquilla no escasean. Tenemos que recordar lo que hicieron en La Plaza de La Paz y lo que viene pasando en las casas que convierten en negocios donde anulan el jardín y la zona verde para darle paso al parqueadero. Otros los talan con la excusa de que botan mucha basura o simplemente que el agua está muy cara.
    Considero que vamos mal y cada vez es menos el verdor del que gozamos en la ciudad.

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  4. El hombre en general es culpable del ocaso de la tierra. Cómo es posible que en estos tiempos valga más un infertil poste de cemento que un indefenso árbol o "palo" que dá fruto y sombra. El poste da calor por material, el árbol refresca y da sombra. Mas tarde llorarán aquellos taladores, aquellos que se hacen llamar hombres.

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