¡Gracias por todo lo
vivido, madre!
Por Tito Mejía
Sarmiento
Hoy
18 de mayo de 2017, cuando se cumple un mes de tu partida y el tiempo en su
rápida traslación parece disolver en breves remolinos la vida, te escribo
amada madre, Eloina Sarmiento Charris, para decirte que el dolor de mi corazón
sigue vigente en medio de múltiples
recuerdos tuyos: “Me parece verte caminando orgullosa, asida de la mano de
papá, un domingo por la larga y ancha calle Granada de Santo Tomás,
pareciéndote cerca lo que estaba tan lejos.
Aún
está vivo el eco dócil de tu voz llamando a
Cipriano, Arnaldo, Bertha, Vilma y a mí para que comiéramos boronía, ese guiso de ancestro árabe andaluz que tan sabroso
preparabas.
Me
parece verte colgando la ropa lavada que el sol secaba antes de los festines de
la tarde, envueltos entre el olor del chocolate y el té de toronjil que emanaba
de una cacerola puesta en el fogón.
Vivo
está el recuerdo, mamá, cuando me llevabas de la mano camino a la escuela
primaria Antonio Nariño, y me regañabas porque yo pateaba en vez de recoger y
comer cuanto mango caía de los árboles en el despuntar de la mañana.
Me
parece verte asomada en la ventana en una de esas noches toledanas hasta altas
horas de la madrugada, esperando a que
Alex, tu nieto pechichón, en el candor de las fiestas patronales en
septiembre, llegase a casa para soltarle el consabido regaño provisto de cultas
y sanas advertencias.
Me
parece verte mientras caía un fuerte aguacero en el
declinar del mediodía, prestándole la debida atención al viejo Tito, que
recitaba de memoria ese bello verso libre que el escritor Ramón Molinares
Sarmiento le regalara a Nelson como homenaje a su legado, que dice: Un hombre de puertas abiertas, por donde, sin pedir permiso,
entraba todo el que quería a cualquier
hora del día o de la noche, y tú
entonces, no podías disimular el dolor que escapaba de tus adentros al
descubrir el vuelo de las palabras.
Me
parece verte, amada madre, a pesar de tu demencia senil reciente, identificar
al escritor amigo de la casa, Pedro Conrado por Moncho, apodo con el cual es
reconocido desde hace mucho años en el
pueblo, y lo más sorprendente para mí, mamá, me parece verte frente
al espejo gigante que colgaba en
la pared de la sala sonriendo al verte reflejada en él, tan bella
en otro rostro, como si parecieras ser
la que huía, pero también la que se quedaba como la eterna guardiana”.
Confieso
que mi piel de ahora en adelante se erizará en llamarada, ajena a la raíz que la redime, al acercarse el mes
de abril de cada año como si fuese una secuela temporal de un alma
que a lo mejor se mostrará como un nómada de presentimientos : A mi
hermano Nelson lo mataron un 29 de abril, cuando fungía como alcalde de Santo
Tomás, mi papá César Eurípides, murió un 11 de abril y ahora tú, vieja hermosa del alma mía, mueres
un 18 de abril de 2017.
No
quiero cerrar este panegírico sin antes decir, que no seré el mismo sin mi
amada madre, pero estoy seguro que algo
de ella me guiará por los buenos caminos de la vida, como lo hacen las aves con sus críos cuando
estos acusan fatiga en sus vuelos.
¡Gracias por todo lo vivido, madre!
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